miércoles, 20 de marzo de 2013

Capitulo 8 Voladera Loca



Algunos le decían Cara e’ Pizza, otros lo conocían como Franklin, otros en cambio lo conocían como “El Becerro que me robo”.

 Franklin no era muy querido en la parte alta de Los Magallanes de Catia, lugar donde vivía; y no era porque siempre andará hasta las cejas de Cocaína o porque la policía lo buscara por haber participado en el robo de un furgón blindado de transporte de valores. La gente lo detestaba por ser un asesino.
Un asesino loco. Bastaba con alguien cruzara la mirada con él para que se desencadenara la tragedia.

 -¿Por qué tu me ves feo mardito?- le dijo Franklin a Ronald, un joven de 19 años, padre de tres niños que casualmente pasaba por ahí en dirección hacia su trabajo. Era el Marido de Jessica la cual estaba embarazada de su cuarto hijo.

-Bájale dos Franklin – le respondió Wilmer, uno de los pocos compinches de Franklin que conocía su temperamento explosivo.

- Que bájale dos nada menor- espeto franklin –esta bruja me está viendo feo, hay que darle unos tiros para que aprenda a respetar a los tipos serio- y sin más saco su Beretta y le disparo cuatro veces en el pecho a Ronald, el cual no se entero de lo que pasaba porque venía escuchando música con su Mp3, no tuvo tiempo de reaccionar ni de comprender que era lo que estaba sucediendo.

No conforme Franklin se acerco al cadáver de Ronald y le disparo dos veces más en la cabeza.

-¡Menor te pasaste de caimán!- exclamo Wilmer –este era un chamo sano-
-Era una bruja causa, y a las brujas hay que darle coquero- contesto Franklin  balanceándose por el efecto de la cocaína que algunos minutos antes había consumido.

-De todas formas causa, te pasaste de lacra- dijo Wilmer con el característico acento que usan los delincuentes en todos los barrios de Caracas. -Nos vemos al rato Wilmer, voy pa’ la casa a papear algo- contesto Franklin con total tranquilidad.

Franklin le paso por encima del cadáver de Ronald, mientras los curiosos se asomaban tímidamente por las ventanas. Este sería el tema de conversación en los días siguientes. Aunque hablarían y exagerarían  el numero de disparos, o las personas implicadas, nadie denunciara a Franklin, porque más que odiarlo; le temían. Temían las represalias que vendrían si él se enteraba de quien lo denuncio, y gracias a los contactos y familiares de Franklin que trabajaban en la policía y el déficit de la justicia en Venezuela, por más que lo arrestaran siempre salía libre en menos de 48 horas.

 Así que Franklin hacía y deshacía en Los Magallanes de Catia. Mataba, robaba y en algunas ocasiones violaba a cualquier mujer que le llamara la atención. Así transcurría su vida, hasta la noche en que sucedió todo.
Franklin se despertó. -Ese perico estaba demasiado bueno- pensó en la cocaína que se había suministrado. Sin saber cómo estaba tirado boca arriba en el suelo, alargo los brazos, fascinado ante el gran torrente de letras números y símbolos que pasaban a velocidad de vértigo entre sus ojos.

 -¡Mierda feooo!- Exclamo maravillado moviendo los dedos frente a su cara -Es como en la película del feo ese, el tipo se ponía unos lentes de contacto y podía ver ese viaje de dibujos- 

 Después de un rato se levanto. Contemplo a Wilmer y a José tirados en el sofá de su casa. Había algo extraño en ellos, medito franklin por un momento mientras se llevaba la mano a la cara para acariciar su mentón.

Quizás fuera el hecho de que parecieran desmayados o que estuvieran cubiertos de sangre. Se miro hasta el mismo cubierto de sangre en el pequeño espejo que colgaba en la pared de zinc de su precaria vivienda.

