-¡Mierda!-Exclame en una
tono de voz apenas audible, afuera se estaban cayendo a tiros, el sonido era
inconfundible, Fusiles Kalashnikov, adquiridos recientemente por el ejército venezolano,
los que les compraron a Rusia.
Ráfagas cortas pero
ininterrumpidas se escuchaban muy cerca, mire a Javier visiblemente agitado por
la nueva locura que se estaban armando afuera. Lo peor es que cada vez se ponía
pero -es la jodida despedida del año, solo que en vez de fuegos artificiales,
están usando armamento pesado- concluí angustiado.
-Pirémonos de aquí antes que nos dejen
pegados, salimos marcamos la milla y esperamos a que pase el peo- las palabras de
Javier salieron atropelladas y con un tono de desesperación.
Inspire profundo y asegurándome
de tener un tono de seguridad agregue -De aquí no nos movemos, nos quedamos
aquí hasta que los que están afuera se maten, no sabemos cómo está el rollo
ahí- señale a la compuerta; luego continúe -además si nos ven saliendo lo más seguro es
que primero nos cocinen a tiros y después nos pregunten que estábamos haciendo
aquí, ¡cálmala!-
No sé si fui lo
suficientemente convincente, pero mi lógica pareció persuadirlo.
Temblando de frio y de
miedo, escuchamos en silencio como las ráfagas de los fusiles sonaban desde
diferentes ángulos, nos sobresaltamos al sentir como algo chocaba contra la
cisterna, alguien se apoyó de la cisterna, pude escuchar sus jadeos y al
parecer como cargaban el Kalashnikov.
Una sucesión de disparos
nos ensordeció, la persona que estaba afuera disparaba el fusil en modo automático
y gritaba con rabia y miedo -
¡¡¡Muéranse ya!!! ¿Por qué no se caen? ¡¡¡Coñooo!!!- Otra vez el silencio, el cargador se había
agotado.
Los jadeos aumentaron de
intensidad e iban cambiando a un llanto
suplicante -¡No! ¡Dios! No, No ¡Noooo!-
Sea lo que sea a lo que
el tipo le estaba disparando lo alcanzo, y lo estaba atacando a escasos centímetros
de nuestro escondite, se notaba el forcejeo de la persona y poco a poco los
gritos de dolor fueron reemplazados por un gorgoteo ¡Como si se estuviera
enjuagando la boca con agua! ¿sangre?, los gritos gorgojeantes, fueron
reemplazados por mas forcejeos como si una manada de furiosos leones,
estuvieran devorando a la infortunada víctima.
Javier estaba hecho un
manojo de nervios al igual que yo. No
todos los días uno podía asistir a un espectáculo tan espeluznante como el que
acabamos de oír.
Tuvimos la sensatez de
no hacer el menor ruido, para que las cosas que teníamos pegadas de la cisterna,
no nos escucharan y decidieran cambiar el menú a carne enlatada. Se escucharon
mas disparos desde lejos y pasos que se alejaban de nuestra posición.
Poco a poco el silencio
se adueñaba de la plaza; las detonaciones de las armas fueron bajando de
intensidad y de número, luego algunos gritos ahogados y por último nada. Solo un
vacío silencio.
La incertidumbre de no
saber qué coño estaba pasando, me estaba matando, no podía asimilar como tantas
cosas horribles, podían pasar en tan poco tiempo; mire a Javier buscando una
respuesta a esta locura y por su expresión, se notaba que sabia tanto como yo,
ambos compartíamos los sentimientos de confusión y miedo.
El tiempo seguía pasando;
perdí la noción, ¿habrían pasado horas o escasos minutos, desde el brutal
ataque y los disparos?
Fue entonces que me di
de cuenta que todo esto era muchísimo peor de lo que podía imaginarme, ¿qué
carajo estaba pasando en realidad? ¡Afuera habían despedazado a un ser humano!
Ya estaba al límite de lo que mis nervios podían aguantar, y aunque Javier no emitía
ningún sonido, sabía que también estaba al borde de un colapso nervioso.
