lunes, 3 de febrero de 2014

Capitulo 16 Polvo, Sudor y Sangre

El hedor. Siempre el hedor.  Omnipresente. Día y noche. El olor de la muerte, de cuerpos en descomposición que eran el festín de gusanos. Delinger observo como el pobre diablo con las piernas destrozadas, se arrastraba incesantemente por el pequeño parque que se encontraba frente a su edificio. A veces se detenía como si hubiera escuchado algo para luego, volver a arrastrarse de nuevo. Delinger dedujo que quizás seguía algún patrón, ya que no se salía del parque, siempre vagaba por la misma zona, como si buscara algo, como si hubiera algo que le dijera que tenía que permanecer ahí.

Algo parecido pasaba con los dos que estaban en la cancha de Básquet, solo que estos no se movían. Llevaban días en la misma posición, sin siquiera mover la cabeza, si no fuera por el ligero bamboleo que tenían, parecido al de un borracho, Delinger hubiera jurado que eran estatuas, unas macabras estatuas con el abdomen destrozado y reposando sobre un pedestal compuesto por un gran charco de sangre, ya seca después de varios días al sol.

-Tenemos que salir de aquí, ya no nos queda comida- pensó Delinger angustiado.

Ya llevaban una semana encerrados en el apartamento. No habían salido pensando que todo lo que estaba ocurriendo, era algo pasajero, algo que después de un tiempo se solucionaría. A pesar de las dos personas que mato. Atestiguaría que fue en defensa propia, que ellos lo atacaron a el… Quizás no sea el único caso que las autoridades tendrían que atender.

Quizás al día siguiente lo llamarían del trabajo para que ayudara a resolver la situación, quizás habría algunos disturbios, protestas, muchos negocios saqueados, pero todo terminaría por calmarse, días después todo volvería a la normalidad, saldría con Noretza a almorzar o a cenar y hablarían de los comos y los porque, y a la final como termino por resolverse todo, hablarían del susto que había pasado ella, esperando a que el volviera del trabajo. Sería una anécdota que le contaría a su hijo.

-Eso pasó antes de que tú nacieras, fueron unos días feos-

-¿Y tu saliste a la calle papa?- diría su hijo -¿Y no te dio miedo? ¿Que hizo mi mama?-

Pero la realidad era muy distinta. Nada se había solucionado, nada había salido como el había esperado. Tuvo un atisbo de esperanza al cuarto día, cuando los teléfonos celulares volvieron a funcionar, aunque las funciones de Internet seguían aun inactivas.

Llamaron a cada uno de sus familiares, amigos, conocidos, al trabajo, inclusive llamaron a algunas de las personas que tenían en sus respectivas agendas de contactos, que habían olvidados quien eran. A ese tipo de gente que te da su numero telefónico y nunca llamas, o solo le haces una única llamada y después olvidas que existen, en todos los casos la respuesta fue la misma, siempre salía la voz automática de la contestadora.

También llamaron a los números de emergencia, bomberos, policía, protección civil, guardia nacional, pero nadie contesto. En su desesperación hasta llamaron al servicio de atención al cliente de Digitel, solo para encontrarse con la odiosa voz automática, y cuando elegían la opción de hablar con un operador, esperaban pacientemente mientras escuchaban la música de fondo o las promociones y planes que ofrecían, hasta que se dieron por vencidos. Estaban solos.

Delinger reflexiono confuso y aterrado que si eran los únicos seres vivos, dentro de algunos meses perdería a Noretza o a su hijo, cuando ella estuviera en los labores de parto, quizás perdería a los dos si no encontraba las instalaciones apropiadas, para que ella diera a luz. Estaba seguro de que podría atender el mismo el parto, ambos tenían los conocimientos necesarios, pero mil cosas podrían salir mal ¿Y si ella necesitaba cesárea? O si el niño venia de pie y no de cabeza, el cordón umbilical podría enredarsele en el cuello. Las probabilidades de desastres eran enormes.

Pero el entregarse a la desolación, al desespero, no era una opción, tenía que ser fuerte. Fuerte por los dos ¡Perdón! Por los tres.

