sábado, 18 de mayo de 2013

Capitulo 11 ¿Porque no te mueres?



Sin saber muy bien, Hinmaru y Carol fueron a parar uno de los estacionamientos del centro comercial del Recreo. Minutos antes estaban en el nivel feria, esperando en una de las mesas a que le trajeran la orden de California Rolls y Pollo Teriyaki que habían pedido, cuando se desato la tragedia en el centro comercial.

Gente corriendo por todas partes, sillas y mesas volando por los aires y luego la explosión, eso fue lo peor de todo.

Ignorando el insistente pitido que resonaba en sus oídos, ambos se pusieron de pie y corrieron tan rápido como se los permitían las piernas escaleras abajo, hacia la salida principal. Tenían la idea de que afuera encontrarían más seguridad.

Al terminar de bajar las escaleras frenaron en seco. La visión que les esperaba en la entrada les helo la sangre. El centro comercial estaba siendo inundado por un nutrido grupo de personas que caminan con paso vacilante. Todos sin excepción, mostraban quemaduras que les habían dejado atrozmente desfigurados, en algunos casos era imposible determinar si eran hombres o mujeres.

Pero la visión que les grito que algo andaba jodidamente mal en lo más profundo de su subconsciente, fue la de unas cuantas personas que caminaban mientras su piel era consumida por el fuego. Antorchas humanas que deberían estar en el suelo retorciéndose y aullando de dolor por ser pasto de las llamas.

En ese instante Carol recordó que alguna vez había leído un libro que hablaba sobre lagos de azufre, condenación y castigo eterno, mientras sus ojos observaban con fascinación morbosa como un hombre, con la epidermis totalmente carbonizada y un trozo de tubo de escape de moto incrustado en el pecho, despedía de sus cuencas oculares vacías una especie de liquido de color amarillento.

-Vámonos Carol, tenemos que salir de aquí- le dijo Hinmaru nervioso y con un tono de voz que denotaba pánico en estado puro.

Nada más al dar de vuelta Hinmaru se topo de frente con un hombre de la tercera edad con la ropa humedecida en su totalidad de sangre.

Carol expulso un grito agudo, mientras el hombre agarraba uno de los brazos de Hinmaru. El anciano halo con fuerza el brazo en dirección a su boca, de la cual se derramaba un abundante chorro de burbujeante espuma rojiza.

Hinmaru le dio un sonoro golpe en el rostro al hombre, con la palma de la mano abierta, que lo envió rodando escaleras abajo. En ese momento a sus espaldas escucharon una combinación de gemidos escalofriantes.

Las personas que estaban en la entrada, se acercaban a ellos con los brazos extendidos y emitiendo gemidos lastimeros, haciendo una escalofriante imitación de la película “La Noche De Los Muertos Vivientes”.

Espoleados por el miedo ambos bajaron las escaleras a la carrera, pasando por el lado del hombre que ataco a Hinmaru, que en ese momento se intentaba poner de pie. Hinmaru noto la fea herida que el hombre se había hecho en la frente.

Continuaron descendiendo por las escaleras hasta que llegaron al estacionamiento, donde las cosas no estaban mucho mejor.

-¿Hinma, que está pasando?- pregunto Carol mientras apretaba con fuerza la mano de Hinmaru.

-No tengo la más mínima idea de lo que está pasando pero tenemos que buscar donde escondernos hasta que todo se calme-  contesto Hinmaru mientras se restregaba la mano izquierda sobre el pantalón para quitarse los restos de sangre que tenia pegado cuando golpeo al viejo.

--¡No por favor! A mi niño no, por favor-  Ambos escucharon los aterrados gritos de una mujer muy cerca. Carol halo del brazo a Hinmaru y le señalo a la izquierda.

Carol se llevo ambas manos a la boca, mientras Hinmaru observaba la sangrienta escena ¡Estaban devorando a una madre y su hijo vivos! Era como en esos programas de Discovery Channel, pero en vez de personas, eran los leones y las hienas los protagonistas del documental.

Masticaban con fruición los bracitos del niño, a su lado otra figura saco la cara untada de sangre del abdomen de la mujer; tenia la boca llena de… Hinmaru y Carol apartaron la vista.