Derrumbarme en este
momento y ceder al pánico no iba a ayudarme en nada, tome una buena bocanada de
aire y lo expulse lentamente, repetí el ejercicio unas cuantas veces más.
-Cálmate, sea lo que sea
que esté pasando puedes afrontarlo- me dije mentalmente a mi mismo - solo mantén
el control-
Después de inventarme
unas cuantas frases mentales positivas, logre estabilizarme un poco.
El frio que sentía me
estaba afectando ya de manera insoportable, aun quedaba un buen pozo de agua
que nos llegaba un poco más arriba de los tobillos. Aunque no se mucho sobre
hipotermia y esas cosas, sé que si no empezábamos a movernos pronto, íbamos a
perder gradualmente el calor corporal.
-Vamos- le dije a Javier, -salgamos a ver qué es lo que pasa-.
-Yo salgo primero-
añadió Javier.
-Déjame ver como están
las cosas y te aviso para que salgas-
Lo mire fijamente y vi el temor pero a la vez
la determinación reflejada en sus ojos.
-Bien, dale, mosca pues- agregue.
Javier abrió lentamente
la compuerta, acto seguido salió rápidamente quizás para evitar que algo lo
tomara desprevenido, oí que resbalaba y luego expulso un grito terrible, para
luego sofocarlo con un vomito espantoso. Alarmado salí de golpe para ver que sucedía,
un panorama horroroso me esperaba afuera.
Contemple con horror un
amasijo de carne que se asemejaba a una mano con solo dos dedos, a un lado
estaba la cabeza de un hombre arrancada de cuajo que contemplaba con sus ojos
muertos el cielo con una expresión de dolor insufrible, seguida por un torso al
que le arrancaron todos los órganos con un ferocidad grotesca toda esta carnicería
reposaba sobre un inmenso charco de sangre. Mi mente no alcanzaba a procesar
que tipo de animal podía propinar un daño tan feroz.
Javier vomitaba compulsivamente al parecer había
pisado una bolsa de la cual salía un especie de arroz semi-digerido,
probablemente era el estomago, varias impulsivas arcadas se apoderaron de mi
abdomen, sentía como la boca se me llenaba de saliva pero aguante las ganas de
vomitar, levante la vista para contemplar el resto de la plaza.
Había charcos de sangre
por doquier y algunos cuerpos tirados en posiciones irregulares, como si fueran
los juguetes rotos de algún gigante demente.
Había visto películas
donde se presentaban sangrientos masacres y decenas de personas descuartizadas
de las maneras más morbosas que un ser humano pueda imaginar, pero esto dejaba
en pañales a cualquier superproducción de Hollywood, por más perturbadora que
fuera, no había comparación posible.
-Esto es demasiado-
susurre.
Javier jadeaba por el esfuerzo que le ocasiono
el haber vomitado toda su cena. Saboree inconsciente mi paladar -Vodka- pensé haciendo una muesca de asco.
-¿Qué clase de mierda es
esta?- pregunto Javier, con el rostro cubierto de sudor.
-No se men- manifesté
con expresión ausente.
Javier me miraba
suplicante, tratando de encontrar respuesta a toda esta locura, me seguía
hablando pero yo en cambio contemplaba
la plaza distraído, cavilando sobre las oscuras posibilidades que implicaban
este desastre.
-¡Mira! despierta te
estoy hablando- replico Javier al tiempo que chasqueada los dedos enfrente de
mi cara, haciéndome salir del trance hipnótico en el que me encontraba.
Por fin reaccione -¿Que
me decías You?-
-¡Coño! Pega’o te decía
que deberíamos subir para el cerro para ver cómo está la vaina por allá-
Pensé en la respuesta
que debería darle, pero por más que pensaba, más me desanimaba, ¿Qué me
aseguraba a mí que toda esta porquería no había alcanzado al 23 De Enero? el
barrio donde vivíamos.
¿Qué seguridad tenia de
que al llegar a mi casa no iba a encontrar a mi mama y a mi hermana muertas?
No creo que tenga la
fuerza suficiente para poder soportar la impresión que me causaría ver a mi
familia muerta.