No lo pudo soportar más, se lanzo al sofá que no estaba ocupado por sus dos compañeros y se puso a reír de manera incontrolable. -Este es el mejor perico que me he metido en toda mi vida, coño’esumadre vale- decía entre sus incontenibles carcajadas.

 Minutos después cuando hubo recuperado el aliento, pensó -¡Feo! Tengo que conseguir más de ese perico, esta nota es demasiado bandera-  miro al cadáver de José  y agrego -¡Vamos menor! a casa del pana Robert a comprar tres bolsitas de perico- al no recibir respuesta de su difunto compañero contesto con una nota de fastidio en su voz-Si eres mal Pega’o menor- a continuación salió a comprar su ansiada dosis de Cocaína.

El panorama que se observaba desde la cima del barrio donde Franklin tenía su residencia era desolador. Incendios por doquier, múltiples accidentes de tránsito a lo largo y ancho de las autopistas que se divisaban a lo lejos y una neblina gris que poco a poco se dispersaba, aun mas lejos en dirección oeste. 

Ante estas imágenes sacados de un documental  sobre la segunda guerra mundial; Franklin por toda respuesta, se carcajeo como poseso mientras bajaba excitado y a la carrera por el camino de tierra a la casa de Robert, mientras su subconsciente repetía como un mantra “que perico mas bueno, que perico mas bueno”.

Por el camino se encontró a varias personas del barrio -¡Habla cloro causita!- dijo Franklin a un amigo de él, que avanzaba por el camino con paso vacilante hacia él.

Franklin lo observo detenidamente, el también tenía algo raro. También se veía cubierto de sangre al igual que sus compañeros.

Franklin no le dio importancia ya que creyó, que esa visión era producía por la Cocaína que ansiaba comprar -¿Por qué caminas así lacrita? ¿Tas rasca’o?- interrogo Franklin dando una fuerte palmada en el hombro de su amigo. Este perdió el equilibrio y cayó rodando por el cerro, que se encontraba del lado derecho del camino. Fue a parar al techo de una casa al final del barranco.
-Jajajaja ¡Boleta! ¿Tú también estas pega’o?- pregunto Franklin, en medio de sus incontenibles carcajadas.

Cinco minutos después, Franklin llego a casa de Robert  -¡Menor! Dame tres dulces tipo- menciono franklin casi en un susurro, ya que se encontraba a pocos pasos de la puerta.

Espero varios segundos y no obtuvo respuesta, decidió tocar la puerta. Dio dos leves golpes y la puerta se abrió. Franklin se asomo en el umbral de la puerta y echo un vistazo; nada solo oscuridad, tenían todas las luces apagadas.

-Menor ¿donde estas?- pregunto intrigado,  era la primera vez que entraba a casa de Robert, ya que siempre lo atendían desde afuera.

-Tipo voy a pasar, dame cinco gramos de c…- Franklin se detuvo en medio de la oración ya que se encontró de frente con Robert.

 A pesar de la oscuridad Franklin noto que Robert estaba mortalmente pálido -¡Feo! te pareces al maricon de Crepúsculo-  pensó comentar Franklin, pero la abundante sangre que chorreaba de los ojos, la nariz y la boca de Robert lo hizo cambiar de parecer.

Creyendo aun que era todo lo que veía, era fruto de alucinaciones producidas por la cocaína, Franklin esbozo una gran sonrisa y agrego    -Tipo dame diez gramos de perico, esta nota es demasiado malandra-

Se metió las manos en el bolsillo para sacar el dinero pero Robert, pasó a su lado tambaleándose y sin pronunciar palabra alguna, salió de la casa. Franklin se quedo atónito al ver como Robert lo ignoraba por completo.

-¡Ah! No me vas a parar bola ¡Rolo e’ bruja!-  dijo franklin a modo de burla -¿Pues sabes que becerro?  Estas asalta’o- Robert continuo caminando sin prestarle atención.