Ambos se alejaron en dirección contraria, teniendo cuidado de no despertar la atención de las personas, que estaban celebrando un singular y canibalesco festín.

A pesar de la oscuridad que reinaba en el estacionamiento, Carol distinguió no muy lejos, una camioneta blanca con la puerta del conductor abierta; solo los separaban diez escasos metros de distancia.

Carol le hizo silenciosas señas a Hinmaru, en dirección a su boleto de salida. Ambos se acercaron con sigilo a la camioneta; había alguien tirado en el piso del lado de la puerta del conductor, tenía la cara cubierta de sangre. Era un hombre de Veinte y pocos años, la camisa gris que llevaba, lo identificaba como un empleado de GNC, Aunque lo inquietante era que tenia parte del cuello de la camisa, cubierta de sangre que provenía de una herida en la cabeza.

Hinmaru pasó por encima del el cuerpo de hombre, con el mayor cuidado posible. El hombre despertó. Murmuro un nombre y luego cayó de nuevo en la inconsciencia.

-Está vivo, Hinma- dijo Carol –pero dijo algo ¿Qué fue?-

-Dijo el nombre de una persona pero no entendí bien- respondió Hinmaru –Ayúdame a montarlo e la parte de atrás, quizás sea el dueño de la camioneta-

Carol como pudo se monto con el inconsciente hombre en los asientos traseros, mientras Hinmaru ocupaba el puesto del conductor.

-Busca en la guantera Hinma, ve a ver si consigues servilletas o algo que sirva para limpiarle herida – ordeno Carol señalando la herida del empleado de GNC que todavía despedía algunas gotas de sangre.

Hinmaru reviso la guantera revolviendo su contenido que se componía de monedas de cinco y diez céntimos, una barra de plastilina llena de pelusas, una caja de aspirinas, una bujía usada, una buena cantidad de facturas de peaje y un paquete de toallas húmedas.

-¿Te sirve esto?- pregunto Hinmaru sacando el paquete de toallas.

Carol las tomo y respondió con un tono de voz que reflejaba inseguridad y miedo en partes iguales-Tendra que servir-

Un golpe en la ventanilla del copiloto, los sobresalto a ambos.

Era uno de ellos, uno de los que ataco al bebe. Rugió de manera salvaje y acto seguido, impacto la cara contra el vidrio ahumado de la ventana, volándose en la maniobra algunos dientes.

-¡Arranca ya Hinma!- soltó Carol con el corazón latiéndole  de manera desbocada.

-¡Coño las llaves no están!- Exclamo Hinmaru –Revisa al tipo a ver si la tiene.

Un golpe en la ventana del conductor hizo girar la vista a Hinmaru. Deseo en lo más profundo de su ser, no haber volteado.

La cosa que tenia pegado al otro lado de la puerta (porque no supo cómo definirla) tenía la piel totalmente quemada, podía ver con todo lujo de detalle, los músculos de la criatura teñidos de rojo y del abdomen podía distinguir, las puntas afiladas de lo que presumía, serian algunas costillas quebradas. Un nuevo golpe que dejo una buena mancha de sangre adherida al cristal, lo saco del trance hipnótico en el que se encontraba.

-¡No las tiene! ¿no están en el piso? ¡Búscalas bien!- replico Carol mientras revisaba en la parte de atrás, donde estaba una caja de herramientas y algunas bolsas de comida “Supermercados Unicasa” decía en todas.

Hinmaru hecho un manojo de nervios, busco en todas direcciones intentando no enfocar la mirada, en las dos cosas que golpeaban las ventanas. En un acto reflejo se tanteo los bolsillos, a pesar de que sabía perfectamente que nunca, por más que quisiera, las encontraría ahí.

Su pie derecho rozo algo al lado del pedal acelerador. Sintió que el alma le volvía al cuerpo cuando vio un llavero, y entre todas las llaves se encontraba la que encendía la camioneta. La sonrisa que empezaba a asomarse en su rostro, se borro de golpe cuando un brazo atravesó de golpe el vidrio de la ventana del copiloto.

El ser que estaba golpeando el vidrio fue era un monstruo que superaba los dos metros de altura y parecía una montaña de músculos, de esos que solo aparecen en revistas de fisiculturistas. El hombre saco el brazo de golpe, que estaba cubierto de pequeños fragmentos de cristal; también tenía varios cortes de los que manaba pequeños hilillos de sangre.

