III
-No creo que vuelva
más nunca aquí, aunque es una lástima dejar todas estas cosas útiles
abandonadas- pensé mientras cerraba la
puerta del depósito.
-¿Está muy lejos el
yate?- me pregunto Ledis.
-No mucho, está a
menos de diez minutos de camino desde aquí- respondí optimista.
El día lucia
perfecto, había sol de sobra y había pocas nubes en el cielo. Salimos del
callejón, la avenida lucia igual que ayer, totalmente desierta.
Avanzamos a paso
ligero por la calles. Ledis empuñaba la Browning y yo iba con el fusil alerta
en todo momento, no permitiría que nada empañara nuestra huida.
Con cada paso que
dábamos, estábamos más cerca de la playa y más lejos de esta ciudad maldita,
más cerca de un futuro prometedor y más lejos del velo de muerte que arropaba
todo cuanto conocía.
Pude divisar la playa
bastante cercana, también vi la lancha, pero había un problema. Una pareja de
zombis estaba inmóvil de espaldas a nosotros y frente a nuestro boleto de
salida; unos de los hombres tenían los brazos totalmente aplastados, como si le
fuera pasado por encima una auto y el otro que se veía en mejor estado de
conservación, volteo, para dejar al descubierto todos sus órganos al
descubierto. Corazón, estomago, hígado, todos sus órganos colgaban
contoneándose a merced del viento y totalmente cubiertos de arena.
Mire de reojo a Ledis
y agregue -tú encárgate del empanizado y yo el de los brazos hechos puré-
Ledis asintió con la
cabeza, acto seguido disparo. Un disparo certero a la cabeza, saco de su mísera
existencia al zombi quien cayó inerte en la arena. El zombi de los brazos
aplastados vio a su compañero caído, luego poso su vista (si es que era capaz
de ver) en nosotros y emitió un sonoro gruñido.
Quite la vista por un
momento la vista de la mira, -¿Son cosas mías?- me pregunte, me pareció ver un
asomo de ira pero, no de la ira irracional que hasta ahora han demostrado estos
seres, sino una ira intencionada, ¿rencor? ¿Resentimiento? -¡Nah! Son
imaginaciones mías- sin darle más importancia al asunto enfoqué de nuevo en la mira al cadáver andante, al
cual derribe de un impacto que destrozo buena parte de su cabeza.
-Vamos- agregue con una expresión de triunfo en mi cara.
Encendí el motor fuera de borda y salimos a buena velocidad de la playa.
Puse rumbo hacia el
yate que se vislumbraba no muy lejos. Por fin estábamos fuera de peligro. Me
embargaba un sentimiento de optimismo muy impropio en mí; veía que después de
todo, quizás si podía darle un final feliz a esta historia, ya que no pasaría
el resto de mis días solos, tenia alguien con quien podía planear, alguien en
quien podía confiar para que me cuidara las espaldas. Sabía que todavía me
quedaban muchas cosas por hacer, para poder tener un lugar seguro a prueba de
esas cosas, y que en el camino podía
salir mil cosas mal, pero ya no estaba solo para hacerle frente a los problemas.
Por
fin llegamos al yate, le ayude a subir, luego me quite la bandolera y las armas
y me dispuse a asegurar los amarres de la lancha, mientras pensaba en las
nuevas posibilidades que se abrían ante nosotros.
Un
dolor punzante en el hombro izquierdo me hizo salir de mis pensamientos, sentí
resbalar por mi espalda un líquido caliente y espeso, lo siguiente que sentí,
fue un frio repentino en todo mi cuerpo, había caído al mar, ¡No! Me habían
empujado. Cuando salí a la superficie, la visión de una pequeña navaja manchada
de sangre en las manos de Ledis, me hizo comprender el tamaño colosal de mi
estupidez.
-¿Así
que de esto se trataba?- le dije a Ledis, que por toda esta respuesta dejo caer
la navaja mientras se agachada a tomar mi fusil.
