jueves, 22 de diciembre de 2016

La Mente De Un Escritor

 Nunca me he considerado un escritor, creo que me falta muchísimo para hacerme acreedor de tal titulo, pero lo puse en el nombre de la entrada, para darles una idea de las cosas que pasan por mi mente mientras escribo la historia.

 "Todos: Esclavos De La Muerte", es como una gran rompecabezas en el cada capitulo equivale a una pieza, pero en mi mente cada pieza esta en completo desorden, es mas, la pieza cambia a cada momento de forma y de tamaño, porque un día puedo pensar en una manera en el que los protagonistas, pasen por una situación "equis" pero al siguiente esa situación pase de "equis" a "ye" o "zeta" también puede que, al mismo tiempo cada pieza puede estar en un presente o en un futuro, una ejemplo de esto es la primera historia que escribí, el capitulo extendido de "Sentimientos Muertos" que se desarrollaba muchos meses después de "Todos: Esclavos De La Muerte".

 En fin, la historia como tal, esta en constante cambio y solo deja de cambiar hasta que sale publicada aquí, cuando pienso que puedo dar por terminado el capitulo, después de corregirlo, revisarlo y volverlo a revisar. Pero siempre me enfrento a un problema, nunca me termina de gustar, siempre pienso que pude haberle quitado o agregado algo. Siempre creo que pude haberlo escrito mejor. Pero si me empeñara en ´perfeccionar los capitulo, nunca los publicaría y no hubiera pasado del capitulo 1.

 Otro dilema al que me enfrento, es que a pesar de que tengo muchísimas ideas y siempre se me están ocurriendo nuevas, en mucha ocasiones me cuesta buscar las palabras adecuadas para expresarlas, he aquí un ejemplo de lo que quiero decir:




Este es un vídeo es de Parkour, una disciplina que practica tanto en mi historia, como en la vida real uno de los protagonistas, Eliezer es su nombre. Le he preguntado mucho sobre el tema, el nombre de algunas de las cosas que hace, como es la manera de hacerlo, cuales son las cosas mas básicas, etc.. Y a pesar de que me las explica de manera que pueda entenderlas, me cuesta muchísimo describirlas y usar las palabras adecuadas para que el lector las entienda, para que se las imagine y llegue al extremo de sentir la adrenalina del momento. Algo parecido a lo que sucedió con Edward, lucho de manera desesperada mientras los zombis lo rodeaban, mientras su cuerpo empezaba a sufrir los síntomas del cansancio, por ultimo un zombi lo derribo y ¡paf! lo mordió. Pienso que en la manera en que lo escribí causo algo de angustia o de ansiedad mientras lo leían, quisiera transmitir ese tipo de emociones cuando escriba sobre el tema del Parkour y de Eliezer.

 Los párrafos anteriores a excepción de algunos pequeños cambios que le hice y de incluir el video, son parte de una entrada que escribí hace años, cuando estaba mas activo con mi Blog. Ahora que esta a punto de terminar el 2016 (en el momento en el que estoy escribiendo esto) solo tengo algo que agregar:

 He vuelto.


miércoles, 3 de septiembre de 2014

Actualización del Blog

No, mi Blog no está muerto, tampoco me canse de escribir y mucho menos he perdido la inspiración o me faltan las ideas, sencillamente no he podido escribir porque no tengo computadora, lamentablemente, la que tenia, no aguanto mas y murió, cabe destacar que tuve muchos problemas con esa computadora, ya que no podía siquiera abrir Word sin que se me apagará, con decirles que el capítulo 17 tuve que escribirlo en un procesador de texto de un programa traductor.

Estaba pensando en adquirir una tablet, pero no se que tan cómodo sea escribir en una pantalla táctil, claro!  También están los teclados conectados por Bluetooth , pero no son precisamente baratos y menos las tablets. Lo cierto es que necesito urgentemente un CPU nuevo, o mejor dicho, un equipo nuevo, pero no consigo uno que sea accesible, y donde se consiguen baratos nunca hay, y las raras veces que si hay desaparecen en cuestión de nanosegundos.

Pese a este sombrío panorama, haré todo lo posible por seguir escribiendo, y tengan por seguro, que a pesar de que no tengo donde escribir, antes de que termine el año, podrán leer aunque sea hasta el capítulo 20 las desventuras de Edward Steward y compañía.

domingo, 6 de abril de 2014

Capitulo 17 En Nombre de Dios

Los restos de lo que había sido un hombre despertaron bajo un gran montón de ruinas calcinadas. Un ser sin conciencia de su existencia, sin conocimiento de su razon de ser. Todo volvía en pequeños fragmentos, preguntas, respuestas, ideas, recuerdos, pensamientos ¿Qué soy? ¿Quien soy?

Intento moverse pero fue inútil, su cuerpo estaba marchito, consumido por ¿Fuego? ¿Estoy vivo? ¿Quien soy?

-Tu falta de fe te perdió-

-¿Quien eres? ¿Dónde estas?-

-Soy principio y fin, el alfa y omega, estoy en todas partes y en ninguna a la vez, tú sabes quien soy pero ¿Sabes ahora quien eres tú?-

-Si, ahora lo se-

-Eres mi roca, heraldo de la destrucción. Mi ángel de la muerte, caminaste por valle de sombra y de muerte, pero aun no ha llegado tu tiempo, aun te quedan obras por hacer en el mundo-

-Ya no hay nada que pueda hacer, no tengo fuerzas, no tengo poder para cumplir tu voluntad-

-¿Acaso no recuerdas mi palabra? ¿No lo recuerdas? La fe mueve montañas, asi que levántate y anda-

Una mano calcinada afloró hacia la superficie, seguida de un hombro. Otra mano salio y empujo el resto del consumido cuerpo hacia la superficie, un cuerpo ennegrecido y reducido por las llamas, mas que cuerpo, era solo piel quemada pegada a los huesos. Cualquier espectador consciente concluiría presa del terror, que el infierno abortaba desde sus entrañas  a un ser de pesadilla.

Por fin el cuerpo se libero de su prisión terrenal y se arrastro entre los escombros, ya que carecía de piernas, era poco mas que un torso sin cabeza ni ojos, pero a pesar de sus limitaciones tenia claro el camino que debía seguir.

-¡Yo te cree a mi imagen y semejanza!- trono la voz en el interior de su ser -Te ordeno que te levantes ¡Levantate y anda!-

Entre el medio de sus hombros, comenzaron a aflorar huesos, músculos, nervios y arterias, un cráneo empezó a tomar formar por fuera y por dentro, un cerebro comenzaba desde la nada a crearse, De lo muñones retorcidos de sus piernas, igualmente comenzaron a formarse, músculos, huesos, articulaciones, venas, y por ultimo una piel deformada, donde se hacían visibles vasos capilares y demás venas cubriendo ambas extremidades. El cambio no acabo ahí, ya que en igual medida su cuerpo comenzó a restaurarse, haciendo crecer sus músculos, reducidos por el fuego, reparando sus huesos fracturados y pigmentando el color de su piel. Dos globos oculares carentes de parpados, volvieron a percibir el mundo, el color y la textura de la realidad.

Una criatura deforme había salido de la tierra, ahora un hombre completo se ponía en pie.

-Has sido bautizado con fuego y has renacido como criatura nueva. Ahora la muerte no tendrá poder sobre ti, seras tu quien la domine, ya que he posado sobre ti mis ojos, y te considerado digno de portar mi poder y hacer prodigios sobre el mundo en mi nombre-

No había duda en su interior, pues el creador de todas las cosas le había puesto en pie. Le había rescatado del oscuro abismo de la muerte, para que cumpliera sus designios.

-Ahora ve, pues sabes cual es tu propósito y mi voluntad. Que nada ni nadie se interponga en el camino que he trazado para ti, y quien ose intentarlo sufrirá nuestra ira-

Y obedeciendo el mandato, avanzo presto a cumplir su misión.

El sol se alzaba en lo mas alto indicando que ya era mediodía, cuando escucharon un rugido estremecedor que sobresalía entre el mar de gemidos.

-¡¡¡Uish yjuemadre, corra parcero!!!- exclamo alarmado Jairo al ver al zombi vestido con el uniforme de policía, que salía corriendo de la estación del metro de Plaza Venezuela.

-¡Virgen santa! Este corre- señalo David como si no fuera evidente.

Ambos emprendieron a la carrera seguidos del zombi corredor, secundados de mas de una centena de zombis “normales” que los venían siguiendo desde la salida del parque Los Caobos. Habían sobrevivido durante una semana, refugiados en uno de los museos de la entrada del parque. Su único sustento habían sido las chucherías, que habían recolectado en las cercanías y también parte de las despensas, de un carro de perros calientes abandonado.

En el museo se habían quedado cuatro personas, una pareja de ancianos y dos mujeres que se habían negado a abandonar su refugio, las otras seis personas, cinco hombres y una mujer se arriesgaron a salir y prometieron volver con ayuda, casi a la salida del parque, habían sido emboscados por una veintena zombis. Solo David y Jairo habían logrado salvar el pellejo.

Dejaron atrás a los zombis y siguieron avanzando a paso vivo hacia Plaza Venezuela, pero a medida que avanzaban iban saliéndole al paso, mas y mas zombis, que se unían al grupo.

-No puedo mas Jairo, tengo una puntada en la barriga- gimió David.

-Corra hermano- le soltó Jairo con el acento característico de las personas procedentes de Colombia -Si lo agarran se lo comen-

-Metámonos en ese carro, lo prendemos y dejamos atrás a estos bichos- agrego David señalando un Hiunday rojo, que se encontraba a treinta pasos de distancia, con las cuatro puertas abiertas.