El hombre arremetió con un nuevo golpe, mientras Hinmaru introducía la llave en el contacto.

Giro la llave. La camioneta no encendió. El hombre afuera profirió un rugido gutural y arremetió de nuevo, mientras la desfigurada cosa que tenía pegada de la ventana izquierda, pretendía inútilmente morder el vidrio.

-¡Prende!- exclamo Hinmaru al girar por tercera vez la llave. Sintió una gota de sudor que le resbala de la frente, cruzando el puente de la nariz y quedando suspendida en toda la punta de las fosas nasales.

Y entonces sucedieron varias cosas al mismo tiempo. El vidrio del lado izquierdo se astillo, formando rayas semicirculares alrededor del puño estampado del ser desfigurado por el fuego, La camioneta al cuarto giro de la llave, encendió; el gigante que estaba del lado del copiloto metió medio cuerpo a través de la ventana y por ultimo Carol profirió un grito.

Hinmaru estampo la bota del pie derecho en el rostro del gigante que luchaba como poseso por alcanzarlo. Sintió como crujían algunos huesos, quizás de la nariz, bajo su bota.

Sin inmutarse por el golpe, el gigante agarro a Hinmaru de la hebilla de  su correa, y lo halo con fuerza pero el pie derecho que Hinmaru todavía tenía aplastado contra la cara del gigante actuaba como un obstáculo entre ambos.

Hinmaru estaba prácticamente acostado en su asiento forcejeando con su musculoso atacante, cuando miro que un brazo atravesó la ventana del asiento del conductor.

Los músculos de las piernas se le estaban empezando a cansar y las manos, que en ningún momento habían soltado el volante, estaban al límite de sus fuerzas mientras  que la otra ventana no tardaría en terminar hecha añicos.

Y justo cuando daba todo por perdido, escucho un sonido metálico y enseguida el gigante dejo de moverse. El hombre que hace unos instantes estaba inconsciente, sujetaba una llave de tuercas de buen tamaño.

En sus ojos brillaba un destello de furia y la vez de confusión. Miro fijamente a Hinmaru por lo que a él le pareció una eternidad.

-Arranca- dijo el hombre con apenas un hilo de voz, acto seguido soltó la llave de tuercas y se derrumbo sobre el asiento.

Hinmaru se incorporo como si fuera sido impactado por un rayo y rapidamente cambio de marcha y piso el acelerador a fondo dejando atrás a sus atacantes.

Hinmaru vio a Carol por el retrovisor, estaba paralizada por el miedo. Y en realidad el no estaba muy lejos de sufrir un ataque de nervios. Habían pasado demasiadas cosas en tan poco tiempo. Su plan era pasar una noche agradable, diferente, ya que el trabajo de diseñador grafico en el ministerio de educación era demasiado absorbente, incluso demasiado absorbente como para permitirse salir un día a la semana. Y ahí estaban, compartiendo un rato diferente como jamás se había imaginado.

Hinmaru dio un rápido giro al volante para evitar arrollar a una de esa cosas que se habían atravesado en toda la mitad de la vía. Si había contado bien faltaban dos niveles para salir a la avenida.

El hombre de la camisa gris de GNC murmuro algo en voz baja, que saco a Carol del shock en el que se encontraba. Era imposible todo lo que había pasado, estas cosas solo pasan en las películas, en África o en algunos de esos países árabes; pero no aqui; no en Venezuela.

El hombre volvió a murmurar algo en voz baja. Carol recogió el paquete de toallas húmedas y comenzó a limpiar la sangre que se comenzaba a secar en el rostro del hombre.

-¿Decías algo?- pregunto Carol en voz baja sin quitar la vista del cadáver que yacía en el puesto del copiloto con las piernas meciéndose de cualquier manera fuera de la ventana.

-¿Dónde está Yolanda?- pregunto el hombre con los ojos cerrados a Carol.

-No había más nadie en la camioneta cuando te encontramos- le respondió Carol.

El hombre no agrego mas nada. Carol se pregunto quién sería esa Yolanda por la que el preguntaba y si se encontraba bien. -¿Yolanda no sería la mujer que vimos, antes de entrar aquí? ¿La que fue devorada… viva?- pensó Carol.