-De pana te voy a robar las panelas de coca- grito Franklin, mientras Robert se perdía camino arriba –Guerra avisada no mata a soldado, y si lo matas es por guevon- medito Franklin mientras buscaba a tientas el interruptor de la luz.
Después de algunos minutos y varios tropiezos, Franklin localiza el interruptor y encendió la luz. Busco por la sala sin encontrar rastro alguno de Cocaína, busco en la cocina con resultados iguales. Finalmente entro en uno de los cuartos y dio con lo que buscaba.

Era el depósito de Robert -¡Marico! Estoy en el cielo- Exclamo Franklin ante la visión que se desplegaba ante sus ojos. El depósito estaba compuesto por un par de mesas que albergaban 7 panelas de Cocaína, una caja de cartón hasta el tope de marihuana bien desmenuzada,  tres potes de leche de un kilo full de Cocaína en pitillos de 5 gramos y un jarra repleta de la droga preferida de los recoge-latas “La piedra”

Por si esto no fuera poco, al repertorio de drogas que vislumbro Franklin habría que agregarle un par de Glock 45 con selector, 8 cargadores de 32 balas que en conjunto hacían las famosas “peine pa’ fuera”,  dos pistolas    y Cuatro granadas fragmentarias.

-¡Cambio de gobierno! Rolo e’ chiguire- exclamo emocionado franklin –Ahora si es verdad que estas asaltado bruja y si no te gusta, nos vamos a tener que matar, porque de aquí no me saca ni la abuela de Tarzan- acto seguido se dispuso a prepararse un tabaco compuesto por Marihuana bien cargado de cocaína y aderezado con un toque de piedra.

-Tremendo bate aliñado que me voy a fumar- pensó Franklin sonriente.

Capitulo 7 Viva bien




Aproximadamente 12 horas antes:
 -¿Se puede tomar con la queratina?- pregunto el hombre curioso.

-Por supuesto señor, y se llama “Creatina”- contesto Michael corrigiendo al cliente. -no tiene nada que ver, es más, este es el complemento perfecto de la Creatina-

-¡Ah! ¿Entonces me los puedo tomar juntos, verdad? Respondió el hombre, adoptando esa expresión ridícula que Michael, había visto tantas veces en anteriores clientes y que detestaba tanto.

-Si señor se pueden tomar juntos, no hay ningún problema- Repuso Michael, esforzándose para no atender a su cliente como si fuera un retrasado mental.

-¿Y este frasquito que está aquí?- dijo el hombre mientras tomaba rápidamente uno y lo observaba entrecerrando los ojos -A ver, “Fost print” ¿Qué es lo que hace?-

-Es un energizante, señor- repuso Michael calmado, haciendo gala de la paciencia, fruto de años de experiencia trabajando en GNC, la conocida tienda de suplementos nutricionales y vitaminas, como vendedor y posteriormente como subgerente.

-O sea, ¿que esto hace que me ponga papeado como tú?- Preguntó el cliente mientras sonreía con cara de idiota, al imaginarse con el robusto cuerpo de Michael. Las mujeres se acercarían a él cómo las abejas a la miel.

-No señor, si quiere ganar masa muscular tiene que tomar los suplementos multivitaminicos combinados con las proteínas que les mencione anteriormente, inscribirse en un gimnasio y llevar una dieta balanceada- Señalo Michael mientras dirigía una mirada a Yolanda, que se encontraba en la trastienda tomando un vaso con agua. El cliente lo empezaba a sacar de quicio.

-¡Uhmm! Ok ya,- el cliente metió la mano en el bolsillo de su jeans, saco un BlackBerry y le dedico una fugaz mirada, luego añadió –muchas gracias amigo, hasta luego-

Esto no era algo que sorprendiera a Michael. De vez en cuando entraba gente a su tienda a preguntar de todo cuanto se les ocurría, -¿que es bueno para el hígado, hijo?- preguntaba una señora entrada en años -¿esto se lo puedo dar a mi perrito?- alguna vez le dijo una chica con un cuerpo escultural pero con una preocupante escases de neuronas-¿esto hace que no se me pare él…? bueno tu sabes- preguntaba un hombre de unos cuarenta y tantos años.