-Yo no se manejar mano ¿Y si no tiene las llaves? ¿O si no prende?-

-Tranquilo, yo se manejar y se como prenderlo si no tiene las llaves- respondió David.

Llegaron al auto, David se monto del lado del conductor -Cierre las puertas- indico.

-¡Vio! ¡Vio! No tiene llaves, ojalá lo pueda prender- contesto nervioso Jairo mientras se apresuraba a cerrar las puertas y pasarles el seguro.

-Préndalo pues, mire que ya llega el verraco corredor- le insto Jairo a David mientras miraba nervioso como el zombi acortaba la distancia que los separaba dando grandes zancadas y alaridos salvajes.

-Espérese un momento- respondió David mientras manipulaba los cables que se encontraban bajo al tablero.

-¿Pero porque tarda tanto no juegue?- pregunto al borde de una crisis nerviosa Jairo.

-¡Coño es que no se cuales son los cables que hay que cruzar! No me recuerdo bien de la película- protesto David.

-¿¿¿Qué??? Me esta diciendo que quieres prender el carro porque lo viste en una película, usted si es mucho bruto, hijo de la gran...-

Un impacto en el vidrio de la puerta del copiloto dibujo una telaraña de grietas.  El corredor rugió y procedió a golpear nuevamente el vidrio.

El brazo del zombi atraveso el vidrio y agarro a Jairo por el cuello. Jairo se debatió para librarse del agarre del zombi, alejo la mano que tenia varios dedos aplastados de su garganta, y sostuvo el brazo como si de una serpiente venenosa se tratara. El corredor cambio la táctica y paso a darle cabezazos al vidrio para aumentar el diámetro del agujero que había abierto en la ventana.

Jairo continuo su encarnizada lucha contra el brazo del corredor, mientras David se limitaba a contemplar horrorizado la lucha. De repente sintió que sus esfínteres se aflojaban, y un líquido caliente comenzó a manar desde su entrepierna y mojar sus pantalones y el asiento.

-¡Abra la puerta mongólico!- grito Jairo, acto seguido hizo palanca con al puerta para partirle el brazo al corredor, pero aun con el brazo fracturado mas abajo del codo, ni su fuerza ni su empeño disminuyeron.

David pareció reaccionar al grito de Jairo y se apresuro a abrir la puerta y salir del auto, Jairo lo siguió no sin antes mojarse el pantalón con el pozo de orines que David había dejado.

Antes de que Jairo pudiera reaccionar, el corredor se le echo encima agarrándolo por los hombros. Antes de que pudiera morderlo en la garganta, David lo agarro por el cuello, en un vano intento de estrangularlo.

El corredor lanzo un alarido cargado de furia y se revolvió alternándose, entre agarrar a Jairo e intentar liberarse de la llave que le había hecho David, propinándole violentos codazos. Pero el miedo incentivo a David a no soltar a su presa. Sabia que si lo hacia, ambos morirían destrozados.

A todas estas Jairo echo un rápido vistazo a su alrededor en busca de algo con que hacerle frente al corredor. No tardo en dar con lo que buscaba, una tonfa que yacía al lado del cadáver hinchado de un guardia nacional en la acera a mano derecha.

-Aguante un pelo hermano- le dijo a David cuya cara empezaba a enrojecer por el esfuerzo.

Corrió y tomo la tonfa haciendo caso omiso del putrefacto olor que despedía el cadáver, y de los líquidos viscosos que impregnaban la tonfa. Algunos minúsculos gusanos pálidos que se aferraban a la tonfa, murieron aplastados bajo su mano.

Se puso de pie para ir a socorrer a David pero los demás zombis, los lentos casi se le echaban encima. No le daría tiempo de acabar con el corredor, sin que el centenar de zombis los rodearan.

-Ayúdeme Jairo, rápido- gimió David casi sin aire, sin ser consciente de lo cerca que estaba la horda a la que les daba la espalda.

-Lo siento parcero- le dijo Jairo con la voz rota por la decisión que estaba obligado a tomar, y sin esperar a que David replicara salio corriendo.

Los zombis gimieron ante la proximidad de su presa y David volteo con el corazón en un puño, ese momento fue aprovechado por el corredor que se libero del agarre de David, y sin perder tiempo le clavo los dientes en el hombro arrancándole en la maniobra, una mas que generosa porción de carne, la sangre broto a presión de la herida y los demás zombis se excitaron al percibir el liquido carmesí.

Jairo escucho los alaridos de dolor de David y las lagrimas limpiaron de suciedad la piel por la que corrían. Jairo se esforzó en correr mas rápido en un intento de huir tanto de los zombis como de los sentimientos de traición. Tendría éxito solo en lo primero.

El Bulevar que conectaba Plaza Venezuela con Sabana Grande, no se encontraba libre de zombis, ya que había unos cuantos que vagaban entre los restos de cuerpos en proceso de descomposición y la basura, pero se encontraban lo bastante dispersos como para que Jairo se permitiera aminorar el paso.

Volteo para ver que tanta ventaja le había sacado a la horda que les había dado caza en la avenida. Ninguno de los zombis se había dignado a perseguirlo, se estarían cebando con el pobre de David.

-Gracias a que tu lo abandonaste- pensó.

Decidió dejar las recriminaciones para mas tarde y acelerar el paso, ya que habían aparecido varios zombis desde los pocos locales que estaban abiertos, dos cafeterías, una farmacia, una tienda de artículos de electrónicos y de una... -¿¿¿Pero que coño???-

De una tasca salio uno de ellos bailando, con una botella en una mano y un cigarro en la otra.

-¡Esta vivo! es un superviviente- reacciono -¡Ey! Parcero- le llamo.

El hombre que había salido de la tasca miro en su dirección y se acerco a paso vivo -¿Que´lo que causita, todo bien?-

-¡Ay! gracias al cielo que encuentro a alguien mas vivo, mucho gusto hermano, me llamo Jairo- Acto seguido le tendió la mano.

-Yo me llamo Franklin, papa. Y tu no estas pega´o como todos los demás- agrego estrechando la mano que le ofrecían. Jairo noto que a pesar del calor que hacia, Franklin tenia la mano sumamente fría.

Decidió hacer caso omiso al detalle inquietante de Franklin. Había problemas mas acuciantes que atender, por ejemplo poner distancia entre ellos, y los zombis que deambulaban por el Bulevar.

 Jairo se quedo estupefacto, los zombis que hacia unos instantes se habían centrado en darle alcance, ahora merodeaban en distintas direcciones haciendo caso omiso a su presencia. habían perdido el interés en perseguirlo.

Aun sin poder creerlo Jairo se acerco con cautela hacia uno de los zombis que se encontraba mas cerca, una joven rubia que tenia el cabello cubierto de costras secas de sangre, cojeaba levemente a causa de tener torcido en un ángulo irregular el pie derecho.

Jairo se acerco aun mas, y cuando se encontraba a escasos dos metros, la chica se estremeció como si fuera sido alcanzada por un rayo, y lanzo un gemido lastimero mientras volteaba y alzaba los brazos en su dirección. Jairo lanzo un gritito que sonó poco varonil y cayo sentado ante el susto que se había llevado. Y se arrastro a gatas en torno a Franklin.

-¿Que te pasa causa? ¿Estas facha`o?- le pregunto Franklin mientras una sonrisa burlona adornaba su cara.

-Corra hermano, el zombi... ¡Uysh hija ´e puerca!- exclamo Jairo de rodillas , la chica seguía su lento andar sin hacerle ningún caso, como si nunca lo fuera visto.

-Date un pase causa- le dijo Franklin ofreciéndole el cigarro que tenia
-Esta aliñado- agrego sin dejar de sonreír.

-Yo no fumo parce- respondió Jairo mientras se ponía de pie -¿A usted no lo persiguen los bichos esos?-

-¿Quienes? ¿Los mal pega´os esos? No que va, y ni que se les ocurra- dijo Franklin mientras se levantaba la camisa y dejaba ver un par de revólveres calibre 38.

-¡Hermanito! ¿De donde saco eso?- exclamo Jairo señalando las armas de Franklin con la tonfa.

-¡Jajajaja! se lo robe a un chiguire por el barrio, Andaba mal pega`o y lo asalte- Agrego Franklin -Y eso no es nada, no has visto las bichas que porto en el bolso, ¡Uhm! hablando de eso, achantala un pelo-

Franklin se quito el voluminoso bolso que llevaba en la espalda y lo coloco en el suelo, Jairo pudo ver de reojo, algunos paquetes verdes y unas bolsas con un polvo blanco. Franklin saco un pitillo de un envase de leche en polvo, donde había una gran cantidad de estos, le corto una punta con una tijera que llevaba en su extraño equipaje y deposito el contenido en el dorso de su mano cerca del dedo pulgar. Jairo no hizo pregunta alguna cuando Franklin inhalo el polvo blanco, con la misma naturalidad que un niño comería un caramelo.

-¡Uff ta` bueno vale!- exclamo mientras seguía inhalando el polvo -¿Seguro que no quieres menor?-

Jairo negó con la cabeza enérgicamente con la cabeza sin mencionar palabra alguna.

-Dale pues, pero no me vas a despreciar un trago ¿Verdad causa?- pregunto Franklin ofreciéndole la botella.

Jairo agarro al botella de contenido cristalino "Anis Cartujo" decía en la etiqueta. Se empino la botella y dio un largo trago, sintió como el liquido dulce y caliente bajaba por su garganta y quemaba su estomago, sintió como las nauseas se acumulaban en su interior. Dio la media vuelta y vació en el piso el escaso contenido de su estomago.