No tenía la certeza de
saber, hasta donde había llegado todo esto, y ni idea de la magnitud de la
tragedia que estaba ocurriendo, no tenía idea de cuantas partes de la ciudad se
vieron afectadas por toda esta locura.
Iba a abrir la boca para
responder cuando centre mi mirada en la destrozada entrada de la iglesia.
Media docenas de brazos empezaron
a sobresalir de una pequeña fisura que dejo el camión cisterna, cuando impacto
con el portón de madera. Tal vez nos escucharon y buscaban al alguien que los
pudiera ayudar.
Es raro que no hayan
dicho ni una palabra para hacernos saber desde antes que estaban atrapados pero
con vida.
-¡Mira loco! Hay más
gente ahí, vamos ayudarlos- exclamo Javier.
Al instante Javier se
encaramo en la cisterna para echar un vistazo en el interior, mientras yo tome
la mano de uno de los supervivientes para calmarlo.
-Tranquilo, señor ya los
vamos a ayudar, no se preo…-
Me quede estupefacto al
observar con detenimiento que otra de las manos tenía un dedo totalmente descarnados.
Podía ver como el hueso del dedo índice tenia restos de sangre y carne, también note lo terriblemente fría que estaba
la mano que había estrechado.
De repente la
persona a la cual la había tendido la
mano empezó a jalarme con brusquedad, dos más me agarraron por el brazo y
empezaron a tirar del mismo con tal violencia como si su vida dependiera de
ello.
-¡Ey! Cálmenla, ya va,
¿Qué coño les pasa?- grite nervioso.
Jale con todas mis
fuerzas con desesperación pero no podía liberarme, en ese momento Javier salto
de donde estaba para ayudarme, los dos tiramos con fuerza y al fin pude zafarme.
Note que Javier tenía
los ojos abiertos como platos, su rostro estaba terriblemente pálido. Me señalo
con la mano temblorosa hacia el lugar donde se había montado, mientras balbuceaba
palabras inconexas.
-Sangre, muertos, ¡mucha
sangre!- alcance a entender de lo que decía Javier, temblando como jamás lo había visto.
Decidí subirme encima de
la cabina de la cisterna, para echar un vistazo dentro de la iglesia.
No podía creer toda la
depravación que contemplaban mis ojos. En el interior de la iglesia se había
llevado a cabo una carnicería. Donde fijara la vista, podía ver una mezcla de
sangre, extremidades amputadas y entrañas humanas tiradas en el suelo de
cualquier manera y en cantidades iguales.
Pero el terror no conoce límites, ya que el
punto principal de esta locura lo ponían las personas que aun se encontraban en
pie. Estaban cubiertas de sangre de pies a cabeza, con horribles heridas en
algunos casos mortales.
Un hombre de edad
avanzada se arrastraba ya que le faltaban las piernas dejando un reguero de
sangre a su paso. Una chica de unos 16 años le faltaba una mano, y unos de los
globos oculares le guindaban a la altura de los labios. Otra joven; tal vez de
unos 25 años, tenía la cara totalmente desfigurada, la piel había sido
arrancada dejándola sin boca y sin nariz, solo una sonrisa macabra.
Creí que había visto
todo, cuando me fije en un grupo que estaba en el extremo más alejado de la
iglesia. Eran Nueve personas reunidas en un semi-circulo, todas estaban
agachadas, trate de ver que es lo que estaban haciendo.
¡Estaban devorando las
entrañas de un hombre! Habían rasgado el abdomen del pobre desgraciado y lo
estaban devorando con la ferocidad que un depredador africano ataca a su presa.
Me baje de la cabina de un salto para cubrir el vomito de mi amigo con el mío.
El asco y las nauseas eran
insoportables. Las arcadas eran
violentas, mientras un sudor frio formaba gotas en mi frente que de cuando en
cuando caían, para unirse a la pasta semi-digerida que fluía de mi estomago.
Mientras violentas
arcadas oprimían mi estomago, por mi mente pasaban una vorágine de
pensamientos; que trataban de darle un sentido coherente a toda esta pesadilla.
Personas cometiendo actos de canibalismo, rostros vacíos, muertos, sin
expresión alguna y sangre por doquier.