Para todos siempre tenía una respuesta, no significaba que les gustaba responder a todas las estúpidas preguntas que le hicieran. Lo hacía porque era su trabajo al fin y al cabo.

Lo que si le molestaba en verdad es cuando le tocaba atender a un tipo particular de cliente, que venía siempre en forma de señor o señora de la tercera edad. Independientemente de que comprara o no algún producto, se ponían a contarle sus problemas o una que otra anécdota de su vida, o en el mejor de los casos entablan una charla insustancial con él.

Era este tipo de cliente al que Michael odiaba atender –gente sin oficio o sin familia- pensaba algunas veces -que me importa a mí, compra o vete- se veía tentado a decir pero no lo hacía para no darle mala imagen a GNC.
 
Cuando llegaba alguno de estos clientes especiales, daba gracias a dios de tener a Yolanda como compañera, una mujer de 35 años que trabaja con él en la sucursal de GNC; del centro comercial “El Recreo” desde hace algunos meses. A ella si se le daba bien en atender a estos clientes, y de mantener conversación con ellos.

Michael miro impaciente el reloj de la tienda, faltaba menos de una hora para cerrar.  

-Mañana estoy libre por fin- medito Michael –voy a aprovechar para ir a afeitarme y comprarme una camisa de cuello V en “Sara”-

De pronto recordó que Mañana había que hacer inventario. -Yolanda le dices a Sandra que mañana le toca a ella hacer el inventario- dijo esto con una mueca de fastidio –siempre me deja a mi lo del inventario porque ella es la gerente y eso no  es así, además es mi día libre-

-Sabes que a ella nunca le ha gustado hacer el inventario, es mas siempre se la pasa repitiendo que ese es el trabajo del Sub-gerente- contesto Yolanda.

-Voy a tener que ir a la oficina a quejarme- agrego Michael evidentemente molesto –que me cambien para otra tienda o que la cambien a ella, ya estoy cansado de aguantarme a esta tipa, aparte de que siempre que entrega la caja me dice que no quiere problemas con las cuentas, como dando a entender que yo no sé hacer mi trabajo-

-Sabes cómo es ella de odiosa Michael- respondió Yolanda dándole la razón –esa fue la razón por la que se fue el anterior Sub-gerente que estaba aquí, vivía encima de él-

-Y eso no es todo Yola- Dijo Michael – el otro día me dijo el pana que trabaja con ella en el turno de la mañana, que yo me robaba productos del GNC del Sambil, y que por eso fue que me cambiaron para acá, ¿puedes creer lo mal hablada que es?-

La conversación de Michael se vio interrumpida, por el agudo grito de una mujer en el pasillo afuera de la tienda, parecía provenir de la entrada del centro comercial

Yolanda  y Michael salieron de la tienda para ver que sucedía.

-Quédate aquí Yola, voy a ver qué paso- le sugirió Michael a Yolanda mientras la dejaba en la entrada de la tienda, y se dirigía a las escaleras mecánicas para tener una vista mejor de lo que estaba sucediendo abajo en  la entrada principal.

Cerca de la entrada se podía ver tres personas vestidas de rojo forcejeando con la mujer que había gritado antes.

Alguien detrás de Michael sugirió gritando -que alguien llame a la policía o a los vigilantes ¡La están robando!- otras personas se sumaron a la protesta emitiendo una seria de murmullos inentendibles.

Una Cuarta figura se sumo al forcejeo, derribando a la mujer.

-¡Mierda! Que es esto-  exclampo Michael, mientras un policía corría acompañado de dos personas a detener el supuesto robo.

 Michael se quedo impactado al ver que alrededor de las figuras de rojo se estaba formando un charco de lo que parecía ser sangre, mientras veía como tres personas también vestidas de rojo se unían para engrosar el grupo.

