sábado, 2 de febrero de 2013

Capitulo 6 La Marcha De La Unidad


Todos se asomaron por las ventanas alarmados por mi comentario. La avenida estaba totalmente abarrotada de personas, no ¡error! Esas no eran personas, eran esos seres que inundaban la totalidad de la avenida.

-¿Pero porque los que están abajo no se van con los otros? Solo siguen golpeando la puerta sin importarle los demás- Pregunto Eliezer totalmente asustado.

-¡Mira! Ahí vienen mas ¡mierda son demasiados!- exclamo Alberto al tiempo que señalaba calle arriba, con el brazo que supuestamente no podía mover.

Tome nota mental sobre la supuesta herida que le impedía mover el brazo, pero había otras cosas que requiera mi atención, como el hecho de que había demasiados zomb... ¡digo! seres de esos marchando por la avenida, venían tanto de calle arriba como calle abajo. Pero si hay algo que me llamo la atención de verdad, fue los que venían bajando, pensé que se unirían a los que estaban reunidos frente a la puerta intentando en vano entrar, pero hicieron todo lo contrario, pasaron de largo ignorando a sus congéneres, para unirse a la marcha de esas seres; no sé cómo definirlos ¿no muertos? 
¿Zombis? que se desarrollaba en la avenida.

-Es como si algún excepcional instinto los llamara a congregarse, pero ¿Por qué los que intentaban entrar aquí no seguían ese instinto? ¿Y porque los que van bajando no les llama la atención unirse al grupo de la puerta?- mi mente era una maraña de pensamientos tratando de buscar una explicación racional y coherente.

-¡esto es imposible, desafía toda lógica!- exclamo Alberto nervioso -mira Isabel, la mujer que va bajando, la de camisa verde ¿Cómo puede moverse con el brazo colgándole de una tira de carne? O ese niño de allá, mira como se arrastra ¡tiene las piernas totalmente aplastadas!-

-Son zombis- Eliezer trago saliva, luego agrego -no están enfermos, están muertos-

Osvaldo y Alberto hicieron un amago de intentar explicarle a Eliezer que los zombis no existen, que los zombis solo aparecen en las películas de terror, pero creo que no tenían ningún argumento válido para explicarle porque se quedaron callados.

-Es la decima vez que intento llamar a la casa, pero la línea sale ocupada ¿Por qué coño no sirven los teléfonos?- escupió desesperado Freddy.
Me aleje lentamente de la ventana. Mi cara era una máscara totalmente inexpresiva; ocultaba a la perfección el terror y el pánico del cual era presa. Me senté en el sofá y en un acto reflejo metí la mano en mi bolsillo intentando buscar un cigarrillo.

-¡Uff! Verdad que se me acabaron- pensé, mire a mi alrededor, mi vista se poso sobre Osvaldo.

-Señor Osvaldo ¿aquí venden cigarros?- pregunto forzando a mi voz para que sonara totalmente normal-

Osvaldo volteo y me dedico una mirada que interprete como de sorpresa.
-Sí, si hijo, están sobre la caja registradora, también hay yesqueros. Cógelos con confianza- contesto atropellando las palabras.

Baje las escaleras, fui directo a la registradora y tome una caja. Al fondo se escuchaba una sinfonía de gruñidos y quejidos acompañados de los insistentes golpes que esas cosas propinaban a la puerta.

Mire a la puerta, mientras abría la caja de cigarrillos, mientras, podía distinguir las distintas tonalidades de los gemidos de las personas afuera. Algunos sonaban como el lamento de un enfermo, otros sonaban como si estuvieron poseídos por un estallido de furia incontenible y otros se asemejaban al de una persona presa de un dolor insufrible; no eran para nada iguales o monocordes, todos sonaban distintos.

Me lleve un cigarrillo a los labios y acerque el yesquero para encenderlo, pero vi que los temblores en mis manos me lo impedía.

-¡Coño!- Masculle entre dientes. Sentí que alguien poso una mano sobre mi hombro, me gire sobresaltado, era Osvaldo quien me quito el yesquero de las manos.

-Deja que te lo prenda, hijo- agrego mientras acercaba el yesquero encendido, note que su mano también temblaba, pero no tanto como la mía. Di una profunda bocanada al cigarrillo, y exhale el humo.

-¿Qué es lo que te pasa hijo?- me pregunto Osvaldo con genuina preocupación.

-Nada- mentí, pero como sabía por dónde venía, agregue -estoy bien, como están los demás arriba, supongo que muy nerviosos ¿no?-
-No intentes cambiarme la conversación hijo, sé que es duro todo lo que está pasando y es normal que estés asustado y preocupado por tus seres queridos- dijo Osvaldo.

El viejo había dado en el clavo; es verdad que estaba totalmente asustado y que mantenía en lo más profundo de mi mente, la inútil ilusión de que todos estaban bien en mi casa, pero creer en eso sería mentirme a mí mismo; cuanto antes aceptara la realidad menos doloroso seria.

-No quiero ser grosero Señor Osvaldo- hice una breve pausa para darle una fumada al cigarro, luego proseguí -pero eso no es su problema. No se preocupe por mí, mejor preocupémonos por mantenernos seguros aquí hasta que venga la ayuda-

Sin esperar a que me respondiera, di media vuelta para subir las escaleras.
-Tengo que buscar una manera de alejarme de esta gente lo más rápido posible- pensé molesto mientras subía.

1 comentario:

Los zombis están entre nosotros, así que por las buenas, si valoras en algo tu vida, comenta.