-¡Jajajaja mamaguevo! ¿No aguantas la pela?- le interrogo Franklin carcajeándose mientras se limpiaba de la nariz los restos de cocaína.

Jairo no hizo caso del comentario burlón, estaba ocupado controlando las arcadas que daba su cuerpo, pero ya no tenia nada que expulsar, solo le salía un baba espesa.

Franklin se acerco a Jairo y le dedico una mirada escrutadora al vomito  -¡Ah! pero con razon causita, no has comido un coño, me fueras dicho antes, llegate vamos a buscar algo que papear- Franklin le quito la botella y le indico que lo siguiera.

Dio la media vuelta y sin querer, Franklin piso un pequeño trozo de carne descompuesta que estaba en el suelo.

-¡Coño`e su madre me embarre de mierda- exclamo.

Jairo sintió de nuevo arcadas pero esta vez se contuvo. Franklin froto el zapato contra el suelo limpio y reanudo la marcha.

-Esta vaina me recuerda a una rumba de unos quinces años por allá  por el barrio- comenzó Franklin -Estaba en la casa de la menor, se llamaba Yuleisy creo, ese día andaba con cabeza`e budare y el pata`e cabra, tabamos vacilándola y de repente llego el negro Caraota mas blanco que un papel Jajajaja- Franklin hizo una pausa mientras reía.

-Bueno si, el bicho llego a avisarnos que el menor Yonaike que era culebra del pata`e cabra, venia por la redoma con un combo a entrompar en la fiesta,  le habían pasado el dato que pata`e cabra estaba en la rumba y venia por el. Bueno el Caraota no había terminado de hablar cuando Yonaike se apareció en la puerta con par de bichas en las manos y seguido de cuatro menores que también eran hampa-

Franklin hizo gestos en las manos cerrando los dedos y extendiendo el dedo medio e indice -Bueno causa, se armo la san pablera, Yonaike y su combo empezaron a disparar, el pata`e cabra saco una metra de no se donde y el cabeza`e budare entrompo con un nueve, yo saque mis dos Glock peine pa` fuera, y sin creer en nadie le metí selector a esa mierda y bueno compadre.

Franklin dio una larga calada a su cigarrillo hasta quemar parte del filtro, lo arrojo a un lado y contuvo el humo cerca de 20 segundos, luego lo expulso en medio de un fuerte ataque de tos. Jairo vigilo en todas direcciones temiendo que de un momento a otro, los zombis que había por los alrededores se les echaran encima, pero ninguno dio muestras de notar el escándalo que Franklin estaba armando.

Indiferente a todo, Franklin procedió a darle un trago a la botella de anis y continuo avanzando sin continuar su relato. El silencio se prolongo por algunos minutos.

-¿Y que paso después hermano?- agrego por fin Jairo.

-¿Eh? ¿Que paso de que?- Franklin le dedico una mirada extraviada como si hubiera notado su presencia de repente -¡Ah! Si ¡Mierda! Me quede pegado-

-Bueno, se armo la plomamentason- Franklin empezó a gesticular de manera frenética como si estuviera disparándole a enemigos imaginarios y evitando a la vez sus ataques -¡Pla! ¡Pla! ¡Pla! ¡Pla! ¡tracatracatraca! le vacié el coco a uno de los menores, cabeza`e budare cayo encima de una mesa y le pego un tiro sin querer, a un tío de la quinceañera, Pata`e cabra le descargo el peine a los otros tres menores, pero Yonaike le dio matarile con un coquero, pero yo le escoñete las piernas y por ultimo  le di un coquero también.

Dejo de gesticular y continuo con su relato -A mi me dieron par de pepazos en el hombro, pero salí bien del beta. Había un reguero de muertos y de sangre por todos lados burda`e boleta, las tipas gritaban y lloraban, y los hombres corrían a ayudar a todo aquel que podían. Hasta la menor llevo del bulto, le dieron un pepazo en el ojo y se lo vaciaron. Yo me perdí de ese evento y me llegue hasta el modulo de los cubanos, para que me curaran y ver si tenia algo roto. Por suerte las balas entraron y salieron sin joderme ningún hueso-

Jairo dejo de prestar atención al relato de Franklin, estaba absorto en el desolado paisaje que les rodeaba. Era increíble como el bulevar de Sabana Grande, antaño lleno de actividad, de ruido y de personas, se encontrara ahora tan solitario (exceptuando a los escasos zombis que merodeaban de aquí para allá) y callado. Lo único que había en abundancia era basura por doquier, moscas, y ruinas putrefactas de seres humanos.

Eso era lo peor, los restos de personas cubiertos por un nutrido grupo de moscas y gusanos. Sin darse de cuenta Franklin y Jairo llegaron a un Farmatodo con la Santamaria a medio cerrar.

-Vamos a entrar aquí menor- dijo Franklin -Aunque sea pa` cuadrar unas chucherías y unos frescos.

Jairo entro seguido de Franklin al Farmatodo que por fortuna, esta despejado, no había nadie adentro. Nada mas entrar, a mano derecha había un cajero electrónico del banco Provincial, el local estaba divido en cuatro pasillos, en el que los primeros tres no había nada comestibles, solo cremas, tintes para el pelo, desodorantes y demás artículos de higiene personal, en el ultimo pasillo a mano izquierda, dieron con los que buscaban, Doritos, papas Rufles, galletas Oreo, todo en empaques tamaño familiar.

Jairo se abalanzo sobre los empaques de Doritos, abrió uno de tamaño extra grande y empezó a devorar su contenido, mientras que Franklin examinaba la estantería de bebidas y se decidió por un Red Bull. A pesar de no contar con energía eléctrica, el Farmatodo estaba bien iluminado, gracias a la gran cantidad de luz solar que entraba por las vidrieras que rodeaban el lugar.

-¡Agh! Esta caliente- se quejo Franklin. Jairo abrió una Pepsi de lata y bebió con avidez pues se estaba atragantando con los Doritos. Sin importarle que estuviera a temperatura ambiente, apuro el contenido y abrió una segunda lata y la acompaño con una bolsa de papas sabor a queso. Jairo paso la siguiente media hora sentado en el suelo, devorando todo lo que estuviera a su alcance

-¡Verga menor! tenias el hambre retardada exclamo Franklin al ver que Jairo abrió la tercera bolsa de papas.

-Tenia una semana encerrado en un museo del parque Los Caobos, comiendo racionado, hermano- Respondió Jairo, mientras masticaba con desgana. Ya estaba satisfecho.

-¿Estabas tu solo en ese beta?- pregunto Franklin.

-¿Como dice parce?-

-Que si estabas solo en el museo menor- aclaro Franklin.

-No, en realidad estaba con diez personas- contesto abatido recordando el destino del pobre de David. Era un buen hombre a pesar de ser un poco bruto. No merecía haber muerto asi.

Un sonido proveniente de la Santamaria los alerto, ambos se pusieron de pie, pero no vieron nada, ya que la estantería les bloqueaba la vista de la entrada y el exterior.

Caminaron en dirección hacia el sonido. La tonfa de Jairo temblaba visiblemente en sus manos, por su parte Franklin caminaba de manera despreocupada. Alguien estaba subiendo la Santamaria.

Jairo quedo perplejo al ver como la avenida Casanova y las calles que confluían en la misma, estaba repleta de no muertos. Pero enseguida sus ojos se posaron en el extraño que había echo el ruido al entrar.

Era un nombre de edad avanzada, estaba impecablemente vestido de traje y corbata, llevaba puesto un sombrero negro de ala corta, bajo el cual se adivinaba una gran calvicie y unos lentes de sol oscuros, podría decirse que trabajaba en un compañía con un cargo importante, pero no encajaba con el ambiente imperante  y la situación, estaba totalmente fuera de lugar.

-¿Que lo` que jefe? ¿Pa` donde la lleva?- Pregunto Franklin de manera despreocupada.

-Ustedes serán mis aliados, en esta nueva era que esta a punto de empezar, pues desencadenaremos la guerra mas grande que el mundo haya visto jamas.

Tanto Franklin como Jairo quedaron sorprendidos por el mensaje que les soltó el anciano, no por el contenido sino por la forma, porque a pesar de que escucharon perfectamente, en ningún momento los labios del recién llegado se movieron.

El anciano se quito los lentes dejando al descubierto unos ojos sin parpados, una sonrisa se dibujo en su rostro. Afuera los no muertos esperaban pacientemente, movidos por una orden invisible.

lunes, 3 de febrero de 2014

Capitulo 16 Polvo, Sudor y Sangre

El hedor. Siempre el hedor.  Omnipresente. Día y noche. El olor de la muerte, de cuerpos en descomposición que eran el festín de gusanos. Delinger observo como el pobre diablo con las piernas destrozadas, se arrastraba incesantemente por el pequeño parque que se encontraba frente a su edificio. A veces se detenía como si hubiera escuchado algo para luego, volver a arrastrarse de nuevo. Delinger dedujo que quizás seguía algún patrón, ya que no se salía del parque, siempre vagaba por la misma zona, como si buscara algo, como si hubiera algo que le dijera que tenía que permanecer ahí.

Algo parecido pasaba con los dos que estaban en la cancha de Básquet, solo que estos no se movían. Llevaban días en la misma posición, sin siquiera mover la cabeza, si no fuera por el ligero bamboleo que tenían, parecido al de un borracho, Delinger hubiera jurado que eran estatuas, unas macabras estatuas con el abdomen destrozado y reposando sobre un pedestal compuesto por un gran charco de sangre, ya seca después de varios días al sol.