Escucho varios golpes en la puerta del apartamento de al lado. Eran sus vecinos -Esos ya no son mis vecinos- se corrigió mentalmente -Son esas cosas, son esos...- en realidad ¿Que eran ellos? ¿Zombis? Parecía una estupidez digna de un loco, pensar que fueran zombis, pero la realidad, la maldita y odiosa real, se lo afirmaba constantemente, se le metía por los ojos, invadía sus oídos diariamente con gemidos aislados, y el olor ¡Uff!

A veces despertaba en medio de la noche, y por unos preciosos segundos pensaba que todo era una pesadilla, que los sucesos de principio de semana habían sido una horrible pesadilla, pero el olor le recordaba que todo había pasado en verdad, que sus vecinos lo habían atacado y tuvo que matarlos, eran ellos o Noretza su hijo y el. Y dios sabía que haría lo que fuera necesario, para mantenerlos con vida. Aunque eso no evitaba que tuviera remordimientos de conciencia.

A veces tenia pesadillas, donde volvía a ese día solo que los sucesos cambiaban, ellos atrapaban a Noretza y le hacia todo tipo de cosas macabras, mientras el observaba impotente, incapaz de moverse, de hablar, de hacer algo. Pero para mal o para bien ellos estaban muertos y el estaba vivo.

Entro a su apartamento y cerró la puerta con llave. Vio a Noretza en la cocina revisando los gabinetes.

-Se que aun nos quedaba un lata de atún- dijo afligida -Se que esta por aquí, en alguna parte, no los vamos a comer con la galleta de soda que nos queda-

-Noretza- dijo Delinger en voz baja -Ese atún no los comimos hace dos días-

-Si papi, pero había otro más, debe de estar por aquí-  cerro los gabinetes y busco dentro de la nevera, donde sabía perfectamente que solo encontraría agua, igual que las otras dos veces que reviso.

-Noretza-

-Está por aquí, espera un momento-

-¡Noretza!- dijo Delinger levantado la voz.

Ella volteo, dándose por vencida, No había nada más que buscar. No tenían mas comida.

-Dime, papi- le respondió ella cabizbaja.

Él le rodeo con la mano debajo del mentón, y le hizo levantar la cara cariñosamente -Tengo que salir, voy a buscar comida- Añadió decidido.

-¡Estas como loco!- exclamo asustada y furiosa a la vez -Tu de aquí no te mueves, no me vas a dejar aquí sola- acto seguido lo abrazo y comenzó a llorar en silencio.

 Delinger le correspondió el abrazo y percibió como ella temblaba. Sintió la humedad de sus lágrimas en su pecho. Eso no hizo más que aumentar su decisión de salir -Tengo que conseguir comida- Le puso las manos en el abdomen, que tenia una leve curvatura de un mes y medio de embarazo -Para los tres- agrego.

-No papi, por favor, no salgas, yo no tengo hambre, no hace falta que salgas, por favor, no- esbozo una sonrisa nerviosa y se limpio las lagrimas rápidamente -Estoy bien mi gordo, de verdad-

-Tienes hambre- no era una pregunta, era una afirmación -No me puedo quedar aquí cruzado de brazos, viendo como mi mujer y mi hijo se consumen, tengo que salir a buscar comida para ambos. Puede que consiga a otras personas también-

Ella se aparto de él y le dio un empujón -¡Ah! está bien, dale, sal a que te maten, mientras yo me muero aquí de la angustia- le respondió Noretza con rabia.

-Ya lo decidí, voy a salir te guste o no- las palabras de Delinger fueron duras, pero sabía que no tenía otra opción.

-¡Arrecho el amigo, no! Pues ya vas a ver- Noretza no permitió que Delinger replicara, salió de la cocina y se dirigió al cuarto de ambos. Salió con su casco puesto -Vamos a ir los dos- agrego decidida.

-Nore, no puedes ir conmigo, estas embarazada-

-Si, estoy embarazada, no paralitica- se puso las manos sobre la cintura, e imitando su vos agrego -Ya lo decidí, voy a salir te guste o no-

-Noretza...-

-¡No!-

-Nore...-

-¡No!- lo volvió a interrumpir.

-Por favor Noretza-

-¡Nada! si tú vas yo voy-

Delinger observo la chispa de rabia y de arrojo que brillaba en lo ojos de sus esposa, y no pudo menos que sentirse molesto y a la vez orgulloso -¡Dios! Cuanto amo a esta mujer- pensó.