-Si fuera ella, el hubiera preguntado también por el bebe ¿verdad?- concluyo Carol-

-¿Cómo te llamas?- pregunto Hinmaru con la vista fija al frente.

-Michael, me llamo Michael- respondió el hombre en voz baja mientras en su cara, se dibujaba una mueca de dolor y se llevaba una mano a la cabeza.

-Pues muchas gracias por lo de antes Michael, sino me hubieras salvado, no la estuviera contando- agrego Hinmaru.

-Pues también les doy las gracias a ustedes por sacarnos de ahí- respondió Michael ya con los ojos abiertos, y con la cara con mejor aspecto.

-¿Sacarnos?- pregunto extrañada Carol  -pero si solo estabas tú-

Michael se sobresalto -¿Dónde está Yolanda?-

-Como te dije antes- contesto Carol –Solo te encontramos a ti, estabas fuera de tu camioneta tirado en el suelo con una herida en la cabeza-

-Primero, esta no es mi camioneta, pensé que era de ustedes y segundo yo estaba con Yolanda cuando me monte…- Michael hizo una pausa, en ese momento recordó el golpe y como perdió el conocimiento –Luego me golpearon y me desmaye- agrego en voz baja.

-Aunque antes de perder el conocimiento, vi fugazmente por el espejo retrovisor la cara de alguien- Michael hizo una nueva pausa, tratando de recordar pero fue inútil  -No distinguí quien era. Estaba demasiado oscuro-

Michael sintió una punzada en el estomago, era el miedo lo que la producía, miedo de no saber qué había pasado con Yolanda. Además pensó en la situación en la que estaba, montado en la camioneta de un desconocido, con dos personas que lo acaban de salvar de las cosas ¿zombis? Que estaban por doquier.

Esto no era para nada parecido a lo que había imaginado, después de ver el amanecer de los muertos en el cine. Se imaginaba envuelto en la misma situación; armado con una escopeta, volándole los sesos a todos los zombis que se le pararan en frente, sin inmutarse, sin perder los nervios. Al final de la película el encontraría una isla desierta, a salvo de los zombis y acompañado con un par de rubias con cuerpo de súper modelo y viviría feliz para siempre.

Lo que estaba sucediendo no se parecía a nada a las películas. Por lo menos no en la que el era el protagonista.

-Ya casi estamos afuera- soltó Hinmaru aliviado. En la calle debería estar la policía, los bomberos, la guardia nacional, las ambulancias con sus luces y sus sirenas. Afuera todo estaría mejor, tenía que estarlo.

Todo lo que había visto, todo lo que había sufrido, se quedaba atrás, dentro del centro comercial. Las autoridades se harían cargo de todo, igual que cuando había un accidente aéreo, cuando había un choque múltiple en una autopista o cuando había un incendio.

La camioneta salió del estacionamiento y freno enseguida. Varios autos ardían sin control. El incendio despedía un humo negro y denso, producto de los cauchos en plena combustión. No había bomberos ni médicos atendiendo a las decenas de personas tiradas por toda la calle, o a las que se alejaban con heridas y quemaduras de índole diversas calle abajo.

Brillaban por su ausencia la guardia nacional y la policía, que deberían estar deteniendo a un grupo de personas que salían corriendo del “Farmatodo” de la esquina con bolsas repletas de cosas. Tampoco estaban para detener a las dos mujeres que se lanzaban al cuello de un niño, para posteriormente derribarlo y atacarlo a mordiscos.

De improviso la puerta del copiloto se abrió, dejando caer el cuerpo el gigante en el suelo. Era una mujer aterrorizada; de unos treinta y pocos años, tenía la blusa de color verde, impregnada de sangre a la altura del abdomen al igual que las manos.

Emitió un grito estridente al ver caer el cuerpo caer –Por favor déjenme subir, no me dejen aquí se los suplico- agrego entre sollozos.

Hinmaru se iba a pasar para el asiento del copiloto, para ayudar a subir a la mujer e intentar calmarla, pero a medio camino la mujer grito señalando a la izquierda de Hinmaru.

Un camión 350, de los que se usan comúnmente en mudanzas estaba a punto de embestir la camioneta. Venía a gran velocidad y al parecer fuera de control.

