lunes, 31 de diciembre de 2012

Sentimientos Muertos parte 3 (final, por ahora)



III


-No creo que vuelva más nunca aquí, aunque es una lástima dejar todas estas cosas útiles abandonadas-  pensé mientras cerraba la puerta del depósito.
-¿Está muy lejos el yate?- me pregunto Ledis.
-No mucho, está a menos de diez minutos de camino desde aquí- respondí optimista.
El día lucia perfecto, había sol de sobra y había pocas nubes en el cielo. Salimos del callejón, la avenida lucia igual que ayer, totalmente desierta.

Avanzamos a paso ligero por la calles. Ledis empuñaba la Browning y yo iba con el fusil alerta en todo momento, no permitiría que nada empañara nuestra huida.
Con cada paso que dábamos, estábamos más cerca de la playa y más lejos de esta ciudad maldita, más cerca de un futuro prometedor y más lejos del velo de muerte que arropaba todo cuanto conocía.
Pude divisar la playa bastante cercana, también vi la lancha, pero había un problema. Una pareja de zombis estaba inmóvil de espaldas a nosotros y frente a nuestro boleto de salida; unos de los hombres tenían los brazos totalmente aplastados, como si le fuera pasado por encima una auto y el otro que se veía en mejor estado de conservación, volteo, para dejar al descubierto todos sus órganos al descubierto. Corazón, estomago, hígado, todos sus órganos colgaban contoneándose a merced del viento y totalmente cubiertos de arena.
Mire de reojo a Ledis y agregue -tú encárgate del empanizado y yo el de los brazos hechos puré-
Ledis asintió con la cabeza, acto seguido disparo. Un disparo certero a la cabeza, saco de su mísera existencia al zombi quien cayó inerte en la arena. El zombi de los brazos aplastados vio a su compañero caído, luego poso su vista (si es que era capaz de ver) en nosotros y emitió un sonoro gruñido.
Quite la vista por un momento la vista de la mira, -¿Son cosas mías?- me pregunte, me pareció ver un asomo de ira pero, no de la ira irracional que hasta ahora han demostrado estos seres, sino una ira intencionada, ¿rencor? ¿Resentimiento? -¡Nah! Son imaginaciones mías- sin darle más importancia al asunto enfoqué  de nuevo en la mira al cadáver andante, al cual derribe de un impacto que destrozo buena parte de su cabeza.
-Vamos- agregue  con una expresión de triunfo en mi cara. Encendí el motor fuera de borda y salimos a buena velocidad de la playa.
Puse rumbo hacia el yate que se vislumbraba no muy lejos. Por fin estábamos fuera de peligro. Me embargaba un sentimiento de optimismo muy impropio en mí; veía que después de todo, quizás si podía darle un final feliz a esta historia, ya que no pasaría el resto de mis días solos, tenia alguien con quien podía planear, alguien en quien podía confiar para que me cuidara las espaldas. Sabía que todavía me quedaban muchas cosas por hacer, para poder tener un lugar seguro a prueba de esas cosas, y que en el  camino podía salir mil cosas mal, pero ya no estaba solo para hacerle frente  a los problemas.
Por fin llegamos al yate, le ayude a subir, luego me quite la bandolera y las armas y me dispuse a asegurar los amarres de la lancha, mientras pensaba en las nuevas posibilidades que se abrían ante nosotros.

Un dolor punzante en el hombro izquierdo me hizo salir de mis pensamientos, sentí resbalar por mi espalda un líquido caliente y espeso, lo siguiente que sentí, fue un frio repentino en todo mi cuerpo, había caído al mar, ¡No! Me habían empujado. Cuando salí a la superficie, la visión de una pequeña navaja manchada de sangre en las manos de Ledis, me hizo comprender el tamaño colosal de mi estupidez.

-¿Así que de esto se trataba?- le dije a Ledis, que por toda esta respuesta dejo caer la navaja mientras se agachada a tomar mi fusil.