-¿No hay nada que pueda hacer para convencerte?- pregunto aunque sabia de antemano la respuesta.

-Sabes que no- replico Noretza.

-No te separes de mi, permanece siempre detrás mio y harás lo que te diga. Si te digo que corras, tú corres-

-Pero pa…-

Delinger no la dejo completar la frase -Si quieres venir conmigo, tienes que hacer lo que te diga, esto no es negociable-

-Está bien papi- convino.

Quince minutos más tarde, ya estaban preparados para salir. Ambos llevaban sus respectivos cascos. Delinger llevaba una Prieto Beretta con un cargador de 18 balas, y dos cargadores más en los bolsillos. No era un arma legal, pero dada las circunstancias, se vio obligado a llevársela. Por su parte Noretza, tenía un revolver calibre treinta y ocho, estaba a nombre de el, pero el se lo había regalado después de que le había enseñado como usarlo, como hacerle mantenimiento y todo lo demás.

-Fue una buena decisión haberla llevado al polígono de tiro- pensó mientras abría la puerta.

El plan en teoría era sencillo, bajar a planta baja, salir del edificio, usar la moto para salir por la reja que daba con el estacionamiento y llegar a la calle, lo siguiente seria tratar de encontrar algún bodega o abasto abierto, y recoger la mayor cantidad de comida posible, acto seguido, volver de nuevo al apartamento. Pero los planes tienden a fallar, cuando se entra en contacto con el enemigo. No sabia si se encontraría en algunos de los pisos alguna de esas cosas, y usar el ascensor no era una opción. Era demasiado riesgoso, al llegar a la moto, daba por echo que medio barrio se daría de cuenta de su presencia (incluyéndolos a ellos) lo siguiente seria llegar a la gran reja blanca, que dividía las áreas verdes del edificio con el gran estacionamiento. Seria una gran suerte, no encontrarse nada por el camino antes de cruzar al reja, y que afuera no hubiera nadie esperándolos. Ya no se quería ni imaginar, la cantidad de contratiempos que tendrían para conseguirla comida.

Caminaron a paso lento hacia la reja que conducía a las escaleras. Cuando pasaron frente a la puerta donde estaban sus vecinos, se sobresaltaron al escuchar que los golpes que daban se volvían mas furiosos, y los gemidos se redoblaban. Delinger noto como el revolver temblaba en las manos de Noretza. Se vio tentado de intentar convencer de nuevo a Noretza para que se quedara, pero ya era inútil.

Noretza abrió la reja haciendo el mínimo de ruido, mientras Delinger vigilaba que no hubiera movimiento en ambos sentidos de las escaleras. Comenzaron a bajar. No había nada ni nadie en el piso cinco, aunque flotaba en el aire un aroma a descomposición muy fuerte, en el piso cuatro el olor creció en intensidad, en el piso tres ¡Oh dios!

Había un cuerpo en mitad de las escaleras que les bloqueaba el paso, invadido por millares de diminutos gusanos pálidos, un nutrido grupo de moscas, y rodeado por una gran cantidad de liquido putrefacto de color oscuro. El olor que despedía el cadáver, era asquerosamente agobiante, parecía que el olor no se limitara a entrar por la nariz, sino que se metía por los poros. Ambos sintieron el olor en el paladar y las arcadas precedieron al vomito, que estaba compuesto en su mayoría por agua y algunas trazas de galletas de soda, pues era lo único que tenían en sus estómagos.

Aunque parezca extraño en ese momento Delinger recordó, una conversación que tuvo hace mucho tiempo con un compañero de trabajo.

-Ese tipo esta loco e`bola-

-¿Por qué?- había preguntado Delinger.

-Pues el bicho nos dijo que no trajéramos el desayuno para comer en la morgue, cuando llegamos al otro día, nos encontramos con que el profe había sacado un muerto no se de donde. El bicho nos reunió y nos dijo que comiéramos, el también trajo su desayuno, cuando íbamos por la mitad, fíjate de la vaina, nos dijo que guardáramos lo que nos quedaba, luego agarro y abrió al muerto delante de nosotros, y nos dijo que podíamos terminar de desayunar-

-¡Mierda! Lo abrió-

-¡Si! No te digo yo, unos cuantos se fueron en vomito, pero el se quito los guantes y siguió comiendo de lo mas tranquilos, nos dijo que los que se fueron no servían para realizar labores forenses y tal,  y que en el trabajo íbamos a ver cosas peores que estas y que teníamos que acostumbrarnos ¡Una loquera!