El policía llego hasta donde estaba el grupo de agresores con su arma reglamentaria desenfundada, al tiempo que un grupo de curiosos empezaba a acercarse para observar la escena.

 Paso todo tan rápido que Michael no tuvo oportunidad siquiera de pestañear.

 Una de las figuras de rojo ataco por la espalda al policía, el cual tuvo la agilidad para zafarse de su agresor, pero dos más se sumaron al ataque. El policía Efectuó un disparo en la pierna de una  de las personas vestida de rojo, que en teoría lo debía haber derribado y ponerlo a aullar de dolor, pero esta ni se inmuto. Se lanzo directo al cuello del policía arrancándole una más que  generosa porción de carne, dejando al descubierto algunas venas destrozadas y parte de la tráquea, todo aderezado por la sangre que escapaba del cuello del policía.

Michael contemplo absorto como la persona que ataco al policía, masticaba con fruición la carne que arranco de su víctima, mientras el policía, estaba tirado sobre un enorme charco de sangre.

Las personas al escuchar el disparo corrieron en todas las direcciones aterrorizadas. Mientras un grupo bastante numeroso de personas igualmente vestidas de rojo, entraban al centro comercial atacando a cuantas personas se les ponían al frente, en cambio afuera se producían varios colisiones de autos en la calle que pasaba frente al centro comercial.

Michael corrió con todas sus fuerzas, hasta la relativa seguridad de su tienda cerrando tras de sí las puertas de vidrio, y volteando el aviso de la puerta del lado donde decía “Cerrado”.

-¿Que paso? ¿A quién mataron?- pregunto Yolanda con genuina curiosidad.
Michael dedico una mirada nerviosa a Yolanda –No sé, un tipo mato a un policía, le mordió el cuello, ¡Dios! Que feo, y de repente entro un montón de gente-

-¿Y que mas? ¿Y Quiénes son esos?- continuo preguntando Yolanda.
-No sé, pero algo feo debe de estar pasando- contesto totalmente nervioso Michael-

 -Voy a buscar el teléfono para llamar a mi casa- puntualizo.

Michael se dirigió a la trastienda. En el momento que abrió la puerta, lo escucho. Un sonido distante, que venía de afuera del centro comercial, se acercaba rápido, aguzo el oído para internar descifrar de que se trataba.

De repente, oyó y sintió como todo a su alrededor vibraba -¿Un terremoto?- pensó, volteo para tratar de escuchar mejor de donde provenía el sonido.

Lo siguiente que paso fue que sintió como era empujado por una inmensa onda de presión proveniente de afuera del centro comercial, vio como salían despedidos con él, frasco de vitaminas C, de extractos de Ginseng, y fragmentos de vidrios de la puerta, todo sucedió en lo que dura un pestañeo. 

Finalmente fue a parar al otro lado de la tienda donde estaba la puerta trasera que daba al pasillo de servicio.

Su corazón latía desbocadamente por el tremendo susto que se había llevado, de repente sintió un ligero dolor detrás de la cabeza, lentamente se llevo una mano a la cabeza, mientras observaba el paisaje desolador que quedo afuera después de lo que paso.

Todo oscuro a su alrededor, la onda expansiva había destrozado toda la iluminación tanto adentro del local, como los pasillos circundantes, la única luz que vio, provenía de afuera, de una tienda de ropa femenina ubicada en todo el frente, que era pasto de las llamas.

Se levanto mareado, mientras veía la mano que se había llevado a la cabeza estaba manchado con un ligero rastro de sangre, su sangre.

-¡Mierda! Yolanda- fue lo primero que Michael pensó, salió de la trastienda con paso vacilante. Encontró a Yolanda inconsciente, debajo de una de las estanterías de frascos de proteínas.

-¡Yola! ¡Dios! Responde- dijo Michael temiéndose lo peor, aparto la estantería a un lado, para verificar como estaba de grave Yolanda. Tenía una Pequeña cortada en la mejilla, pero parecía estar bien. Aun respiraba.