-¡CUID…!- fue lo único que alcanzo a entender Hinmaru, antes de sentir el impacto y oír el ruido del metal chocando contra el metal. Enseguida el mundo empezó a dar vueltas de manera vertiginosa.

La camioneta se estrello contra el edificio de enfrente, quedo reposando sobre las puertas del lado derecho de medio lado apoyando los cauchos sobre la fachada del edificio. El camión siguió su descontrolada carrera calle abajo, volteado de un lado y dejando un nutrido grupo de chispas a su paso.

Hinmaru sintió que algo húmedo caía sobre su mejilla izquierda antes de sumergirse en el mar de la inconsciencia.

Después de que el mundo dejo de dar alocadas vueltas, envuelto en un concierto de hierros retorciéndose y vidrios estallando en mil pedazos, Carol quedo inmóvil con los ojos abiertos de par en par. Creía que si hacia cualquier tipo de movimiento, aunque fuera el simple acto de pestañear, oleadas indecibles de dolor y agonía invadirían su cuerpo, el dolor no se limitaría al corte que tenía en el cuero cabelludo, alojado en la sien derecha y del cual emanaba sangre que lentamente hacia un minúsculo pozo en la cuenca del  oído.

-Carol, Carol ¿estás bien?- Michael sacudió con suavidad a Carol al ver que no contestaba. Milagrosamente había salido ileso de la colisión; solo uno rasguños menores y una que otra zona amoratada delataban su presencia en el accidente, pero sin ningún hueso roto o alguna herida de gravedad.

-Carol, responde ¿puedes levantarte? Tenemos que salir de aquí- agrego Michael, preocupado ante la ausencia de respuesta de Carol.

En ese momento el cerebro de Carol empezó a trabajar, primero con suma lentitud solo había pensamientos sueltos  -Accidente, movimiento, heridas, sangre- Y luego cobraron más fuerza y rapidez -Estoy viva, solo me duele la cabeza ¡dios mío!- la realidad  la golpeo con fuerza  -¡¡¡HINMAAA!!!-


A pesar de la incómoda posición en la que se encontraba, Carol se levanto como pudo y vio hacia adelante. La cabina estaba totalmente destrozada. El volante y el asiento del conductor se confundían con el amasijo de hierros que formaban la puerta, el tablero, el parabrisas y algunas partes del motor.

Pero no había ningún resto reconocible de Hinmaru. Carol se temía lo peor; pensaba que Hinmaru hubiese sido despedido de la camioneta en algún momento mientras daban vueltas, imagino el cuerpo roto de Hinmaru tirado de cualquier manera en la calle con las piernas rotas. Fue cuando escucho un débil gemido, que todos esos pensamientos fatalistas desaparecieron con la misma rapidez con los que se formaron.

El gemido provenía de lado derecho de la camioneta, del lado que descansaba sobre la acera, del asiento del copiloto, allí estaba Hinmaru, sobre un gran charco de sangre y empapado de los restos irreconocibles de la mujer que segundos antes intento subir a la camioneta. Carol se acerco lo mas que pudo y con mucho cuidado al lado de Hinmaru. Le tomo el pulso, aun tenia pulso –Que suerte- pensó.

Carol tanteo el cuerpo de Hinmaru, tratando de percibir con el tacto, algún hueso roto, o fracturado. No sintió nada fuera de lo normal.

-Tenemos que sacarlo fuera de aquí- dijo Michael que se encontraba de pie detrás de ellos –No podemos quedarnos aquí a esperar que vuelvan alguna de esas cosas, tenemos que buscar ayuda- añadió Michael.

Hinmaru recupero la conciencia, mientras Carol intentaban acomodarlo para sacarlo de la camioneta, sentí un bulto en su espalda que lo maltrataba de sobre manera.

-Hinma ¿Estás bien? ¿No te duele nada? ¿No tienes nada roto?- pregunto Carol desesperada.

Por toda respuesta Hinmaru levanto la mano izquierda para pedir un Momento, mientras que con la derecha cogió el bulto sobre el cual estaba acostado y que le molestaba tanto.