Volviendo al presente ya recuperados de la primera impresión, y después que la nube de moscas se disperso lo suficiente por sus insistentes manotazos, tuvieron una vista mejor del cadáver. Al parecer era un hombre, aunque era imposible determinar su edad ya que tenía cubierto lo poco que le quedaba de la cara, de una masa palpitante de gusanos. Delinger le dio un ligero toque en la cabeza, con el pie derecho para ver si reaccionaba. El cadáver no se movió. Le dio una ligera patada y algunos de los gusanos cayeron en su bota retorciéndose en señal de reproche, pero el cadáver permaneció inmutable.

 -Esta es la típica escena de una película de terror- pensó Delinger -El héroe le pasa por un lado al cadáver y este no se moverá, pero cuando le toque el turno a la chica el muerto volverá a la vida y se le echara encima, rociándola de gusanos y pus- contra todo pronostico ambos pasaron sin quitarle los ojos de encima al cuerpo, que en ningún momento hizo ademan de moverse, tuvo la juiciosa costumbre de dejarse devorar por los gusanos, como los difuntos normales.

Delinger se limpio el sudor de la cara, totalmente aliviado. Fue Noretza la que noto que a sus espaldas, la reja del piso dos estaba abierta y más allá, a mitad del pasillo, había cuatro figuras que habían notado su presencia.

-Papi- dijo ella dándole un ligero toque en el hombro a Delinger -Mira-

-Corre- le indicó mientra la instaba empujándola por la espalda.

Los zombis clavaron sus ojos hambrientos en ellos, mientras se ponían penosamente en movimiento.

-No nos alcanzaran- pensó triunfalmente Delinger.

Primero escucho el rugido inhumano y luego lo vio. Salio de uno de los apartamentos detrás de los zombis que los perseguían. Mostraba los dientes como si fuera un animal, pero este en vez de arrastrarse lentamente salio corriendo, este en particular, rezumada odio hasta por los poros, sus ojos estaban poseídos por una ira inhumana, odio, aborrecimiento por todo aquello que estuviera vivo, o al menos eso le pareció a Delinger. Rugió una vez mas y empezó a apartar a golpes a sus congéneres, disparado como si estuviera cargado de adrenalina.

Noretza y Delinger apuraron los dos últimos pisos como si estuvieran siendo perseguidos por el demonio. Ambos montaron en la moto de Delinger, pero esta se negaba a ponerse en marcha.

-¡Vamos! ¡Prende!- grito Delinger.

Escucharon un nuevo rugido del Zombi que los seguía, ya se había desembarazado de sus compañeros no muertos. Al rugido se unieron un mar de gemidos y lamentos que provenían de todos los edificios, como si de un concierto se tratara todos gemían al unisono, quizás comunicando en su gutural lenguaje “Hora del Desayuno”

-Ya todo el mundo se entero que estamos aquí, no podremos volver- pensó descorazonado Delinger -¡Prende!- y la moto ya a la sexta arremetida, encendió.

 Acelero de golpe, quemando en la maniobra algo de caucho y dejando atrás a la veloz fiera que por poco se les echa encima -Por favor que esté abierta, por favor, por favor- rezo Delinger, suspiro aliviado al ver que la reja del estacionamiento estaba abierta.

Salieron como un bólido hacia el estacionamiento, donde había unos cuantos de ellos, pero estaban a una distancia considerable, no eran rivales para la velocidad de la moto, pero el que los perseguía por la espalda, era mas rápido que el resto. Delinger acelero y lo dejo atrás. Decidió bajar por la calle. Probarían suerte en el Mercal. No era una de sus mejores opciones, ya que la mayoría del tiempo se encontraba cerrado, y las veces que estaba abierto, había pocas cosas que comprar, pero por intentar no perdían nada -¡Claro! Nada, solo uno o dos mordiscos nos podemos llevar- especulo pesimista Delinger.

Echo un vistazo hacia atrás, vio que el zombi corredor que los perseguía, ya se encontraba a una considerable distancia, pero no cejaba en su inútil empresa de darles alcance -¡Papi! Mira adelante- le urgió Noretza.