-Como
pude ser tan ciego, como no me di cuenta- me reprochaba mentalmente -fui tan
ciego e idiota que es hasta cómico lo que me está pasando, el príncipe azul que
salva a la princesa y viven felices para siempre, hacen el amor bajo la luz de
las estrellas y tienen muchos hijos de ojos azules y de rizos dorados y colorín
colorado, esta perra te ha traicionado-
-Edward,
no sabes cuánto te agradezco todo lo que me has dado- agrego Ledis con una
sonrisa de oreja a oreja y con el fusil a la altura de la cintura -en
agradecimiento te daré a elegir, puedo darte una muerte rápida con un disparo
en toda la frente, ya no tienes por qué sufrir más, así abandonaras este valle
de lagrimas sin dolor ni sufrimiento, o puedo dejarte aquí para que mueras
desangrado o en el mejor de los casos, si sobrevives, seguir buscándote la vida
en este mundo condenado. Tú decides querido-
Su
postura era la de una mujer que sabe que tiene todas las de ganar. Que no había
forma de que los papeles se intercambiaran. Pero la confianza puede llevarte a
cometer errores, a la larga te pueden traer desagradables sorpresas, yo era una prueba de eso.
-Elijo
la segunda opción- le conteste calmadamente, aunque por dentro el dolor me
estaba atormentando, y las ansias de retorcerle el pescuezo lentamente, me
estaban empezando a nublar el juicio. -He salido de situaciones peores que
esta- hice una pausa, llene mis pulmones de aire y haciendo gala de un
autocontrol muy raro en mi, continúe -mi voluntad de vivir es más fuerte que
cualquier adversidad-
Ella
me dedico una mirada cargada de desprecio y agrego -¡Bien! Es tu vida, pero si
veo que intentas volver al barco, no dudare en matarte. Hasta nunca querido-
Me
esperaba un largo camino plagado de dolor hasta la playa. Las punzadas que sentía
en el hombro eran intensas y no ayudaban para nada a seguir adelante, pero la
furia y la promesa de joderla con fuerza, era un recurso invaluable que me
impulsaba a continuar adelante.
Llegue
a la playa sin aliento y con un dolor insufrible en el hombro, sin esperar a
coger aire puso rumbo en dirección al punto seguro donde pasamos la noche
anterior.
La
distancia parecía duplicarse gracias al dolor, pero las cosas que me imaginaba
haciéndole a la traidora de Ledis, me daban fuerzas para continuar.
Finalmente
llegue al callejón donde estaba el punto seguro, entre y pase el cerrojo, Me
dispuse a buscar cualquier cosa para desinfectarme la herida.
-04167218083-
recordé el número telefónico de una de las bombas que siempre dejaba activaba
en el yate para volarlo como último recurso, en casos como este, -Pronto vas
arder de lo lindo Ledis, solo tengo que vendarme este rasguño y pronto veremos quién
ríe de ultimo-
Rebusque
dentro de las cajas y en general, en toda la mercancía empaquetada del
depósito y encontré varios frascos de
alcohol, povidine y agua oxigenada.
Procedí
a curarme la herida después de previamente haberla desinfectado, me la vende
como buenamente pude y me la apreté fuerte para evitar que sangrara más. Ignore
el dolor que aun estaba presente y reanude mi búsqueda.
-Tiene
que estar por aquí en algún lado- murmure mientras abría una de las tantas cajas
selladas con cinta adhesiva.
-¡Coño!
¿Dónde está? Sé que estaba por aquí, se que lo vi antes ¿Pero dónde?- me decía
una y otra vez tratando desesperadamente de encontrar lo que buscaba.
Seguí
buscando entre toda la mercancía apilada hasta que por fin di con lo que
buscaba -¡Aquí esta!- Exclame jubiloso.
Un generador eléctrico que presumo; usaban en
un puesto de alquiler de teléfonos ya que estaba empacado junto un paraguas
enorme, de esos que usan en la playa, dos sillas, cuatro teléfonos celulares y
dos teléfonos locales. Revise el depósito y todavía tenía combustible. Por suerte todos los teléfonos tenían sus cargadores,
así que me dispuse a encender el generador y puse a cargar una de los
celulares, que tenia las teclas bastantes gastadas por el uso frecuente.