-Tenemos que salir de aquí, ya no nos queda comida- pensó Delinger angustiado.

Ya llevaban una semana encerrados en el apartamento. No habían salido pensando que todo lo que estaba ocurriendo, era algo pasajero, algo que después de un tiempo se solucionaría. A pesar de las dos personas que mato. Atestiguaría que fue en defensa propia, que ellos lo atacaron a el… Quizás no sea el único caso que las autoridades tendrían que atender.

Quizás al día siguiente lo llamarían del trabajo para que ayudara a resolver la situación, quizás habría algunos disturbios, protestas, muchos negocios saqueados, pero todo terminaría por calmarse, días después todo volvería a la normalidad, saldría con Noretza a almorzar o a cenar y hablarían de los comos y los porque, y a la final como termino por resolverse todo, hablarían del susto que había pasado ella, esperando a que el volviera del trabajo. Sería una anécdota que le contaría a su hijo.

-Eso pasó antes de que tú nacieras, fueron unos días feos-

-¿Y tu saliste a la calle papa?- diría su hijo -¿Y no te dio miedo? ¿Que hizo mi mama?-

Pero la realidad era muy distinta. Nada se había solucionado, nada había salido como el había esperado. Tuvo un atisbo de esperanza al cuarto día, cuando los teléfonos celulares volvieron a funcionar, aunque las funciones de Internet seguían aun inactivas.

Llamaron a cada uno de sus familiares, amigos, conocidos, al trabajo, inclusive llamaron a algunas de las personas que tenían en sus respectivas agendas de contactos, que habían olvidados quien eran. A ese tipo de gente que te da su numero telefónico y nunca llamas, o solo le haces una única llamada y después olvidas que existen, en todos los casos la respuesta fue la misma, siempre salía la voz automática de la contestadora.

También llamaron a los números de emergencia, bomberos, policía, protección civil, guardia nacional, pero nadie contesto. En su desesperación hasta llamaron al servicio de atención al cliente de Digitel, solo para encontrarse con la odiosa voz automática, y cuando elegían la opción de hablar con un operador, esperaban pacientemente mientras escuchaban la música de fondo o las promociones y planes que ofrecían, hasta que se dieron por vencidos. Estaban solos.

Delinger reflexiono confuso y aterrado que si eran los únicos seres vivos, dentro de algunos meses perdería a Noretza o a su hijo, cuando ella estuviera en los labores de parto, quizás perdería a los dos si no encontraba las instalaciones apropiadas, para que ella diera a luz. Estaba seguro de que podría atender el mismo el parto, ambos tenían los conocimientos necesarios, pero mil cosas podrían salir mal ¿Y si ella necesitaba cesárea? O si el niño venia de pie y no de cabeza, el cordón umbilical podría enredarsele en el cuello. Las probabilidades de desastres eran enormes.

Pero el entregarse a la desolación, al desespero, no era una opción, tenía que ser fuerte. Fuerte por los dos ¡Perdón! Por los tres.

Escucho varios golpes en la puerta del apartamento de al lado. Eran sus vecinos -Esos ya no son mis vecinos- se corrigió mentalmente -Son esas cosas, son esos...- en realidad ¿Que eran ellos? ¿Zombis? Parecía una estupidez digna de un loco, pensar que fueran zombis, pero la realidad, la maldita y odiosa real, se lo afirmaba constantemente, se le metía por los ojos, invadía sus oídos diariamente con gemidos aislados, y el olor ¡Uff!

A veces despertaba en medio de la noche, y por unos preciosos segundos pensaba que todo era una pesadilla, que los sucesos de principio de semana habían sido una horrible pesadilla, pero el olor le recordaba que todo había pasado en verdad, que sus vecinos lo habían atacado y tuvo que matarlos, eran ellos o Noretza su hijo y el. Y dios sabía que haría lo que fuera necesario, para mantenerlos con vida. Aunque eso no evitaba que tuviera remordimientos de conciencia.

A veces tenia pesadillas, donde volvía a ese día solo que los sucesos cambiaban, ellos atrapaban a Noretza y le hacia todo tipo de cosas macabras, mientras el observaba impotente, incapaz de moverse, de hablar, de hacer algo. Pero para mal o para bien ellos estaban muertos y el estaba vivo.

Entro a su apartamento y cerró la puerta con llave. Vio a Noretza en la cocina revisando los gabinetes.

-Se que aun nos quedaba un lata de atún- dijo afligida -Se que esta por aquí, en alguna parte, no los vamos a comer con la galleta de soda que nos queda-

-Noretza- dijo Delinger en voz baja -Ese atún no los comimos hace dos días-

-Si papi, pero había otro más, debe de estar por aquí-  cerro los gabinetes y busco dentro de la nevera, donde sabía perfectamente que solo encontraría agua, igual que las otras dos veces que reviso.

-Noretza-

-Está por aquí, espera un momento-

-¡Noretza!- dijo Delinger levantado la voz.

Ella volteo, dándose por vencida, No había nada más que buscar. No tenían mas comida.

-Dime, papi- le respondió ella cabizbaja.

Él le rodeo con la mano debajo del mentón, y le hizo levantar la cara cariñosamente -Tengo que salir, voy a buscar comida- Añadió decidido.

-¡Estas como loco!- exclamo asustada y furiosa a la vez -Tu de aquí no te mueves, no me vas a dejar aquí sola- acto seguido lo abrazo y comenzó a llorar en silencio.

 Delinger le correspondió el abrazo y percibió como ella temblaba. Sintió la humedad de sus lágrimas en su pecho. Eso no hizo más que aumentar su decisión de salir -Tengo que conseguir comida- Le puso las manos en el abdomen, que tenia una leve curvatura de un mes y medio de embarazo -Para los tres- agrego.

-No papi, por favor, no salgas, yo no tengo hambre, no hace falta que salgas, por favor, no- esbozo una sonrisa nerviosa y se limpio las lagrimas rápidamente -Estoy bien mi gordo, de verdad-

-Tienes hambre- no era una pregunta, era una afirmación -No me puedo quedar aquí cruzado de brazos, viendo como mi mujer y mi hijo se consumen, tengo que salir a buscar comida para ambos. Puede que consiga a otras personas también-

Ella se aparto de él y le dio un empujón -¡Ah! está bien, dale, sal a que te maten, mientras yo me muero aquí de la angustia- le respondió Noretza con rabia.

-Ya lo decidí, voy a salir te guste o no- las palabras de Delinger fueron duras, pero sabía que no tenía otra opción.

-¡Arrecho el amigo, no! Pues ya vas a ver- Noretza no permitió que Delinger replicara, salió de la cocina y se dirigió al cuarto de ambos. Salió con su casco puesto -Vamos a ir los dos- agrego decidida.

-Nore, no puedes ir conmigo, estas embarazada-

-Si, estoy embarazada, no paralitica- se puso las manos sobre la cintura, e imitando su vos agrego -Ya lo decidí, voy a salir te guste o no-

-Noretza...-

-¡No!-

-Nore...-

-¡No!- lo volvió a interrumpir.

-Por favor Noretza-

-¡Nada! si tú vas yo voy-

Delinger observo la chispa de rabia y de arrojo que brillaba en lo ojos de sus esposa, y no pudo menos que sentirse molesto y a la vez orgulloso -¡Dios! Cuanto amo a esta mujer- pensó.

-¿No hay nada que pueda hacer para convencerte?- pregunto aunque sabia de antemano la respuesta.

-Sabes que no- replico Noretza.

-No te separes de mi, permanece siempre detrás mio y harás lo que te diga. Si te digo que corras, tú corres-

-Pero pa…-

Delinger no la dejo completar la frase -Si quieres venir conmigo, tienes que hacer lo que te diga, esto no es negociable-

-Está bien papi- convino.

Quince minutos más tarde, ya estaban preparados para salir. Ambos llevaban sus respectivos cascos. Delinger llevaba una Prieto Beretta con un cargador de 18 balas, y dos cargadores más en los bolsillos. No era un arma legal, pero dada las circunstancias, se vio obligado a llevársela. Por su parte Noretza, tenía un revolver calibre treinta y ocho, estaba a nombre de el, pero el se lo había regalado después de que le había enseñado como usarlo, como hacerle mantenimiento y todo lo demás.

-Fue una buena decisión haberla llevado al polígono de tiro- pensó mientras abría la puerta.

El plan en teoría era sencillo, bajar a planta baja, salir del edificio, usar la moto para salir por la reja que daba con el estacionamiento y llegar a la calle, lo siguiente seria tratar de encontrar algún bodega o abasto abierto, y recoger la mayor cantidad de comida posible, acto seguido, volver de nuevo al apartamento. Pero los planes tienden a fallar, cuando se entra en contacto con el enemigo. No sabia si se encontraría en algunos de los pisos alguna de esas cosas, y usar el ascensor no era una opción. Era demasiado riesgoso, al llegar a la moto, daba por echo que medio barrio se daría de cuenta de su presencia (incluyéndolos a ellos) lo siguiente seria llegar a la gran reja blanca, que dividía las áreas verdes del edificio con el gran estacionamiento. Seria una gran suerte, no encontrarse nada por el camino antes de cruzar al reja, y que afuera no hubiera nadie esperándolos. Ya no se quería ni imaginar, la cantidad de contratiempos que tendrían para conseguirla comida.