-Yola despierta por favor ¡Coño! Tenemos que salir de aquí- en ese preciso instante escucho un tenue sonido proveniente del pasillo afuera de la tienda, no supo precisar de qué se trataba ¿Un gemido?

En eso momento todas las alarmas de Michael se dispararon. Afuera debe de haber un montón de gente herida, su primera reacción fue llamar una ambulancia.

Se incorporo para buscar su teléfono cuando vio a alguien entrar en la tienda.

 No supo identificar si la persona que entro era un hombre o mujer, ya que las múltiples quemaduras que tenía en el cuerpo le habían dejado irreconocible, detrás venia otra persona que tenía un aspecto igual de lamentable, la única diferencia es que esta se arrastraba dejando tras de sí, un reguero uniforme de sangre, puesto que tenía las piernas totalmente destrozadas ¡Error! ¡¡¡No tenia piernas!!!

Ninguna persona normal podría moverse, con semejantes heridas. Michael abrió la boca sin saber que decir; esto era algo que superaba su nivel de entendimiento.

La persona que se encontraba de pie profirió un rugido animal, secundado por un gemido lastimero del que se arrastraba.

No eran sonidos humanos y por su apariencia y su paso vacilante, parecían… -¿Que es lo que parecen? Vamos Michael dilo- pensó -zombis eso es lo que parecen, zombis, como en las películas-

-No se acerquen más- dijo Michael aterrorizado, mientras retrocedía unos cuantos pasos.

El ser (porque no había una forma más precisa de describirlo) que estaba de pie, estiro sus brazos anhelantes hacia Michael, mientras que el que se arrastraba había posado su vista en Yolanda.

En un acto reflejo y estimulado por el miedo Michael levanto con facilidad una estantería de productos, y la puso a modo de barrera entre ellos y el, mientras rápidamente cargaba a Yolanda y se la echaba al hombro.

El que estaba de pie dio un ligero empujón a la estantería, Michael fue más rápido y de un empujón con la mano que tenia libre, devolvió la estantería del lado contrario y derribo al ser, que por toda respuesta profirió un nuevo rugido aun más aterrador.

Michael ni corto ni perezoso entro rápido a la trastienda, cerrando la puerta y pasándole el seguro.

Sin pararse a tomar un respiro agarro su celular y camino en dirección a la puerta que daba al pasillo de servicio.

-Esto no puede estar pasando, parece un sueño, un mal sueño- pensó 
tratando de asimilar todo lo que había visto.

En ese momento Yolanda recobro el sentido. Michael se detuvo se inclino y la deposito suavemente en el suelo.

-Gracias a dios que despertaste- dijo Michael aliviado.

-¡Que fue lo que paso!- exclamo Yolanda totalmente adolorida.

-Eso mismo quisiera saber yo- contesto Michael, mientras marcaba rápidamente el número telefónico de su casa. Tenía que avisar a su familia sobre lo que estaba pasando.

-¡Coño e’ la madre! Esta porquería no tiene cobertura- dijo Michael contrariado, después de marcar por tercera vez el numero de su casa y que por toda respuesta obtuviera el clásico “Su llamada no puede ser procesada, intente de nuevo.

Michael reprimió las ganas de estrellar el teléfono contra el suelo. -¡Qué raro! Siempre he tenido señal aquí-

-Pero dime que es lo que está pasando- exigió una asustada Yolanda, mientras se limpiaba la herida de la mejilla, con una servilleta.

-Ya te dije que no se- expuso Michael- lo único que sé es que allá afuera, había una pelea, quizás un disturbio, no sabría decirte; luego un tipo se le lanzo encima a un policía, le mordió el cuello, fue horrible. Cuando estábamos aquí adentro, algo exploto allá afuera y nos dejo sin luz. Por último cuando me desperté entraron dos perso…-

Michael no concluyo la oración. No sabía definir qué fue lo que vio.

