miércoles, 9 de enero de 2013

Capitulo 1 Una Noche Poco Común


La botella de Glacial iba por la mitad, el jugo de naranja estaba por acabarse y la bolsa de hielo se reducía a un pequeño charco de agua fría regado en el suelo. Serian como las 7 y pico de la noche y me encontraba como casi todos los días en Plaza Nueva tomando con mi vecino Javier, con Mauricio y su novia a quien apodábamos “Magic”, también se encontraban Pumba, Daynett, Eloym y otras panas más.

 Esta era mi rutina de casi todos los días después de  salir del trabajo de Oficial de Seguridad en el Centro Comercial  Milleniun me iba para la Plaza a tomar con mis panas, entre comillas, porque a excepción de Javier, yo no era muy sociable con ellos. No porque me cayeran mal, sino que es algo inherente en mi personalidad él no ser tan animado, el ser anormalmente reservado y poco hablador. Mientras Javier y Mau se dedicaban a jugar un “Skate” yo me dedicaba a tomar Glacial con  jugo de naranja mientras Magic, pumba, y Daynett conversaban plácidamente sobre el nuevo video de You Tube llamado la “Isla Presidencial”.

Decidí encender un cigarrillo para hacer más pasable el sabor dulzón de mi trago cuando sucedió.

Una fuerte explosión hizo estremecer el suelo. Calculando la intensidad del sonido y por el temblor, deduje que la explosión o lo que fuera que hubiera pasado se localizaba varias cuadras abajo, quizás cerca de Miraflores, todo el mundo dirigió la mirada hacia el lugar de donde procedía el sonido.

 -¡¡¡Mierda!!! ¿Qué paso? ¿Oíste marico? ¡Verga!-

 Esa eran el tupio de exclamaciones que escuchaba de los panas y de la mayoría de la gente que se encontraba en Plaza, desde los niños, pasando por los adultos que solían sacar a pasear a sus perros a esas horas. No obstante yo permanecí con el semblante tranquilo pero internamente alerta, paso un minuto y algo y se escucho otra explosión aunque esta vez menor, seguida de una serie de gritos estremecedores, gritos desgarradores, de dolor. Otra explosión ya más cercana hizo que todos nos inquietáramos, todo el grupo seguido de otros curiosos se  acerco al borde de la acera para ver qué pasaba calle abajo.

Mi boca se abrió de par en par por lo que vi. El cigarrillo que no alcance a encender resbalo de mi boca.

 Pude ver una densa nube de color gris aproximadamente de 10 metros de altura, que cubría todo el panorama 2 cuadras más abajo. Avanzaba lentamente y ¡¡¡subía en dirección a la plaza!!!

Apenas me percate de la situación una cisterna de agua de color rojo, quizás de Protección civil; emergió de la nube totalmente fuera de control, paso frente a mí a escasos 3 metros de distancia, y fue a dar contra la reja de la iglesia que se encontraba en toda la esquina de la calle de arriba, traspaso la reja, se volteo de lado y se estrello contra la entrada, no sin antes llevarse de por medio a dos ancianas que por mala suerte iba saliendo en ese preciso momento del templo.

Un temblor incontrolable se apodero de mí, mientras que mi mente se negaba a procesar todo lo que estaba pasando, una nueva y aun más cercana explosión y los interminables y angustiantes gritos me sacaron de mi estado de shock. Mi primera reacción fue agacharme, voltee para ver a mis compañeros que ni cortos ni perezosos se hallaban corriendo hacia el puesto de la guardia nacional que se encontraba en el otro extremo de la plaza, a mi lado de pie solo se encontraba Javier totalmente petrificado, fije mi atención en la nube que ya se encontraba a unos 50 metros de distancia.

Tenía que escapar lo más rápido posible de ahí, en ese preciso momento un Ford Fiesta venia en dirección a nosotros, también fuera de control. Me levante mientras agarraba a Javier por la muñeca, lo jale con fuerza y nos apartamos de un brinco de la trayectoria del vehículo,  justo antes de que casi nos atropellara, el mismo se estrello contra el  muro de concreto del Ministerio de Educación, que quedaba al lado de la iglesia. Fije de nuevo mi atención en la nube que ya se estaba a menos de 30 metros, mire a Javier, mire la nube, voltee a mirar al puesto de la guardia nacional, que ya se encontraba rodeado de personas y por ultimo mire la cisterna volteada de lado, vaciando su cristalino contenido en la calle, había tomado mi decisión.