Caminaron a paso lento hacia la reja que conducía a las escaleras. Cuando pasaron frente a la puerta donde estaban sus vecinos, se sobresaltaron al escuchar que los golpes que daban se volvían mas furiosos, y los gemidos se redoblaban. Delinger noto como el revolver temblaba en las manos de Noretza. Se vio tentado de intentar convencer de nuevo a Noretza para que se quedara, pero ya era inútil.

Noretza abrió la reja haciendo el mínimo de ruido, mientras Delinger vigilaba que no hubiera movimiento en ambos sentidos de las escaleras. Comenzaron a bajar. No había nada ni nadie en el piso cinco, aunque flotaba en el aire un aroma a descomposición muy fuerte, en el piso cuatro el olor creció en intensidad, en el piso tres ¡Oh dios!

Había un cuerpo en mitad de las escaleras que les bloqueaba el paso, invadido por millares de diminutos gusanos pálidos, un nutrido grupo de moscas, y rodeado por una gran cantidad de liquido putrefacto de color oscuro. El olor que despedía el cadáver, era asquerosamente agobiante, parecía que el olor no se limitara a entrar por la nariz, sino que se metía por los poros. Ambos sintieron el olor en el paladar y las arcadas precedieron al vomito, que estaba compuesto en su mayoría por agua y algunas trazas de galletas de soda, pues era lo único que tenían en sus estómagos.

Aunque parezca extraño en ese momento Delinger recordó, una conversación que tuvo hace mucho tiempo con un compañero de trabajo.

-Ese tipo esta loco e`bola-

-¿Por qué?- había preguntado Delinger.

-Pues el bicho nos dijo que no trajéramos el desayuno para comer en la morgue, cuando llegamos al otro día, nos encontramos con que el profe había sacado un muerto no se de donde. El bicho nos reunió y nos dijo que comiéramos, el también trajo su desayuno, cuando íbamos por la mitad, fíjate de la vaina, nos dijo que guardáramos lo que nos quedaba, luego agarro y abrió al muerto delante de nosotros, y nos dijo que podíamos terminar de desayunar-

-¡Mierda! Lo abrió-

-¡Si! No te digo yo, unos cuantos se fueron en vomito, pero el se quito los guantes y siguió comiendo de lo mas tranquilos, nos dijo que los que se fueron no servían para realizar labores forenses y tal,  y que en el trabajo íbamos a ver cosas peores que estas y que teníamos que acostumbrarnos ¡Una loquera!

Volviendo al presente ya recuperados de la primera impresión, y después que la nube de moscas se disperso lo suficiente por sus insistentes manotazos, tuvieron una vista mejor del cadáver. Al parecer era un hombre, aunque era imposible determinar su edad ya que tenía cubierto lo poco que le quedaba de la cara, de una masa palpitante de gusanos. Delinger le dio un ligero toque en la cabeza, con el pie derecho para ver si reaccionaba. El cadáver no se movió. Le dio una ligera patada y algunos de los gusanos cayeron en su bota retorciéndose en señal de reproche, pero el cadáver permaneció inmutable.

 -Esta es la típica escena de una película de terror- pensó Delinger -El héroe le pasa por un lado al cadáver y este no se moverá, pero cuando le toque el turno a la chica el muerto volverá a la vida y se le echara encima, rociándola de gusanos y pus- contra todo pronostico ambos pasaron sin quitarle los ojos de encima al cuerpo, que en ningún momento hizo ademan de moverse, tuvo la juiciosa costumbre de dejarse devorar por los gusanos, como los difuntos normales.

Delinger se limpio el sudor de la cara, totalmente aliviado. Fue Noretza la que noto que a sus espaldas, la reja del piso dos estaba abierta y más allá, a mitad del pasillo, había cuatro figuras que habían notado su presencia.

-Papi- dijo ella dándole un ligero toque en el hombro a Delinger -Mira-

-Corre- le indicó mientra la instaba empujándola por la espalda.

Los zombis clavaron sus ojos hambrientos en ellos, mientras se ponían penosamente en movimiento.

-No nos alcanzaran- pensó triunfalmente Delinger.

Primero escucho el rugido inhumano y luego lo vio. Salio de uno de los apartamentos detrás de los zombis que los perseguían. Mostraba los dientes como si fuera un animal, pero este en vez de arrastrarse lentamente salio corriendo, este en particular, rezumada odio hasta por los poros, sus ojos estaban poseídos por una ira inhumana, odio, aborrecimiento por todo aquello que estuviera vivo, o al menos eso le pareció a Delinger. Rugió una vez mas y empezó a apartar a golpes a sus congéneres, disparado como si estuviera cargado de adrenalina.

Noretza y Delinger apuraron los dos últimos pisos como si estuvieran siendo perseguidos por el demonio. Ambos montaron en la moto de Delinger, pero esta se negaba a ponerse en marcha.

-¡Vamos! ¡Prende!- grito Delinger.

Escucharon un nuevo rugido del Zombi que los seguía, ya se había desembarazado de sus compañeros no muertos. Al rugido se unieron un mar de gemidos y lamentos que provenían de todos los edificios, como si de un concierto se tratara todos gemían al unisono, quizás comunicando en su gutural lenguaje “Hora del Desayuno”

-Ya todo el mundo se entero que estamos aquí, no podremos volver- pensó descorazonado Delinger -¡Prende!- y la moto ya a la sexta arremetida, encendió.

 Acelero de golpe, quemando en la maniobra algo de caucho y dejando atrás a la veloz fiera que por poco se les echa encima -Por favor que esté abierta, por favor, por favor- rezo Delinger, suspiro aliviado al ver que la reja del estacionamiento estaba abierta.

Salieron como un bólido hacia el estacionamiento, donde había unos cuantos de ellos, pero estaban a una distancia considerable, no eran rivales para la velocidad de la moto, pero el que los perseguía por la espalda, era mas rápido que el resto. Delinger acelero y lo dejo atrás. Decidió bajar por la calle. Probarían suerte en el Mercal. No era una de sus mejores opciones, ya que la mayoría del tiempo se encontraba cerrado, y las veces que estaba abierto, había pocas cosas que comprar, pero por intentar no perdían nada -¡Claro! Nada, solo uno o dos mordiscos nos podemos llevar- especulo pesimista Delinger.

Echo un vistazo hacia atrás, vio que el zombi corredor que los perseguía, ya se encontraba a una considerable distancia, pero no cejaba en su inútil empresa de darles alcance -¡Papi! Mira adelante- le urgió Noretza.

A la mitad de la calle descansaba un micro bus volcado de lado, aunque del lado derecho había espacio más que suficiente, para que pudieran pasar. Delinger rápidamente inclino la moto sin desacelerar. Una de esas cosas le salio al paso.

Antes de impactar con el cadáver, en lo que dura un latido, Delinger alcanzo a distinguir una comitiva bastante nutrida de zombis les esperaba detrás del micro bus, luego el asfalto vino a su encuentro. No tuvo chance de frenar, el único pensamiento que ocupaba su mente fue el de su esposa.

-¡Nore! ¡Nore! ¡No!- El dolor hizo acto de presencia y un ramalazo de sufrimiento, envolvió su brazo izquierdo y sintió que algo crujía mas arriba de su muñeca. Centésimas de segundos mas tarde el mundo volvió a girar, una suela de zapato se estrello en su cara, su cabeza protegida por el casco reboto contra el asfalto y el mundo se tiño de rojo, un agudo pitido y el sonido que hace un balón después de rebotar se alojo en sus oídos. Mas dolor, y un nuevo giro hacían ver todo borroso y rojo muy rojo, una sensación llameante que le envolvía el muslo derecho y parte del glúteo, le arranco un aullido de dolor.

El mundo dejo de girar. Delinger reposaba de lado tendido en la calle, noto que su moto yacía muchos metros mas abajo totalmente inservible. La sangre proveniente de un golpe en las cejas, le ardía al entrarle en los ojos, se llevo la mano izquierda para tratar de limpiarse el rostro. Delinger se arrepintió al instante de hacerlo, pues donde antes había dos dedos llamados anular y meñique, ahora solo había una amasijo de sangre, piel destrozada y un hueso blanquecino que despuntaba cual palo mayor, no supo identificar a que dedo correspondía el hueso, por suerte aun conservaba el anillo de casado.

Aterrado, se levanto ahogado un grito de dolor proveniente de todo el cuerpo, en especial de la pierna derecha, pues tenía unos horribles raspones en todo el muslo, que sangraban profusamente. Se cuido de no apoyar el peso de su cuerpo en esa pierna. Una vez en pie y resoplando por el esfuerzo y el dolor agonizante, concluyo en como un ser humano es capaz de sentir y aguantar tanto dolor.

Pero había problemas más acuciantes que resolver primero. Se encontraba rodeado por más de una veintena de zombis. Un niño de no mas de diez años vestido con pantalón blue jeans y camisa de rayas, con ambos brazos amputados a la altura de los codos se acercaba a el ansioso, acompañado de un chica que no pasaría de los veinte, bajo las costras de sangre seca, se notaba la mortal palidez de su piel, venia a paso lento ya que cojeaba, a causa de un enorme boquete que tenia en el muslo derecho. Delinger noto como los huesos se le hundían en el musculo, una y otra vez al dar un paso, pero la chica parecía no notarlo, detrás de ella venia una señora de unos cuarenta y algo, enorme, obesa, presentaba bastante heridas en los brazos y en un pasado, enormes pechos, ya que solo algunos jirones de carne se bamboleaban al andar, a su lado se encontraba un hombre, Delinger reconoció que era un hombre al ver su miembro lacio, ya que toda su piel estaba desfigurada, como si le hubieran despellejado por completo, se notaba todos sus músculos secos, al haber estado días al sol, aunque no presentaba ningún síntoma de descomposición. Una joven de la edad de Noretza…

-¡NORETZA!- reacciono de repente, dio una rápida vuelta que le costo mas esfuerzo y dolor y la vio. Estaba tendida a un lado de la calle, mas arriba de su posición, cojeo hacia ella, mientras los zombis cerraban lenta e inexorablemente sus vías de escape, a pesar de encontrarse bastante dispersos, no quedaba mucho tiempo, quizás unos minutos, para que se les echaran encima.