Tanta muerte, tantos
desastres inexplicables y la total ausencia de respuestas por parte de las
autoridades, me llevo a concluir que esto era el final del mundo tal y cual
como lo conocía. Jamás superaría esto, todo lo que había visto me perseguiría
por el resto de mis días; sería un trauma que cargaría por siempre. Sentí que
algo dentro de mí se quebró, mientras la rabia y la desesperación bullía en mi
cabeza de forma alocada. Me lleve las manos a la cabeza, sentía como si mi
cerebro se estuviera hinchando y fuera a estallar. En el punto más agudo de la
desesperación que sentía, de repente todo se calmo, desapareció la presión en
mi cabeza junto con toda las sensaciones que sentía.
Me incorpore mientras limpiado los restos de
mi boca, con el dorso de la mano. Estaba resignado, las cosas están torcidas de
modo irremediable y no había nada que yo pudiera hacer, tenía que aceptar las
cosas tal y como vinieran de ahora en adelante.
-¡Menor! No seas
malpega’o, vámonos rápido para el barrio- exclamo Javier, totalmente espantado.
-¿Para el barrio?-
pregunte con desdén -¿para cual barrio Javier? ¿Acaso crees que toda la peste
que jodio a esta gente, no llego ya hasta donde nosotros vivimos?-
-No importa tipo-
respondió Javier -No sabremos nada hasta que no lleguemos hasta la casa, así
que vamos a darle rápido, mira que falta poco para que amanezca-
-Yo no voy, dale tu-
dije casi susurrando las palabras.
-¿Como que no vamos
menor? Pregunto Javier asombrado -¿es que no te importa ver como esta tu mama y
tu hermana?-
-Yo no voy- repetí.
-¡Coño! Déjate de
mariqueras menor y vámonos-
-¿¿¿Eres sordo o
retrasado???- grite con rabia -Te dije que no voy y punto. No voy para mi casa,
si quieres vete tú, no cuentes conmigo- No soportaría ver a mis seres queridos
muertos o convertido en uno de esos bichos, sean lo que sean, pensé.
-Chamo tú estás loco, de
pana- respondió Javier, se notaba que mi respuesta le había afectado. -Pero
bien, no te voy a obligar a que te llegues, asume tu barranco-.
Me quede parado viendo
como la única persona que consideraba un amigo se alejaba por las aun oscuras
calles. Lo más probable es que esta fuera la última vez que lo vería.
Los constantes gemidos
de la gente que estaba dentro de la iglesia, me sacaron de mis reflexiones, así
que me dispuse a buscar algo con que defenderme, me puse en camino hacia la
carpa de la guardia nacional que estaba en el otro extremo de la plaza; tal vez
si corría con suerte podría conseguir algún arma.
Corrí tan rápido como me
lo permitían las piernas. El frio de la madrugada era insoportable, además el
hecho de estar completamente mojado no ayudaba en lo más mínimo. Al fin llegue
a la carpa, entre, revolví todo el lugar, un reguero de papeles decoraban el
piso, en una esquina habían varios cascos, algunos escudos antimotines, varios
chalecos antibalas y un par de chalecos porta cargadores, pero ni una maldita
arma.
Busque por todo el
lugar, hasta que concluí que no había nada con que defenderme, lo único que
cogí de utilidad fue un chaleco porta cargadores, me vendría bien seis
bolsillos extras.
Salí de la carpa,
pensando en cuál sería mi siguiente movimiento, cuando un ruido capto mi
atención. Una serie de murmullos inentendibles provenían del otro de la calle,
crucé corriendo y me acerque a una robusta puerta tipo Santamaría.
Había personas vivas ahí
adentro, al parecer discutían, aunque no entendía de qué hablaban. Decidí no
mezclarme con aquel grupo de extraños. Me dispuse a seguir calle arriba, pero más
adelante, aproximadamente unos trescientos metros de distancia, se encontraba
un nutrido grupo de esas cosas; desde mi posición podía distinguir como sus ropas
estaban completamente teñidas de color rojo. Rojo sangre.
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