A la mitad de la calle descansaba un micro bus volcado de lado, aunque del lado derecho había espacio más que suficiente, para que pudieran pasar. Delinger rápidamente inclino la moto sin desacelerar. Una de esas cosas le salio al paso.

Antes de impactar con el cadáver, en lo que dura un latido, Delinger alcanzo a distinguir una comitiva bastante nutrida de zombis les esperaba detrás del micro bus, luego el asfalto vino a su encuentro. No tuvo chance de frenar, el único pensamiento que ocupaba su mente fue el de su esposa.

-¡Nore! ¡Nore! ¡No!- El dolor hizo acto de presencia y un ramalazo de sufrimiento, envolvió su brazo izquierdo y sintió que algo crujía mas arriba de su muñeca. Centésimas de segundos mas tarde el mundo volvió a girar, una suela de zapato se estrello en su cara, su cabeza protegida por el casco reboto contra el asfalto y el mundo se tiño de rojo, un agudo pitido y el sonido que hace un balón después de rebotar se alojo en sus oídos. Mas dolor, y un nuevo giro hacían ver todo borroso y rojo muy rojo, una sensación llameante que le envolvía el muslo derecho y parte del glúteo, le arranco un aullido de dolor.

El mundo dejo de girar. Delinger reposaba de lado tendido en la calle, noto que su moto yacía muchos metros mas abajo totalmente inservible. La sangre proveniente de un golpe en las cejas, le ardía al entrarle en los ojos, se llevo la mano izquierda para tratar de limpiarse el rostro. Delinger se arrepintió al instante de hacerlo, pues donde antes había dos dedos llamados anular y meñique, ahora solo había una amasijo de sangre, piel destrozada y un hueso blanquecino que despuntaba cual palo mayor, no supo identificar a que dedo correspondía el hueso, por suerte aun conservaba el anillo de casado.

Aterrado, se levanto ahogado un grito de dolor proveniente de todo el cuerpo, en especial de la pierna derecha, pues tenía unos horribles raspones en todo el muslo, que sangraban profusamente. Se cuido de no apoyar el peso de su cuerpo en esa pierna. Una vez en pie y resoplando por el esfuerzo y el dolor agonizante, concluyo en como un ser humano es capaz de sentir y aguantar tanto dolor.

Pero había problemas más acuciantes que resolver primero. Se encontraba rodeado por más de una veintena de zombis. Un niño de no mas de diez años vestido con pantalón blue jeans y camisa de rayas, con ambos brazos amputados a la altura de los codos se acercaba a el ansioso, acompañado de un chica que no pasaría de los veinte, bajo las costras de sangre seca, se notaba la mortal palidez de su piel, venia a paso lento ya que cojeaba, a causa de un enorme boquete que tenia en el muslo derecho. Delinger noto como los huesos se le hundían en el musculo, una y otra vez al dar un paso, pero la chica parecía no notarlo, detrás de ella venia una señora de unos cuarenta y algo, enorme, obesa, presentaba bastante heridas en los brazos y en un pasado, enormes pechos, ya que solo algunos jirones de carne se bamboleaban al andar, a su lado se encontraba un hombre, Delinger reconoció que era un hombre al ver su miembro lacio, ya que toda su piel estaba desfigurada, como si le hubieran despellejado por completo, se notaba todos sus músculos secos, al haber estado días al sol, aunque no presentaba ningún síntoma de descomposición. Una joven de la edad de Noretza…

-¡NORETZA!- reacciono de repente, dio una rápida vuelta que le costo mas esfuerzo y dolor y la vio. Estaba tendida a un lado de la calle, mas arriba de su posición, cojeo hacia ella, mientras los zombis cerraban lenta e inexorablemente sus vías de escape, a pesar de encontrarse bastante dispersos, no quedaba mucho tiempo, quizás unos minutos, para que se les echaran encima.

Nada de esto le importaba a Delinger, ni los malditos zombis, ni sus heridas, ni la pérdida de sangre, ni el increíble dolor que recorría salvajemente sus extremidades, ese dolor no se comparaba, con el dolor que sentía por dentro, dolor y miedo -¡Por favor! ¡Por Favor! Que respire dios, que aun respire-

Por fin llego hasta ella, se arrodillo ante Noretza apretando los dientes e ignorando su sufrimiento propio, le tomo el pulso -¡Aun esta viva! Gracias a dios- Unas lagrimas de alegría surcaron las mejillas de Delinger, ya que a pesar de tener varios raspones y magulladuras en el cuerpo, Noretza había salido relativamente ilesa del accidente. Varios gemidos desvanecieron su alegría.