Nada de esto le importaba a Delinger, ni los malditos zombis, ni sus heridas, ni la pérdida de sangre, ni el increíble dolor que recorría salvajemente sus extremidades, ese dolor no se comparaba, con el dolor que sentía por dentro, dolor y miedo -¡Por favor! ¡Por Favor! Que respire dios, que aun respire-

Por fin llego hasta ella, se arrodillo ante Noretza apretando los dientes e ignorando su sufrimiento propio, le tomo el pulso -¡Aun esta viva! Gracias a dios- Unas lagrimas de alegría surcaron las mejillas de Delinger, ya que a pesar de tener varios raspones y magulladuras en el cuerpo, Noretza había salido relativamente ilesa del accidente. Varios gemidos desvanecieron su alegría.

Los muertos se acercaban a paso lento, Delinger tanteo su cinturón buscando inútilmente su arma, se había caído cuando se estrello, y la de Noretza brillaba por su ausencia. No había nada a la mano con lo que defenderse, y era inútil enfrentarse a esas cosas con las manos desnudas y menos en su deplorable condición.

Delinger se puso trabajosamente de pie y evaluó su situación -¡Nooo!- su grito estaba lleno de rabia, impotencia y miedo, miedo de perder lo mas valioso que tenia en su vida, a ella y a su bebe, si es que no lo perdió ya. Sus sueños de formar una familia, de un futuro feliz, morirían hoy, y no había nada, absolutamente nada que el pudiera hacer, quizás pudiera detener una o dos de esas cosas mientras las demás lo alcanzaban a el, y a ella.

-¡Noooo!- grito una vez más, y cojeando se dirigió a enfrentar su inminente destino.

-Deténganse- grito alguien a su derecha.

Había dos hombres a su derecha, el primero un muchacho increíblemente pálido de unos dieciocho años, y con unas enormes ojeras oscuras rodeandole sus ojos, tenia las manos abiertas y en dirección a los zombis, el segundo un poco mayor que el primero, mas musculoso y menos pálido se ocultaba detrás de el.

Por increíble que parezca los zombis, desistieron de su empeño de acercarse a Delinger y Noretza, sus brazos colgaban a sus costados, obedeciendo al pie de la letra la orden del muchacho. Parecía como si estuvieran bajo un tipo de trance hipnótico

-Carlos, ayudalo- le dijo el primero al joven que estaba detrás de el. El hombre llamado Carlos asintió temblando y se acerco a Delinger.

-Vamos hermano- le dijo Carlos a Delinger tomándolo por el brazo.

Delinger no reaccionaba, estaba viendo embobado al joven que mantenía a rayas a los zombis, parecía costarle un considerable esfuerzo detenerlos. El joven volteo a verlo.

-¡Muévete estúpido!- le grito -No los puedo detener por siempre- al desviar la atención de los zombis, estos se reanimaron de nuevo y comenzaron a andar de nuevo, el joven se concentro y volvió a detenerlos.

Delinger obedeció las ordenes del joven -Ayúdame con mi mujer- le indico a Carlos.

-Vamos, muévete yo la llevo- respondió Carlos señalandole al lugar de donde habían salido.

Se trataba de una casa comunal, se encontraba antes de la intersección donde se unía una segunda calle. Delinger siguió a Carlos, quien llevaba a Noretza en brazos. Entraron en la casa comunal, habían varias personas refugiadas en la misma. Unos segundos después, escucharon una serie de gemidos y enseguida entro el joven que había detenido a los no muertos, y cerro la puerta con llave.

-¡Bravo! Adrian ¡Bravo!- dijo alguien desde el fondo de la casa mientras aplaudía –Ahora aparte de estar encerrados aquí, estamos rodeados de esos bichos, y esa es la única salida ¡Bravo! Te la comiste, valiente héroe, ahora estamos bien jodid…- su discurso se vio interrumpido por un violento ataque de tos.

-¡Dios mio!- chillo una mujer señalando a Delinger -Lo Mordieron, en la mano-

-No, esto… Me caí de la moto- respondió levantando la mano. Se volteo y encaro a Adrian.

-¿Quién eres tu? ¿Cómo pudiste hacer eso?- le interrogo.

Unos fuertes golpes y varios gemidos se escucharon desde afuera. Eran ellos -¿Escuchan? ¿Qué fue lo que yo dije? No salgan, pero no me hicieron ca… ¡Cof! ¡Cof!- el hombre de la tos volvió a interrumpirse tosiendo estruendosamente.


-Bueno… yo…- dijo Adrian -Yo creo que soy… Que soy… Creo que soy uno de ellos- a continuación clavo la mirada en el suelo, donde Delinger se derrumbo inconsciente por la pérdida de sangre.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Capitulo 15 Todo Hombre Es Una Historia



-No durara más de una semana-

-No va aguantar la presión, ya tú vas a ver que se va a escapar-

-¿Cuánto tiempo creen que dure antes de que pida la baja?-

Me hicieron esos comentarios hace un mes. Hace un mes que entre al ejército  a prestar servicio. Y a esta hora, a las 4: 30 am, mientras estoy formado frente al comedor, o mejor dicho frente al rancho como le dicen aquí, mi rostro asoma una sonrisa.

-Aun continuo aquí- pienso.

El hilo de mis pensamientos se ve interrumpido, por un zancudo que zumba dentro de mi oído izquierdo. No hay nada que anhele más en este preciso instante que hurgarme dentro de la oreja y espantar al zancudo, pero sé que si no permanezco rígido como una estatua en la formación, habrá consecuencias desagradables.

-¡Te moviste nuevísimo! ¡Tú! no, el del al lado… ¡Sí! Tu mismo ¡¡¡Entiérrate de cabeza mostro!!!-  grita uno de los sargentos a uno de mis compañeros, al que apodaron como “Mama Ota”.

Veo por el rabillo del ojo como Mama Ota, apoya la cabeza sobre el suelo, se coloca las manos detrás de la espalda y extiende las rodillas, quedando el cuerpo sostenido por la punta de los pies y en mayor medida por la cabeza. Ya he pasado por eso y lo peor empieza cuando han pasado unos minutos, te empieza a doler el cuello por la tensión que está soportando. También es molesto el dolor en el cuero cabelludo, pero es más tolerable, aun cuando el suelo es de tierra.

Más mosquitos picándome en las piernas, y zumbando por los alrededores de mi nariz. Si al menos usáramos pantalón en vez de estos shores azul oscuro y estas camisas manga corta verde, no fuera tan malo, pero supongo que aguantar esto, es parte del entrenamiento militar.

-¡Siguiente fila!- dice el cabo primero que está en la entrada del rancho.

Es mi fila. Al fin aprovecho para espantarme los zancudos y rascarme en todos los sitios donde me han picado, produciéndome un alivio instantáneo. Entramos por fin al rancho, donde el ambiente se nota más cálido que el frio glacial que hace afuera.

Adentro nos espera una nueva fila para recibir el desayuno. Casi todos mis compañeros tienen una bandeja de aluminio con distintos compartimentos para los alimentos y una taza grande también de aluminio, donde va el jugo o el café, dependiendo de que sirvan hoy. En cambio algunos tenemos un menaje de campaña, que consiste en un recipiente de aluminio ovalado, con una asa larga para no quemarse cuando sirven sopa o granos La tapa del menaje esta divida en dos para los alimentos secos, Arroz, pasta, etc. Es práctico ya que cuando le pones la tapa, el asa se ajusta perfectamente en la división de la tapa, o si está abierto puedes agarrar el asa y la tapa descansa sobre la misma.

Al final de la fila otro de mis compañeros, se le resbala la bandeja de las manos y la deja caer en el suelo. El comedor queda en silencio por unos segundos. Un cabo segundo profiere una sonora carcajada rociando en la maniobra de algunos copos de avena, a uno de mis compañeros que se encuentra sentado enfrente de él.

Varios distinguidos caen como fieras salvajes sobre el infortunado compañero que dejo caer el desayuno, soltándole una sarta de palabras propias del extraño léxico usado dentro del ejército.

-¡Entiérrate de moño sobre la comida, recancano bachaco!- dice uno.

-¡No! Que rampee sobre la comida!- dice en tono divertido otro-

-¡Estás loco! Agrega un tercero -A mi me toca limpiar el comedor-

El cabo primero que estaba en la entrada y que vio en todo momento lo que pasaba en el comedor, por fin se decide a intervenir.

-Recoge tu comida rápido, civil y vete a comer- agrega en tono fastidiado.

Los distinguidos se apartan de su presa no sin antes hacerle señas con las manos, que prometen un futuro muy próximo plagado de sufrimiento.

La cola sigue avanzando hasta que por fin llega mi turno. La comida se compone de una porción de avena bastante grumosa, que dudo que contenga leche, dos bollos de pan, mortadela en salsa picada en pequeños trozos, un pequeño bocadillo de guayaba y algo de insípido café.