-Como pude ser tan ciego, como no me di cuenta- me reprochaba mentalmente -fui tan ciego e idiota que es hasta cómico lo que me está pasando, el príncipe azul que salva a la princesa y viven felices para siempre, hacen el amor bajo la luz de las estrellas y tienen muchos hijos de ojos azules y de rizos dorados y colorín colorado, esta perra te ha traicionado-

-Edward, no sabes cuánto te agradezco todo lo que me has dado- agrego Ledis con una sonrisa de oreja a oreja y con el fusil a la altura de la cintura -en agradecimiento te daré a elegir, puedo darte una muerte rápida con un disparo en toda la frente, ya no tienes por qué sufrir más, así abandonaras este valle de lagrimas sin dolor ni sufrimiento, o puedo dejarte aquí para que mueras desangrado o en el mejor de los casos, si sobrevives, seguir buscándote la vida en este mundo condenado. Tú decides querido-

Su postura era la de una mujer que sabe que tiene todas las de ganar. Que no había forma de que los papeles se intercambiaran. Pero la confianza puede llevarte a cometer errores, a la larga te pueden traer desagradables  sorpresas, yo era una prueba de eso.

-Elijo la segunda opción- le conteste calmadamente, aunque por dentro el dolor me estaba atormentando, y las ansias de retorcerle el pescuezo lentamente, me estaban empezando a nublar el juicio. -He salido de situaciones peores que esta- hice una pausa, llene mis pulmones de aire y haciendo gala de un autocontrol muy raro en mi, continúe -mi voluntad de vivir es más fuerte que cualquier adversidad-

Ella me dedico una mirada cargada de desprecio y agrego -¡Bien! Es tu vida, pero si veo que intentas volver al barco, no dudare en matarte. Hasta nunca querido-

Me esperaba un largo camino plagado de dolor hasta la playa. Las punzadas que sentía en el hombro eran intensas y no ayudaban para nada a seguir adelante, pero la furia y la promesa de joderla con fuerza, era un recurso invaluable que me impulsaba a continuar adelante.

Llegue a la playa sin aliento y con un dolor insufrible en el hombro, sin esperar a coger aire puso rumbo en dirección al punto seguro donde pasamos la noche anterior.
La distancia parecía duplicarse gracias al dolor, pero las cosas que me imaginaba haciéndole a la traidora de Ledis, me daban fuerzas para continuar.

Finalmente llegue al callejón donde estaba el punto seguro, entre y pase el cerrojo, Me dispuse a buscar cualquier cosa para desinfectarme la herida.

-04167218083- recordé el número telefónico de una de las bombas que siempre dejaba activaba en el yate para volarlo como último recurso, en casos como este, -Pronto vas arder de lo lindo Ledis, solo tengo que vendarme este rasguño y pronto veremos quién ríe de ultimo-

Rebusque dentro de las cajas y en general, en toda la mercancía empaquetada del depósito  y encontré varios frascos de alcohol, povidine y agua oxigenada.

Procedí a curarme la herida después de previamente haberla desinfectado, me la vende como buenamente pude y me la apreté fuerte para evitar que sangrara más. Ignore el dolor que aun estaba presente y reanude mi búsqueda.

-Tiene que estar por aquí en algún lado- murmure mientras abría una de las tantas cajas selladas con cinta adhesiva.

-¡Coño! ¿Dónde está? Sé que estaba por aquí, se que lo vi antes ¿Pero dónde?- me decía una y otra vez tratando desesperadamente de encontrar lo que buscaba.

Seguí buscando entre toda la mercancía apilada hasta que por fin di con lo que buscaba -¡Aquí esta!- Exclame jubiloso.

 Un generador eléctrico que presumo; usaban en un puesto de alquiler de teléfonos ya que estaba empacado junto un paraguas enorme, de esos que usan en la playa, dos sillas, cuatro teléfonos celulares y dos teléfonos locales. Revise el depósito y todavía tenía combustible. Por suerte  todos los teléfonos tenían sus cargadores, así que me dispuse a encender el generador y puse a cargar una de los celulares, que tenia las teclas bastantes gastadas por el uso frecuente.

Media hora después, tenía  el celular con dos barritas de carga -es más que suficiente- pensé. Me dispuse a marcar el numero pero me detuve al instante -hay dos cosas que tengo que hacer antes- medite.

Salí trotando del depósito haciendo caso omiso, al dolor y al leve mareo que sentía, corrí por la avenida hasta la casa de empeño. Aun estaba ahí la cimitarra, esa sería mi nueva arma, hasta que encontrara algo mejor di una patada al cristal que me separaba de ella, era blindado. No me quedaba otra opción que entrar, me arrastre por la abertura de la puerta, pero las punzadas de dolor me hacían la tarea difícil, pero a la final entre.