-¡Aja! ¿Y después qué? Sigue- le urgió Yolanda.

-Bueno, después entraron dos tipos y querían saquear la tienda- concluyo Michael, omitiendo el detalle de que lo dos estaban horriblemente quemados y uno de ellos no tenia piernas.

-¡Dios mío!- Exclamo Yolanda -Seguro que van a querer llevarse todo lo que hay en la tienda, mejor vámonos de aquí-

-Tienes razón- agrego Michael -Vamos por el pasillo de servicio y bajemos las escaleras de emergencia-

Michael ayudo a Yolanda a ponerse de pie.

En ese preciso instante, alguien comenzó a golpear débilmente la puerta de la trastienda. Los golpes iban acompañados de un débil gemido.

-Son ellos, los zomb… digo los saqueadores- comunico Michael a Yolanda.
Michael se encamino a la puerta de daba al pasillo, en cambio Yolanda se quedo plantada con la mirada fija en la puerta que daba a la tienda.

-¿Estás seguro de que son saqueadores?- pregunto Yolanda a Michael.

-Escúchalos, parece que están heridos-

Yolanda se acerco insegura a la puerta y coloque su oreja sobre la puerta.
Un trió furioso de golpes más en la puerta, hicieron que Yolanda cayera de espalda. De improviso un brazo atravesó la puerta de madera como si estuviera echa de cartón y atrapo el tobillo de Yolanda.

-¡Michael ayúdame! Grito aterrorizada, luchando por zafarse mientras la puerta estaba siendo golpeada por más de esas cosas.

 Michael sin pararse a pensar en la fuerza que se requería para atravesar de un golpe la puerta de madera, jalo rápidamente a Yolanda. Tiro con todas sus fuerzas y por fin la mano como garras aflojo su presa.

Ambos corrieron a la salida sin mirar como una esas cosas lograron abrir una buen boquete en la puerta  a base de golpes. Una de ellas forcejeaba por entrar, dejándose en su intento, buena parte de la piel en los filosos bordes del agujero.

Michael sabía que era inútil utilizar el ascensor por la ausencia de electricidad así que opto por las escaleras de emergencia.

Bajaron varios niveles agarrados del pasamano de las escaleras, ya que estaba totalmente oscuro.

Finalmente cuando salieron al nivel de la segunda planta del estacionamiento, se encontraron que el panorama no era menos tranquilizador que el de la tienda.

Personas corriendo de un lado para otro perseguidas por varias de esas cosas. Michael observo pasmado como una mujer con un bebe en brazos era arrinconada por varias figuras cubiertas de sangre.

-¡No por favor! A mi niño no, por favor- chillo desesperada la mujer, y antes que la mente de Michael pudiera procesar lo que ocurría e ir a socorrer a la mujer, una de esas cosas la mordió en la garganta, mientras que las otras destrozaban a mordiscos, al bebe que sollozaba aterradoramente.

Todos jalaban el frágil cuerpo del bebe en diferentes direcciones, luchando cada uno por procurarse un buen pedazo de carne.

Michael aparto la vista de tan aterradora escena y tomando a Yolanda de la mano corrió en dirección contraria.

Después de varios segundos de angustiosa carrera, Michael vio el escondite perfecto. Una Ford Explorer con la puerta del conductor abierta; al no ver señales de sus ocupantes en el interior, Michael entro con Yolanda y acto seguido echaron el seguro a las puertas.

-Yola ¿tú sabes manejar? Porque yo no tengo ni idea- pregunto Michael mientras intentaba palpar si la llave estaba metida en el contacto de la camioneta. 

-No, tampoco se- contesto Yolanda mirando nerviosa por la ventanilla.
Michael sintió un fuerte golpe en la parte trasera de su cabeza. De pronto el mundo empezó rápidamente a desvanecerse. A lo lejos creyó escuchar un grito femenino. Después todo se volvió oscuro, muy oscuro.