El estomago me rugía del hambre, y supuse que seguiría igual después de comer, al ver la mísera ración que nos servían a nosotros y ver lo lleno que estaban los menajes de los distinguidos y cabos. Me senté en una de las mesas más cercanas a la salida trasera del comedor, en las que no veía a ningún superior ni compañero. Me guardo disimuladamente el bocadillo en uno de los bolsillos, para comérmelo mas tarde y también para evitar que algún superior me lo quite.

Me disponía a devorar con avidez mi desayuno, cuando escuche  la voz de un cabo segundo detrás de mí. Era ni más ni menos que el cabo Zelaya -Si el infierno tuviera apellido, sería el de ese becerro- me menciono una vez uno de mis compañeros, después que el cabo Zelaya lo agarrara una noche y lo pusiera a hacer ejercicios hasta casi desfallecer para acto seguido mandarlo a que se me mojara de la cabeza a los pies y proceder a envolverlo en papel higiénico.

-Ahora eres la momia, nuevo- había dicho Zelaya, dejando al desdichado de pie durante toda la noche.

-¡Cesar nuevísimo! Ceee saaar- empezó en tono burlón.

Puse las manos cerradas como puños sobe la mesa y me quedo sentado e inmóvil, tal como me enseñaron cuando alguien me dijera “Cesar”

Zelaya se sentó y comenzó a comer plácidamente.

-¿Sabes? Cuando yo era un nuevísimo como tú, me molestaba que no me dejaran comer ¿A ti te molesta que no te deje comer nuevo? Puedes responder con sinceridad, no te pasara nada si lo haces-

-No me molesta mi cabo- respondí en tono neutro sin dejar de mirar el frente-

-¿No te molesta? ¡Uff! Qué alivio, yo pensé que te estaba molestando, bueno, vista a la izquier- me suelta y no tengo otra opción que girar la cara hacia la izquierda.
Pasa algunos minutos hablándome de cuando él fue un nuevo y las cosas que le hacían cuando llego, yo dedico algunas miradas anhelantes por el rabillo del ojo a mi comida que se está empezando a enfriarse y para colmo, algunas moscas están comenzando a rondarla como si de zamuros volando en círculos alrededor de la carroña se tratara.

El cabo también se percata de las moscas y toma medidas al respecto.

-Vista al fren nuevo ¿Ves lo que pasa por empeñarte en escucharme hablar paja? La comida se te va a llenar de moscas, pero yo no puedo permitir eso- me dice con fingida preocupación.

-Continuar nuevo, agarra el pan y pícalo en pedazos, ¡Eso! Ahora echa la mortadela dentro de la avena, ahora el café, mézclalo todo bien con la cuchara- me dice el cabo mientras se dibuja una sonrisa cruel en su cara.

Mantengo una expresión impasible mientras sigo las órdenes, no es la primera vez que me hacen comer la comida mezclada, adema me consuelo pensando que igualmente la comida estará mezclada en el estomago.

-Ahora puedes comer, nuevo- me indica el cabo.

Empiezo a comer con entusiasmo sin hacerle asco a la comida. El cabo me dedica una mirada que indica que está decepcionado al ver que no afecta comer de esta manera.

-Nuevo ¿No te da asco comer la comida así?- me pregunta extrañado.

-No mi cabo- Le respondo con sinceridad sin dejar de comer.

-¡Cesar!- me indica.

-¡Continuar!-

-¡Cesar!-

-¡Continuar!-

-CeeeeEEEeeee - alarga la frase como si estuviera cantando -¡Saaaaar! Cesar, cesar, cesar, nuevísimo. Vista a la dere-

Giro la cabeza hacia la derecha hacia la derecha, con el rostro desprovisto de toda emoción. Tengo claro, que si doy signos de estar molesto, podría irme mucho peor, pero para ser sincero, esto no me afecta. Lo tomo como parte del entrenamiento militar, el cultivar la paciencia y soportar cualquier prueba por más dura que sea, o en este caso, tediosa -Tengo la habilidad para adaptarme a cualquier ambiente, a cualquier prueba, a cualquier situación- Este pensamiento me pone de buen humor, pero me cuido de sonreír, el cabo segundo podría tomárselo como una burla.

-Vista al fren nuevo- continúa el cabo y agrega lentamente -Cuento hasta tres y no te veo- ¿Entendido nuevo?-

-Entendido mi cabo-

-Ok, uno…- Agarro el menaje más rápido de lo que dura un pestañeo y salgo despedido del comedor antes de que tenga tiempo de pronunciar “Dos”.

Afuera el sol comienza a emerger por el horizonte. Una tenue brisa, me trae olores mezclados, de la maleza que crece sin control alrededor del batallón, de la tierra mojada por el rocío de la mañana, de huevos fritos y café, quizás del comedor de oficiales. De sonido de fondo, esta el trinar de los pájaros y el alboroto que hacen mis compañeros lavando sus menajes y cubiertos.

Me percato de que “Pichón de Gorila” uno de los distinguidos, un negro que parece una montaña de músculos, me dedica una mirada y luego otra a mi comida, que ya esta fría. Sé que inútil, pero rápidamente me llevo el menaje a la boca, ignorando usar la cucharilla.

-Ooooooiiiiiiiiiidooooooooooo- me grita con tono alegre. Automáticamente me vuelvo de piedra.

-¡Vista! ¡Pero vista! ¡Pero qué vista!- pichón de gorila hace una pequeña pausa teatral y agrega casi susurrando -A la izquier-

-Paciencia, paciencia, esto no será eterno, al finalizar el día esto no tendrá importancia y dentro de algunos meses, seré yo el que estaré en su lugar-  pienso mientras mi estomago protesta con un inaudible rugido. Me distraigo viendo a los pájaros revolotear en el aire, cazando insectos -Por lo menos ellos están comiendo-

-Vista el fren nuevo, termina de comer- veo incrédulo a pichón de gorila, no creo que me deje comer así por las buenas. Me llevo el menaje a la boca aunque le dedico miradas de desconfianza mientras lo hago.

-Así no nuevo, usa la cucharilla, no eres ningún animal- me reprocha.

Obedezco y uso la cucharilla, duro menos de un minuto comiendo. Mi porción de comida era tan exigua, que no me fuera durado mucho más. Lucho para hacerme un espacio entre mis compañeros para lavar el menaje. Al ver que los chorros de agua que salen de los grifos, es más tenue que un chorro de orine, opto por coger el agua que esta empozada. No es que sirva de mucho para remover la grasa, pero es mejor que nada.

Corro a reunirme con los demás que están sentados afuera del comedor esperando a que todos terminen de comer.

Me dispongo a quitarle la grasa al menaje con la camisa, mientras escucho las conversaciones de los demás.

-¡Verga! Ese mama Ota si es novedoso vale, siempre cagandola- dice uno.

-Coño ¿Pero no pillaste lo que tenía la avena, menor?- interroga un segundo.

-¿Qué tenía? No me di cuenta-

-¡Esa mierda tenia gusanos! Yo la bote afuera del comedor- responde el segundo.

-Por ahí una vez leí que los gusanos tiene proteínas. Yo igual me la comí. Esta hambre que nos pone a pasar no juega- agrega González, mejor conocido como “Euyin”.

-¡Mira curso! La están sacando- dice uno de  mis compañeros al que todos bautizaron como “Tasmania” dado su enorme parecido al personaje animado. Señala a la izquierda, donde está la entrada de la cocina, de la cual vienen saliendo dos compañeros que eligieron para ser rancheros. Ambos acarrean una olla de enormes dimensiones para lavarla, todos sabíamos que esa era la olla donde habían cocinado la engusanada avena.

Todos salimos a la carrera en dirección de la anhelada olla, hasta el que menciono lo de los gusanos. El hambre que sentíamos será más efectiva que el mejor de los lavaplatos.

Noto con regocijo que voy a la cabeza del séquito de raspadores de ollas “Ama de casa ¿No consigue remover los restos de avena de sus ollas? No desespere, el grupo de acción y limpieza del ejército está listo para acudir en su ayuda. Llame ya a los números que aparecen en pantalla. Recuerde el nombre: Grupo de acción y limpieza del ejército. El hambre es su uniforme y su fusil, sus cucharas” -Dentro de un rato empezaremos a estar desbordados por las llamadas- Pienso divertido mientras echó una rápida mirada hacia atrás para calcular la distancia que me separa del grupo.

El terror me invade. Todos mis compañeros están empapados de sangre de pies a cabeza. Todos sin distinción tienen horribles heridas, algunos tienen enormes boquetes en el abdomen y el pecho, donde se pueden apreciar con total nitidez pulmones e intestinos destrozados.

A mi derecha se acerca corriendo pichón de gorila, quien tiene medio brazo amputado, detrás de el viene arrastrándose mama Ota, ya que tiene las piernas aplastadas a la altura de las rodillas. Uno de sus pies se encuentra unido aun a las piernas, por un fino hilo de carne.

En menos de lo que dura un suspiro, alguien me embistió por el frente y me derribo. Al ver la cara de mi agresor, veo que es el tipo de la panadería, el que tenía media cara destrozada. Su cara esboza una espantosa sonrisa ampliada grotescamente al faltarle gran parte de la mejilla derecha.

-¿Cual panadería? ¿Quién es este tipo? ¿Qué le paso a todo el mundo?-

-Todooooos- pronuncio el tipo sin dejar de sonreír, acto seguido me mordió en el brazo derecho, arrancándome en el proceso un generoso pedazo de carne. El dolor que me recorre toda la extremidad es indecible. La rabia y el dolor se empiezan a cocinar en la olla de presión de mi mente. Intente darle un puñetazo con la mano izquierda, pero note con impotencia que no podía moverlo, es como si estuviera atado a una cadena invisible. También tenía las piernas totalmente inmovilizadas.