El interior estaba oscuro, me relaje porque adentro no había ningún olor que delatara la presencia de algún no muerto, agarre con cuidado la cimitarra y la estudie con detenimiento, no era una copia barata de esas que sirven de adorno, esta era de verdad. Pase el dedo índice por el filo y lo retire rápidamente; estaba condenadamente afilada y me hizo un ligero corte, me chupe el dedo y sentí el sabor hierroso de mi propia sangre en la boca.

Salí de la casa de empeño con mi nueva arma  -ya solo me falta algo por hacer- me dije a mismo y sin perder el tiempo, me dirigí a mi nuevo destino, la maternidad.

Corrí como poseso hasta la maternidad, sin siquiera detenerme a ver si había cadáveres al acecho, solo me importaba una cosa y nada ni nadie me impedirían cumplir con mi objetivo.

Llegue a las puertas de la maternidad, y me detuve para coger algo de aliento, me lleve la mano al hombro y sentía como el dolor se había extendido hasta la espalda y el brazo, era insoportable, dolía bastante, hice acopio de fuerzas y entre.

Subí por las escaleras, y recordaba cuando las baje con ella -Estúpido, estúpido, estúpido ¿Cómo me pude dejar engañar? ¿Cómo pude confiar en ella?- me preguntaba mientras entraba a la sala donde todavía estaba los recién nacidos, que al verme entrar empezaron a deslizarse hacia mí.

Al verlos mi mente volvió a viajar al pasado. Mi esposa, mi bebe, la alegría de saber que iba a ser padre, en ese momento mis recuerdos se mezclaron con mi imaginación, allí estaba ella, de nuevo Ledis, allí estaba en mi paraíso tropical  perfecto a salvo de los zombis y cargando a mi hijo.

-¿Por qué Ledis? ¿Por qué lo hiciste? Yo creí que juntos lo podríamos lograr, que podríamos cuidarnos mutuamente- pensé tristemente, queriendo derramar al menos un par de lagrimas para desahogarme, pero mis ojos estaban secos desde hace mucho tiempo, quizás las putadas diversas que me han tocado presenciar, me han endurecido tanto, que quizás mi ojos eliminaron la función de llorar por considerarla obsoleta.

Avance lentamente sin prestarle atención a los bebes que me rodeaban. Por fin llegue a la puerta de la habitación donde la encontré, saque el celular de mi bolsillo.

Enseguida recordé la canción que ella cantaba, cuando la encontré. Esa canción me trajo tantos malos recuerdos, los recuerdos de la pérdida, los recuerdos de todo el dolor que sentí en aquel momento. Casi podía escuchar con claridad como sonaba esa canción.

Estar condenado por la realidad
Que me he tomado al querer decidir
Y un llanto eterno
Un vil un deseo no querer vivir.

Mi corazón dicta con más poder
Qué debo hacer, solo creer en mí
Y sin razón aceptar
Que no puede volver.

Volver, y solo querer gritar
Saber, que nunca más volverás
Ya no estarás aunque quisiera amarte más.

Tu dulce ser, llenabas mi vida
Volvías en mi lo que quería soñar
Tu dulce mujer apagaste mi corazón
Cuando tu ida mató la vida de dos.

Dejaste en mí una desilusión
Anhelo tu amor y tu respirar
Te extraño más
Te amo cada día más.

Volver, y solo querer gritar
Saber, que nunca más volverás
Ya no estarás aunque quisiera amarte más.

Tu dulce ser, llenabas mi vida
Volvías en mi lo que quería soñar
Tu dulce ser apagaste mi corazón
Cuando tu ida mató la vida de dos.



 Entre a la habitación, dio unos pasos en dirección hasta el bebe que Ledis había perdido en este lugar, cuando lo voltee para verlo, mis ojos se abrieron como platos.

¡No había nada! Era solo ropa envuelta que hacía parecer como sin un bebe estuviera envuelto en ella, mis dientes rechinaban de rabia –Todo fue un engañó ¿Verdad? ¡Desde el principio todo fue una maldita mentira!-

 Mis dedos Volaron veloces sobre el teclado del teléfono.

-04167218083-

En algún punto indeterminado del mar Caribe, una bola incandescente de fuego, ilumino fugazmente las azules aguas a su alrededor.