Los muertos se acercaban a paso lento, Delinger tanteo su cinturón buscando inútilmente su arma, se había caído cuando se estrello, y la de Noretza brillaba por su ausencia. No había nada a la mano con lo que defenderse, y era inútil enfrentarse a esas cosas con las manos desnudas y menos en su deplorable condición.

Delinger se puso trabajosamente de pie y evaluó su situación -¡Nooo!- su grito estaba lleno de rabia, impotencia y miedo, miedo de perder lo mas valioso que tenia en su vida, a ella y a su bebe, si es que no lo perdió ya. Sus sueños de formar una familia, de un futuro feliz, morirían hoy, y no había nada, absolutamente nada que el pudiera hacer, quizás pudiera detener una o dos de esas cosas mientras las demás lo alcanzaban a el, y a ella.

-¡Noooo!- grito una vez más, y cojeando se dirigió a enfrentar su inminente destino.

-Deténganse- grito alguien a su derecha.

Había dos hombres a su derecha, el primero un muchacho increíblemente pálido de unos dieciocho años, y con unas enormes ojeras oscuras rodeandole sus ojos, tenia las manos abiertas y en dirección a los zombis, el segundo un poco mayor que el primero, mas musculoso y menos pálido se ocultaba detrás de el.

Por increíble que parezca los zombis, desistieron de su empeño de acercarse a Delinger y Noretza, sus brazos colgaban a sus costados, obedeciendo al pie de la letra la orden del muchacho. Parecía como si estuvieran bajo un tipo de trance hipnótico

-Carlos, ayudalo- le dijo el primero al joven que estaba detrás de el. El hombre llamado Carlos asintió temblando y se acerco a Delinger.

-Vamos hermano- le dijo Carlos a Delinger tomándolo por el brazo.

Delinger no reaccionaba, estaba viendo embobado al joven que mantenía a rayas a los zombis, parecía costarle un considerable esfuerzo detenerlos. El joven volteo a verlo.

-¡Muévete estúpido!- le grito -No los puedo detener por siempre- al desviar la atención de los zombis, estos se reanimaron de nuevo y comenzaron a andar de nuevo, el joven se concentro y volvió a detenerlos.

Delinger obedeció las ordenes del joven -Ayúdame con mi mujer- le indico a Carlos.

-Vamos, muévete yo la llevo- respondió Carlos señalandole al lugar de donde habían salido.

Se trataba de una casa comunal, se encontraba antes de la intersección donde se unía una segunda calle. Delinger siguió a Carlos, quien llevaba a Noretza en brazos. Entraron en la casa comunal, habían varias personas refugiadas en la misma. Unos segundos después, escucharon una serie de gemidos y enseguida entro el joven que había detenido a los no muertos, y cerro la puerta con llave.

-¡Bravo! Adrian ¡Bravo!- dijo alguien desde el fondo de la casa mientras aplaudía –Ahora aparte de estar encerrados aquí, estamos rodeados de esos bichos, y esa es la única salida ¡Bravo! Te la comiste, valiente héroe, ahora estamos bien jodid…- su discurso se vio interrumpido por un violento ataque de tos.

-¡Dios mio!- chillo una mujer señalando a Delinger -Lo Mordieron, en la mano-

-No, esto… Me caí de la moto- respondió levantando la mano. Se volteo y encaro a Adrian.

-¿Quién eres tu? ¿Cómo pudiste hacer eso?- le interrogo.

Unos fuertes golpes y varios gemidos se escucharon desde afuera. Eran ellos -¿Escuchan? ¿Qué fue lo que yo dije? No salgan, pero no me hicieron ca… ¡Cof! ¡Cof!- el hombre de la tos volvió a interrumpirse tosiendo estruendosamente.


-Bueno… yo…- dijo Adrian -Yo creo que soy… Que soy… Creo que soy uno de ellos- a continuación clavo la mirada en el suelo, donde Delinger se derrumbo inconsciente por la pérdida de sangre.