-¡No lo mates! ¡No lo mates!- oí que una voz lejana gritaba, parece extraño pera la voz se me hacia familiar.

A todas estas mi agresor, escupió el pedazo de carne que me había arrancado del brazo y volvió a sonreír complacido y volvió a morderme esta vez en el cuello. Intente gritar pero contemple con horror que ningún sonido salía de mi boca.

-Noooooooo- grite al fin todas mis fuerzas.

Abrí los ojos y para mi sorpresa, me encontré con el cañón de un arma apuntándome.

Ya no me encontraba frente al rancho, Estaba bajo techo acostado en una cama. Mire de nuevo el arma que me apuntaba y mi primer impulso fue apartarla de mi cara con un manotazo, pero note que tenía las manos y las piernas amarradas a la cama donde me encontraba acostado.

-Estaba soñando- Concluí.

-Di algo o te mueres- me soltó la persona que me apuntaba con el revólver. Un calibre 38 por lo que pude ver.

-Dale pues, di algo o te vuelo el coco- me dijo el hombre. Estudie rápidamente todos sus rasgos. Era un hombre de unos veinte y tantos, moreno, con un corte de cabello estilo Mohicano, llevaba una chaqueta azul y pantalón de Blue Jeans negros, con pequeñas manchas rojas. Supuse que era sangre.

-¿Quien coño eres tú?- le pregunte con desprecio.

-Déjalo Enrique, no ves que está vivo, no es uno de ellos- El señor Osvaldo apareció al lado de él. El interpelado miro a Osvaldo y luego me miro a mí de nuevo y sin mediar palabra, se enfundo el revólver al pantalón por la espalda, se dio media vuelta y salió de la habitación.
Seguí con la mirada a Enrique hasta que salía de la habitación, solo para cruzar la mirada con la mujer más bella, que había tenido la oportunidad de ver en mis más de dos décadas y medias de vida. Su cabello era negro como la noche, lo llevaba sujeto con una cola. Sus ojos eran de un color verde cristalino hipnotizador, similares a piedras preciosas. Por otra parte, su piel, tan blanca, casi rozando la palidez, le daba un aire angelical junto con un rostro simétrico, perfecto. En general, su cuerpo estaba bien proporcionado -Y los declaro marido y mujer, tienen permitido vivir felices para siempre-

-Edward ¡Edward!-

Osvaldo rompió el embrujo en el que me hallaba sumido.

-Dígame señor Osvaldo- respondí.

Vi que estaba cortando mis ataduras con una navaja. Me estaba contando cómo fue que llegamos aquí, pero mi atención estaba centrada en los vendajes que tenía en el brazo derecho, y la herida que tenia bajo ellos.

-¡No me suelte!- grite asustado –No me suelte, estoy infectado, me mordieron en el brazo, váyanse todos, déjenme aquí-

-Tranquilo hijo, no tienes porque preocuparte-

-¿Cómo que no? ¿No vio lo que le paso a Alberto? ¿No vio lo que le paso a Isabel? ¿O es que acaso se le olvido que me mordieron allá afuera?- replique con la respiración acelerada.

-Pero es que no te mordieron, bueno, te mordieron pero a la vez no-

-¿Qué quiere decir?- pregunte confundido.

-Hijo, el zombi que te mordió era un anciano, un pobre viejo que no tenia dientes. El vendaje que tienes puesto es de un raspón, no de una mordida-

Inhale profundamente, dejando que el oxigeno invadiera lentamente mis pulmones sanos, tan sanos como pueden estarlo los de un fumador asiduo como yo. La frase que dice: Tienes una nueva oportunidad, encajaba a la perfección con el alivio que sentía.

Una vez libre de todas mis ataduras me levante, pero caí sentado en la cama de nuevo. La chica que había olvidado, se acerco cautelosamente hacia mí.

-¿Está bien señor?- me pregunto con un matiz de timidez en su voz.

-Sí, me siento algo débil, pero estoy bien- respondí.

-Pues como no vas a estar débil hijo, no has comido nada desde ayer en la noche ¿O me equivoco?-

-Tiene razón señor Osvaldo- admití.

-Bien ¿Qué te parece si te invito a comer un arroz chino y un Chop Suey?

-Jejeje, ni que estuviéramos en un restaurant chino- respondí mientras mis labios formaban una discreta sonrisa.

-Estamos en un restaurant chino, hijo- admitió el señor Osvaldo.

-¿En serio?-

-Es verdad Edward ¿Así te llamas? ¿Verdad?- me interrogo la chica.

Dude por un instante si seguir con esta farsa de no dar mi verdadero nombre y el hacerme pasar por un oficial del ejército. Podía simplemente quitarme la máscara y así evitar, que todos depositaran en mí sus esperanzas.

-Sí, ese es mi nombre ¿Y el tuyo?- Veremos hasta donde me lleva este camino.

-Un placer Edward- me tendió la mano -Me llamo Erika-

Estreche delicadamente su mano y le dedique una sonrisa.

-Bueno hijo, vamos a bajar para presentarte a los demás, déjame ayudarte a caminar- agrego el señor Osvaldo.

-¿Hay más gente aquí?- pregunte algo inquieto mientras me intentaba poner de pie.

-Si hay varias personas más, y también esta… Mejor que lo veas por ti mismo- respondió el señor Osvaldo con un tono de voz extraño.

Salimos de la habitación que estaba dentro de un depósito de comida mal iluminado. Seguramente era la despensa del restaurant. A mano izquierda había bastantes bultos de arroz, pasta corta y larga, también había algunas pacas de harina de trigo. En una de las esquinas había apiladas una ingente cantidad de cajas de cerveza, “Polar Ice” “Zulia” y “Solera Light”.

-No me caería mal un par de esas bien frías- pensé.

En la parte izquierda había una cava industrial con la puerta abierta, del interior salía una tenue neblina producto de la refrigeración.

Esa neblina me hizo recordar él porque estoy aquí. Me hizo recordar que allá afuera hay gente que debería estar muerta, sin embargo andan de pie buscándonos. Buscando comida. También esta ese tipo, el de la panadería, el que también apareció en mis sueños. El que habla.

“Todos” Eso fue lo que pude leer claramente de sus labios, cuando me señalo en la panadería ¿Qué habrá querido decir con eso? Me pregunto si será el único capaz de hablar y aun peor, capaz de pensar. Y si eso es así ¿Habrá otros con distintas capacidades? De ser así, las cosas se podrían poner peor de lo que están. Se convertirían en un verdadero infierno. Quizás el infierno se canso de hacer como que no existía y ayer apareció en escena, convirtiendo quien sabe cuántas personas, en monstruos. En zombis.

Por fin encontramos un tramo de escaleras bastante ancho. Mis músculos se tensaron al oír el coro de esos malditos gemidos mientras descendíamos. Cada uno tan distinto del otro, como huellas digitales.

El señor Osvaldo noto mi nerviosismo, ya que me apoyaba de él para poder caminar.

-No te preocupes hijo, aquí estamos seguros- dijo en tono tranquilizador, aunque la expresión de su cara y la de Erika decían otra cosa.

Llegamos al final de las escaleras. A mano derecha se encontraba la entrada al restaurant. Una solida puerta de metal nos mantenía a salvo, a pesar de los insistente golpes y arañazos que esas cosas le propinaban. Note que un hacha de mano, una pala, un pico y varias escobas, reposaban al lado de la puerta, cubiertas de sangre. No hacía falta ser un Sherlock Holmes, para deducir de donde había salido tanta sangre.

Recorrí con un rápido vistazo todo el lugar. Después de la puerta estaba la barra del restaurant, donde se hallaba un hombre de mediana edad, no más de cuarenta años le calcule, tomando una cerveza totalmente relajado, ajeno al ruido. Como si no fuera consciente que tras los escasos centímetros de metal de la puerta, había una horda de esas cosas, más que dispuestos a devorarlo vivo. Al fondo, a mano izquierda, se encontraban los baños y la cocina, seguido de no más de una docena de mesas todas distribuidas uniformemente. Todas en su totalidad, estaban ocupadas por dos o más personas.

De pie, recostado contra la pared, se encontraba Enrique lanzándome una mirada desafiante. Tome nota mental sobre su actitud, y sobre los futuros problemas que podría causar. Sobre todo al ser, hasta los momentos, la única persona armada en el lugar. La persona de la que hablaba el señor Osvaldo se encontraba de pie hablando con una de las personas que estaba sentada. Llevaba zapatos de tacón alto, de un rojo intenso. Sus largas y esbeltas piernas estaban cubiertas por unas medias pantis negra, con un diseño de telaraña, lucía una minifalda negra y una blusa de igual color que dejaba entrever unos pechos de generosas proporciones, que se complementaban con un color de piel moreno, casi canela. Al hombro llevaba una enorme cartera roja. Para finalizar, su pelo era de color castaño, totalmente liso y le llegaba a mitad de la espalda.

Estaba claro que por donde pasara, llamaría la atención instantáneamente. Hombres y mujeres por igual, levantarían la mirada para mirar ese cuerpo escultural. Pero al fijarse en su cara, llegarían los comentarios. Y las burlas. Pues ese cuerpo femenino y despampanante que cualquier fotógrafo de “Playboy” estaría complacido por fotografiar, no pertenecía a una mujer.


En pocas palabras, era un hombre.