Salí de la maternidad cabizbajo, sabiendo que había vivido una mentira de principio a fin, pero eso ya no importaba, ya todo había acabado. Ahora la pregunta es ¿Qué hare ahora?

 Había salido con vida de la cárcel de la planta y de la banda de sicópatas, que había montado una especie de coliseo romano, donde ponían a luchar a muerte contra todos los zombis que tenían en el patio, a los pobres desafortunados que se encontraban en el camino, cuando salían a buscar suministros.

Recordé con rabia a Williams, el que estaba al mando y de la estúpida pregunta que me hizo -¿Alguna vez llegaste a ver Spartacus?-

También recordé el infierno que viví en el fuerte “Tiuna” y a todos los que deje atrás para escapar.

En todos esos casos, tenia motivaciones para seguir viviendo, pero ¿Y ahora? Después de todo el trabajo que me había costado reunir todo lo necesario para escapar de aquí, ya lo había perdido en un instante.

Un mar de rugidos llamó mi atención. Una masa gigantesca de zombis se vislumbraba hasta donde me alcanzaba la vista, y de las calles aledañas que se cruzaban con la avenida salían mas ¡Salían de todos lados!

Parecía que todos los zombis que habían desaparecido en los primeros días, para ir a meterse quién sabe dónde, se habían puesto de acuerdo para aparecer justo hoy.

-Han vuelto- pensé, mientras con la mano temblorosa empuñaba la cimitarra.








PALABRAS FINALES DEL AUTOR

Desde muy pequeño me ha gustado escribir, aunque la mayoría de mis escritos estaban basados en películas. Nunca me atreví a escribir algo tan largo como esto, ya que no creía ser capaz de escribir bien, pero cobraron fuerza dos cosas que me impulsaron a iniciar este proyecto, la primera fue el ánimo que me dieron mis primos Maicol, Génesis, Noretza y mis amigos Himmaru y Carol. Quienes me dijeron que si podía y que les parecía una gran idea que escribiera una novela, la segunda pero no menos importante fue una frase que leí hace tiempo (aunque no recuerdo en donde fue que la leí)  “A escribir se aprende escribiendo”  sabiendo esto me dispuse a escribir, y aunque este relato no me quedo de tal manera que me gustara y que flojea en muchos aspectos, pienso que con la práctica escribiré cada vez mejor y con más calidad.

Solo me queda agregar que esto es el final, si, el final del principio, ya que esto solo es la punta del Iceberg de la novela cuyo nombre es el mismo que el presente Blog “Todos: Esclavos de la Muerte”.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Problemas tecnicos

Por problemas de conexión  publique varias veces las dos partes. pero las borre para que no saliera el mismo texto varias veces.

Cuando le daba a publicar, me salia que hubo un problema y no se pudo guardar o publicar la entrada, pero en realidad si se publicaban, y el Blog me quedo desastrosos, pero afortunadamente ya lo solucione.

No me queda nada mas que decir que disfruten la historia.

Sentimientos Muertos parte 1 y 2


La intención de este relato es de entretener. Así que espero que los disfruten y cualquier crítica constructiva, siempre será bienvenida ya que me ayuda a mejorar como pseudo-escritor (pienso que el considerarme como escritor, es un titulo que me queda demasiado grande).
Tengan en cuenta que a la hora de escribir esta relato, mis conocimientos sobre ortografía y el uso adecuados de los signos de puntuación, son más bien limitados y  la mayoría de la palabras que llevan acentos (para que mentirles es mejor decir que todas sin excepción) fueron corregidas por mi navegador Google Chrome, y en segunda instancia por Word.