Media
hora después, tenía el celular con dos
barritas de carga -es más que suficiente- pensé. Me dispuse a marcar el numero
pero me detuve al instante -hay dos cosas que tengo que hacer antes- medite.
Salí
trotando del depósito haciendo caso omiso, al dolor y al leve mareo que sentía,
corrí por la avenida hasta la casa de empeño. Aun estaba ahí la cimitarra, esa
sería mi nueva arma, hasta que encontrara algo mejor di una patada al cristal
que me separaba de ella, era blindado. No me quedaba otra opción que entrar, me
arrastre por la abertura de la puerta, pero las punzadas de dolor me hacían la
tarea difícil, pero a la final entre.
El
interior estaba oscuro, me relaje porque adentro no había ningún olor que
delatara la presencia de algún no muerto, agarre con cuidado la cimitarra y la
estudie con detenimiento, no era una copia barata de esas que sirven de adorno,
esta era de verdad. Pase el dedo índice por el filo y lo retire rápidamente;
estaba condenadamente afilada y me hizo un ligero corte, me chupe el dedo y
sentí el sabor hierroso de mi propia sangre en la boca.
Salí
de la casa de empeño con mi nueva arma
-ya solo me falta algo por hacer- me dije a mismo y sin perder el
tiempo, me dirigí a mi nuevo destino, la maternidad.
Corrí
como poseso hasta la maternidad, sin siquiera detenerme a ver si había
cadáveres al acecho, solo me importaba una cosa y nada ni nadie me impedirían
cumplir con mi objetivo.
Llegue
a las puertas de la maternidad, y me detuve para coger algo de aliento, me
lleve la mano al hombro y sentía como el dolor se había extendido hasta la
espalda y el brazo, era insoportable, dolía bastante, hice acopio de fuerzas y
entre.
Subí
por las escaleras, y recordaba cuando las baje con ella -Estúpido, estúpido,
estúpido ¿Cómo me pude dejar engañar? ¿Cómo pude confiar en ella?- me
preguntaba mientras entraba a la sala donde todavía estaba los recién nacidos,
que al verme entrar empezaron a deslizarse hacia mí.
Al
verlos mi mente volvió a viajar al pasado. Mi esposa, mi bebe, la alegría de
saber que iba a ser padre, en ese momento mis recuerdos se mezclaron con mi
imaginación, allí estaba ella, de nuevo Ledis, allí estaba en mi paraíso
tropical perfecto a salvo de los zombis
y cargando a mi hijo.
-¿Por
qué Ledis? ¿Por qué lo hiciste? Yo creí que juntos lo podríamos lograr, que
podríamos cuidarnos mutuamente- pensé tristemente, queriendo derramar al menos
un par de lagrimas para desahogarme, pero mis ojos estaban secos desde hace
mucho tiempo, quizás las putadas diversas que me han tocado presenciar, me han
endurecido tanto, que quizás mi ojos eliminaron la función de llorar por
considerarla obsoleta.
Avance
lentamente sin prestarle atención a los bebes que me rodeaban. Por fin llegue a
la puerta de la habitación donde la encontré, saque el celular de mi bolsillo.
Enseguida
recordé la canción que ella cantaba, cuando la encontré. Esa canción me trajo
tantos malos recuerdos, los recuerdos de la pérdida, los recuerdos de todo el
dolor que sentí en aquel momento. Casi podía escuchar con claridad como sonaba
esa canción.
Estar condenado por la realidad
Que me he tomado al querer
decidir
Y un llanto eterno
Un vil un deseo no querer vivir.
Mi corazón dicta con más poder
Qué debo hacer, solo creer en mí
Y sin razón aceptar
Que no puede volver.
Volver, y solo querer gritar
Saber, que nunca más volverás
Ya no estarás aunque quisiera amarte más.
Tu dulce ser, llenabas mi vida
Volvías en mi lo que quería soñar
Tu dulce mujer apagaste mi corazón
Cuando tu ida mató la vida de dos.
Dejaste en mí una desilusión
Anhelo tu amor y tu respirar
Te extraño más
Te amo cada día más.