Estaba húmedo y tibio. La sorpresa de Michael y Carol fue grande, al ver que Hinmaru sostenía la cabeza de la mujer que fue amputada por el accidente a la altura de la mandíbula superior, que aún conservaba algunos dientes como un funesto recuerdo de que en un pasado, era una boca completa con el paquete del cuerpo completo. La cabeza tenía varios golpes horribles que la desfiguraban completamente; solo conservaba con buen aspecto algunos mechones sueltos de pelos y el ojo derecho.

Quizas fuera porque aun quedaba algun nervio vivo, lo cierto es que ell ojo derecho parpadeo. Hinmaru soltó la calavera como si estuviera envuelta en llamas y se apresuro a salir de los restos de la camioneta, ayudado por Michael y Carol.

Una vez afuera Hinmaru se sentó al borde de la acera, mientras le pedía a Carol que le revisara la espalda ya que le dolía una barbaridad. Hinmaru tenía una amplia zona amoratada, que le abarcaba desde abajo del omoplato izquierdo hasta casi la cintura.

La muerte de la mujer había contribuido a que Hinmaru saliera relativamente ileso, ya que de no haberse movido para ayudarla a entrar , hubiera sido aplastado cuando el camión 350 colisiono contra la camioneta.

-Deberíamos a empezar a movernos- dijo Michael en voz baja, mientras señalaba a cuatro figuras que salían del estacionamiento con paso vacilante pero constante.

Carol ayudo como pudo a levantarse a Hinmaru. Por el dolor que sentía, en la cara de Hinmaru se dibujo una mueca de dolor y soltó un débil quejido –No creo que pueda correr así como estoy- dijo a nadie en particular.

-Esperen un momento, no se muevan-  indico Michael que se metió rapidamente en la camioneta y empezó a revolverla de pies a cabeza. No pasaron treinta segundos cuando salió de nuevo, con algunas bolsas de comida y una llave de cruz.

En todo este tiempo las cuatros figuras ya se encontraban en la acera de enfrente, dispuesto a cruzar la calle en pos de ellos.

-Háganse a un lado- dijo Michael señalado la tanquilla a sus pies. Michael le entrego las bolsas de comida a Carol y la enorme llave de tuercas, con la que había destrozado la cabeza del monstruo algunos minutos atrás dentro del estacionamiento, a Hinmaru. Acto seguido Michael empezó a forzar la reja de la tanquilla con la llave de cruz.

De distintas partes empezaron a salir personas, atraídas por la presencia de Michael, Hinmaru y Carol. Estaban empezando a acortar la distancia entre ellos, dejándolos sin salida. Carol los podía contar por decenas mientras urgía a Michael para que abriera rápido la tanquilla, mientras que Hinmaru aferraba con fuerza la llave de tuercas.

Sin ningún tipo de duda, en la mente de todos estaba claro que no eran personas los que se acercaban a ellos, eran zombis, pero no como los de las películas o de los libros, estos eran más grotescos y más escalofriantes. Su sola presencia despertaba el pánico y el miedo en estado puro, y estos zombis se acercaban cada vez más a ellos, avanzando sin tregua ni descanso, ansiando su carne, ansiando sentir la sangres de sus cuerpos vivos, resbalar por sus bocas muertas.

¡Listo!- exclamo Michael  al tiempo que se metía en la tanquilla dejando afuera los brazos  -Tu primero Carol- ordeno con apremio Michael. Ayudo entrar a Carol y le señalo los barrotes que hacían las veces de escaleras de mano para que se asiera a ellos.

-Ahora tu Hinmaru ¡rápido!- dijo Michael y sin perder tiempo agrego  -Carol pásame dos bolsas vacías-

Una vez todos estuvieron dentro de la estrecha tanquilla, Michael amarro dos bolsas entre si y las hizo pasar por entre las rejas para luego anudarlas, de esa forma impedía que los no muertos pudieran abrirla para entrar.

-aquí estaremos seguros por ahora- aseguro Michael -por ahora-

1 comentario:

  1. Demasiado Bueno Anthony!...Muchas gracias por haber tomado a tales personajes para este capitulo, siempre agradecido y propocionando esta obra!...De nuevo gracias y ya estamos atentos a lo que se viene en esta multitud de historias que al final se uniran en un gran desenlace sin duda alguna!...lml

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Los zombis están entre nosotros, así que por las buenas, si valoras en algo tu vida, comenta.