Sentimientos Muertos
I
Hoy es el gran día, después de tanto tiempo hundido hasta las cejas en esta mierda apocalíptica, donde las personas perdieron la sana costumbre de quedarse inmóviles al morir, hoy dejaba la cochina ciudad para siempre. Ahora que los muertos se arrastraban por las calles y tienen el macabro pasatiempo de perseguir a los vivos de verdad para devorarlos sin más, de forma salvaje y violenta, mi integridad física y mental corría grave peligro.
 Yo digo que nadie es perfecto, que todos tenemos nuestras malas mañas, pero opino que poner a la especia humana en peligro de extinción, es cuando menos exagerado y eso de caminar por ahí con los vísceras afuera, con medio cara desfigurada a base de mordiscos, o el descaro de algunos de pasearse desnudos ya que perdieron la ropa y buena parte de la epidermis en un incendio, es insalubre y perturbador.
 En otro orden de ideas, desde que esta locura empezó, me pareció curiosa la total ausencia de respuesta por parte de las autoridades, tanto nacionales como internacionales; nada de enormes ejércitos dando la cara para defender al ciudadano de paso y ni siquiera una mísera ambulancia asistiendo a las innumerables victimas que caían, despanzurradas por doquier. ¿Donde se metieron todos? ¿Estarían escondidos? ¿O simplemente fui yo el que tuvo la sarcástica suerte de ser el único sobreviviente? ¿Es que esta locura golpeo con tanta fuerza que nadie quedo vivo para pode hacer algo? Otra de las cosas extrañas que percibí es que después de varias semanas los revividos empezaron a desaparecer, cada vez había menos, las calles pasaron de estar abarrotadas de gente muerta, a en pocos días, quedarse desiertas; de encontrar grupos de miles pasé a toparme con grupo de unas pocas decenas; quizás emigraron al norte o al sur o vete a saber adónde.
 Lo cierto es que inicié un largo viaje desde mi ciudad natal a la zona costera, y después de pasar por innumerables peligros, logre agenciarme un yate de tamaño mediano al que surtí de ingente cantidades de comida y agua. En la lista contaba también una buena cantidad de combustible, herramientas, armas de varios calibres con munición suficiente para armar un pequeño ejército y, hasta tenía una suerte de laboratorio, dónde me dedicaba a fabricar desde Napalm a Semtex casero que era detonado con un teléfono celular; bastaba una llamada telefónica para activar la carga. Por suerte los satélites de telecomunicaciones seguían en pie. También contaba con un planta eléctrica portable y por último, poseía una lancha pesquera con la cual me trasladaba del yate a la costa y viceversa.
 Ahora que lo pienso, quizá la razón por la cual yo sobreviví fue porque perdí todo aquello que nos hace humanos. Recuerdo que en los primeros días encontré personas atrapadas en edificios rodeados por decenas de no-muertos, imploraban porque les ayudase, gritaban, suplicaban, lloraban rogando que les ayudara; yo simplemente pasaba de largo ignorando los desgarradores gritos, rogando por una piedad que ni los muertos ni yo sentíamos, no me importaba nada ni nadie, solo era mi pellejo el que importaba. Puede que entendiera desde el primer momento en que vi uno de esos seres caminando, que para salir con vida de esta locura tenía que abandonar todo lo que me importaba; desde ese momento no volvería atrás para ver si mis amigos lo habían logrado, no regresaría a mi casa para abrazar mi mama y a mi hermana en caso de que siguieran vivas y decirles que todo estaría bien, el mundo estaba muriendo y con el mi vida, mis sentimientos y  mi humanidad.
  Siempre que los recuerdos amenazaban con hacerme perder el control y derrumbarme en mí mismo, rápidamente ocupaba mi mente en planear estrategias para las numerosas incursiones en busca de suministros, que hacia diariamente en las poblaciones cercanas a la costa, mi plan ultimo era localizar alguna islote, de los innumerables que rodean la costa, equiparlo y fortificarlo contra cualquier peligro, después que terminara con esa enorme tarea, podría relajarme y entregarme a la desesperación y a la tristeza; ya en última instancia, podría enloquecer y morir de soledad, llevándome a la tumba el único mérito de que triunfase donde los demás perecieron, que no caí en el pozo de la locura y espere pacientemente a que los muertos se entregaran a un frenesí alimenticio a costa de mi carne y mi sangre.
Después de meses de innumerables idas y venidas, tenía todo lo necesario para largarme, sólo necesitaba unas cartas náuticas para trazar la ruta más segura y como la navegación no implicaba ningún misterio para mí, ya que había tenido un maestro excelente que me enseño todo lo básico, mi padre; él fue un... mejor me pongo en marcha.
 Tenía localizada una librería especializada donde podía conseguir las dichosas cartas, sería pan comido, Ahora como siempre he hecho todas las veces que salgo del yate, me enfunde mi AK-47 y cuatro cargadores  de 30 balas cada uno, guardados en mi bolso tipo bandolera; y en la cintura llevaba mi fiel Browning hp con dos cargadores de 13 balas; en total tenía 120 municiones de AK y 39 balas para la Browning, en la espalda un bate de aleación de aluminio con algunas hendiduras frutos del uso continuo. Nunca se es demasiado precavido en este nuevo mundo.