Volver, y solo querer gritar
Saber, que nunca más volverás
Ya no estarás aunque quisiera amarte más.
Tu dulce ser, llenabas mi vida
Volvías en mi lo que quería soñar
Tu dulce ser apagaste mi corazón
Cuando tu ida mató la vida de dos.
Entre a la habitación, dio unos pasos en
dirección hasta el bebe que Ledis había perdido en este lugar, cuando lo voltee
para verlo, mis ojos se abrieron como platos.
¡No
había nada! Era solo ropa envuelta que hacía parecer como sin un bebe estuviera
envuelto en ella, mis dientes rechinaban de rabia –Todo fue un engañó ¿Verdad?
¡Desde el principio todo fue una maldita mentira!-
Mis dedos Volaron veloces sobre el teclado del
teléfono.
-04167218083-
En
algún punto indeterminado del mar Caribe, una bola incandescente de fuego,
ilumino fugazmente las azules aguas a su alrededor.
Salí
de la maternidad cabizbajo, sabiendo que había vivido una mentira de principio
a fin, pero eso ya no importaba, ya todo había acabado. Ahora la pregunta es
¿Qué hare ahora?
Había salido con vida de la cárcel de la
planta y de la banda de sicópatas, que había montado una especie de coliseo
romano, donde ponían a luchar a muerte contra todos los zombis que tenían en el
patio, a los pobres desafortunados que se encontraban en el camino, cuando
salían a buscar suministros.
Recordé
con rabia a Williams, el que estaba al mando y de la estúpida pregunta que me
hizo -¿Alguna vez llegaste a ver Spartacus?-
También
recordé el infierno que viví en el fuerte “Tiuna” y a todos los que deje atrás
para escapar.
En
todos esos casos, tenia motivaciones para seguir viviendo, pero ¿Y ahora?
Después de todo el trabajo que me había costado reunir todo lo necesario para
escapar de aquí, ya lo había perdido en un instante.
Un
mar de rugidos llamó mi atención. Una masa gigantesca de zombis se vislumbraba
hasta donde me alcanzaba la vista, y de las calles aledañas que se cruzaban con
la avenida salían mas ¡Salían de todos lados!
Parecía
que todos los zombis que habían desaparecido en los primeros días, para ir a
meterse quién sabe dónde, se habían puesto de acuerdo para aparecer justo hoy.
-Han
vuelto- pensé, mientras con la mano temblorosa empuñaba la cimitarra.
PALABRAS FINALES DEL AUTOR
Desde
muy pequeño me ha gustado escribir, aunque la mayoría de mis escritos estaban
basados en películas. Nunca me atreví a escribir algo tan largo como esto, ya
que no creía ser capaz de escribir bien, pero cobraron fuerza dos cosas que me impulsaron
a iniciar este proyecto, la primera fue el ánimo que me dieron mis primos Maicol,
Génesis, Noretza y mis amigos Himmaru y Carol. Quienes me dijeron que si podía
y que les parecía una gran idea que escribiera una novela, la segunda pero no menos
importante fue una frase que leí hace tiempo (aunque no recuerdo en donde fue
que la leí) “A escribir se aprende
escribiendo” sabiendo esto me dispuse a
escribir, y aunque este relato no me quedo de tal manera que me gustara y que
flojea en muchos aspectos, pienso que con la práctica escribiré cada vez mejor
y con más calidad.
Solo
me queda agregar que esto es el final, si, el final del principio, ya que esto
solo es la punta del Iceberg de la novela cuyo nombre es el mismo que el
presente Blog “Todos: Esclavos de la Muerte”.
Hay primo cada ves lo haces mejor la trama se torna muy interesante solo q dejas a quien lees con ganas de saber mas!! Es maicol y de verdad sigue asi
ResponderEliminarTe felicito por el trabajo que as echo sige asi y superate me dejaste con mas ganas de leere y eso que no me gusta ya sabras es eliezer te felicito hombre atiti
ResponderEliminarMe alegra que les guste mi historia, para ser la primera vez que escribo, no pensé que les agradaría tanto.
ResponderEliminarMuy Agradecido por los comentarios