 -Marico vámonos hacia la cisterna y escondámonos allá- le dije a Javier al tiempo que le señalaba.

 Javier me miro con cara de incredulidad y respondió -¿tú estás loco men? Vámonos para donde los guardias-

Mire de nuevo la nube y le dije -You, mira esa vaina- replique señalándole la gran neblina -eso es lo que esta de alguna manera jodiendo a la gente, no sé que es, quizás sea algún tipo de gas venenoso, pero si de algo estoy seguro es que eso no se va parar ni que los guardias le tiren granadas, vámonos para la cisterna, allá vamos a estar más seguros-

 Sin esperar a que me respondiera me fui corriendo hacia la cisterna.
 Ya la maldita nube se encontraba peligrosamente cerca cuando me introduje, me empape de agua hasta las rodillas e iba a cerrar la compuerta cuando alguien la detuvo.

 -Achántala marico- era Javier.

 Gracias a dios y me hizo caso, acto seguido cerré la compuerta, me fije que el agua también se estaba saliendo por debajo, quizás se rasgo cuando se volteo, no le di importancia a ese detalle.

-¿Hermano que es lo que está pasando? Esto no es normal, esa vaina no parecía gas lacrimógeno ni nada parecido- me pregunto Javier confundido.
La angustia reflejada en su cara era visible aun en la oscuridad en la que nos encontrábamos -yo tampoco se men. Lo único que sé es que estoy full cagado de miedo-. Fue lo único que alcance a responder.

 Nos quedamos en silencio, mientras tanto los gritos afuera se escuchaban cada vez más cercano, sin previo aviso quedaron ahogados por el sonido de un choque descomunal, seguido de otro y otro y aun otro más, afuera había ocurrido un horrible accidente de tránsito.

Las piernas casi no me podían mantener en pie , temblaban de forma violenta al igual que el resto de mi cuerpo, sin cambiar la expresión calmada de mi rostro resbalo una lagrima a la cual le siguió otra, y a esas solitarias lagrimas a continuación les siguieron muchas más hasta convertirse en un  silencioso llanto…

Había pensado en el destino que les esperaba al resto de mis familiares, a los cuales esto les tomaría de sorpresa y no les daría el tiempo suficiente para ponerse a salvo.

 Los minutos pasaban muy lentamente, me pareció que llevaba una eternidad metido en mi improvisado refugio. ¿Una hora? ¿Dos? ¿Cinco? No podría decirlo con exactitud, el tiempo parece pasar de forma distinta cuando uno espera algo, y yo en mi inocente ignorancia pensaba en que esto tendría un final; un final en el que quizás oiría un par de sirenas de ambulancias o de patrullas de policías, o tal vez los bomberos, hasta pensé que podría llegar el ejercito.

Ninguna sirena, ningún carro frenando, ningún maldito indicio de que alguien vendría a ayudarnos. Nada se escuchaba, solo un inquietante silencio.
Para intentar desviar la angustia de la incesante espera, distraje mi mente pensando en las razones por las cuales esto paso. ¿Quizás el gobierno la cago con Colombia o con Estados Unidos o quizás este fuera el comienzo de un golpe de estado? Por más locas que sonaran mis teorías, mínimo tenía que haberse oído ya los disparos, si había un enfrentamiento entre Venezuela y quien fuera que nos atacaba, tenía que por ley escuchar una ráfaga interminable de disparos entre ambos bandos. Puede que no fuera ninguna de estas posibilidades, además yo me fuera enterado si hubiera algún conflicto de esta magnitud con otro país, aunque no acostumbraba a leer el periódico o siquiera ver los noticias en la televisión, es mas casi ni veía la tele por la gran cantidad de porquería, en lo que se había convertido últimamente.

Otras teorías, ¿Nos habían invadido los extraterrestres? ¿Un fenómeno natural? - ¡si ya esta!- pensé en silencio -que natural es una nube gigante que haga a las personas gritar de dolor, y a los autos chocar- ¿La ira de dios?, -si que estoy jodido de verdad para pensar en serio todo esto- pensé en preguntarle a Javier su opinión para darle de que hablar, ya que desde que nos metimos aquí no había dicho ni “pio”.

-Men! Qué coño será lo…-  una ráfaga de disparos; probablemente en mitad de la plaza, interrumpió mi pregunta.

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