 Me internaba cada vez más en las calles, cuando un grito capto mi atención; provenía del cuarto piso de un edificio, era un hospital, ¡no! era una maternidad. Por una de las ventanas, una mujer morena de unos veinte y pocos años hacia aspavientos con los brazos tratando de llamar mi atención.
-¡Por favor, por lo que más quieras, ayúdame!- gritaba con una nota de terror en su voz.
No tenía ninguna intención de arriesgar mi pellejo, es más, mi atención ya estaba centraba en siete figuras, que se encontraban a una distancia aproximada de 30 metros y se acercaban con pasos tambaleantes.
No quería delatar mi posición, así que tomé el bate y dejé el AK guindando de la correa.
-Todo estará bien si no dejo que me rodeen -me repetí mentalmente– no dejarme rodear...-
 Me acerque al primero que no tenía camisa, poseía una horrible herida en el costado derecho; se notaba los huesos de las podridas costillas. Le aseste un rápido golpe en la sien izquierda. Pude ver como el cráneo se hundía levemente, y mientras se derrumbaba dejaba un rastro de espesos goterones negros; el segundo que se encontraba ya a mi diestra, levanto los brazos a la vez que me emitía un anhelante gemido; dejé que el bate se estrellara en todo el centro de su cráneo, el contundente golpe hizo que sus ojos brotaran levemente de sus orbitas, cayó de rodillas, se doblo hacia atrás y queda boca arriba; venían otros tres juntos, no podía enfrentarlos al mismo tiempo, detrás de mi había un auto. Me monte sobre el capo, para luego deslizarme hacia la parte de atrás, tal como espere, se separaron. Dos venían por la izquierda y uno por la derecha, los otros dos restantes también se acercaban para unirse al grupo.
En todo este tiempo la chica profería un ensordecedor rosario de “auxilio con ayúdame”, mientras yo me enfocaba en despachar a los no-muertos. No podía perder la concentración ya que un segundo de descuido bastaría, para que me hincaran sus podridas dentaduras.
-¡¡¡Ayúdame te lo suplico, estoy atrapada!!!- la chica de la maternidad me estaba empezando a sacar de quicio.
 Encaré al que venía por la derecha. Le iba a suministrar el mismo tratamiento que a los otros dos, pero en el último momento se tambaleó y el bate se estrelló contra su hombro izquierdo desencajándoselo.
-¡Auxilio, auxiliooo!- grito la chica alocadamente, poseída por el terror.
- ¡Maldita sea! -murmuré exasperado-
Levanté de nuevo el bate y esta vez lo descargué con precisión sobre la coronilla y el rostro, de tal manera que la frente y la nariz formaron un amasijo de carne y sangre negruzca.
-¡¡¡AUXILIO!!! -la voz chillona de la chica estaba empezando a ganar una aterradora  cota de histeria- ¡no me dejes aquí por el amor de Dios! -su voz se quebró por el llanto.
 Esa fue la gota que calmo el vaso. Tire el bate al suelo y saqué mi Browning, con los ojos inyectados en sangre por la furia. Apunte al ser que tenía más cerca, un chico de unos 17 años con la cara totalmente desfigurada, como si se la hubieran untado con algún tipo de corrosivo acido; una anciana de indeterminada edad, totalmente desnuda andaba con paso tambaleante a su lado, sus ancianos pechos salpicados de sangre le colgaban a la altura del ombligo. Le dispare al joven, sus sesos salieron despedidos por la parte de atrás de su cabeza formando un colorido spray de cerebro y fragmentos pulverizados de huesos. Antes de caer, pude ver a través del hueco que dejo la bala como una hoja de periódico revoloteaba a merced de la brisa.
-¡A la mierda el sigilo! - grité, saliendo disparadas con mis palabras, un generoso chorro de saliva.
Pateé la rodilla de la infesta vieja, que crujió por el impacto; no le di tiempo a que tocara al suelo, efectué tres disparos dejándole horriblemente desfigurado el rostro.
-¿Quieren mi carne hijos de putas? ¡¡¡VENGAN POR MI MALDITOS!!!- grité fuera de sí, al tiempo que le hacía señas con las manos para que se acercaran.
Enfundé la pistola y acto seguido, me descolgué el AK y avancé decidido, apuntando a los zombis mientras cambiaba la posición del selector al modo de ráfaga; les descargué todo el cargador  pero sin apuntar a la cabeza; los disparos le arrancaron la mano derecha a uno de los muertos y al otro le destrozaron las piernas y cayó el suelo. Sin importarle el estado de sus piernas el engendro se arrastraba tratando de alcanzarme.
Saqué el cargador vacío dejándolo caer al suelo e introduje uno nuevo, cambié el selector a la posición de tiro a tiro, seguí avanzando al hacia el zombi que seguía en pie, disparándole al pecho.  Se tambaleó inclinándose hacia atrás. Al cuarto disparo, cayó de espalda.

Le pasé por un lado al minusválido pero insistente zombi; intentaba mordisquear la punta de mi bota, pero como son de punta de hierro sus intentos eran inútiles. Le descargué una furiosa patada en la boca volándole algunos dientes. Lo miré con desprecio.
-Ya te atiendo -le dije con frialdad.
Llegué hasta el otro podrido ser que intentaba infructuosamente ponerse de pie. Lo miré directo a los ojos que estaban cubiertos por una gelatinosa capa color ocre. Observé sus miserables intentos por levantarse; al parecer le destrocé la columna vertebral.
El monstruo gemía lastimosamente. Puse fin a su existencia con un certero disparo en el cráneo. Me quedé mirando cómo el asfalto se impregnaba con su sangre de color rojo oscuro.
Me volteé para terminar con el zombi restante, que seguía arrastrándose.
-¿Es que no te cansas infeliz? -a pesar de lo inútil de mi pregunta continúe hablándole  -Responde desgraciado ¿es que acaso nunca te vas a cansar? -obtuve por toda respuesta un gutural gemido mientras nuevamente intentaba roer la punta de mi bota.
Estaba harto de toda esta mierda, después de tanto tiempo manteniendo el control de  mis emociones, hoy no pude soportarlo más, comencé  a patear al cabrón en la cara. Mis furiosas patadas se la deformaban tras cada impacto. Seguí pateándolo aún después de dejar de moverse y cambié las patadas por salvajes pisotones, partiéndole el cráneo.

-¡¡¡Maldito, maldito, maldito, maldito, muérete maldito, hijo de las remil putas, jódete, muérete infeliz desgraciado!!!- le grité hasta que por fin, no quedó de la cabeza nada más que una masa pulposa.
-¡Por favor...! - la puta de la maternidad seguía gritando con la voz rota por el esfuerzo.
Me giré mientras levanta el fusil. Al apuntarla no pude oír lo que dijo, pero creí leer en sus labios la frase “te lo suplico”.
Lentamente bajé el AK. Sentí una sensación que creí que había desaparecido hace tiempo, no pude identificarla ¿lástima? ¿Piedad?
-Te voy a ayudar perra desgraciada –murmuré- voy a entrar a pegarte un tiro en toda la frente, para acabar con tu maldito sufrimiento -agregué decidido.
Me encamine en dirección a la maternidad, ya me estaba calmando y estaba pensando las cosas con la cabeza fría, ¿para qué me iba a molestar en un inútil gasto de munición y tiempo; si podía simplemente dejar que la estúpida del cuarto se pudriera o que los zombis la atraparan? Es cierto, me hizo poner los nervios de punta con sus quejidos y suplicas, pero ¿realmente valía la pena atravesar todo el edificio encontrándome quien sabe cuánta cantidad de esas cosas en el trayecto, solo para darle una muerte rápida?
-No me gusta ni dejar cabos sueltos ni dejar las cosas a medias- me respondí mentalmente a mí mismo.
 -¡Pero qué coño!-  esto no era ningún cabo suelto, poco me importaba la forma en que muriera, esto ya era algo personal.
Estaba claro que hasta que no finiquitara este asunto no iba a poder continuar, necesitaba esto para sentir algo de paz.
Es irónico el hecho de que al matar a una persona que no conocía de nada me aportara algo de tranquilidad ¿Cómo puedo pensar en esto con tanta sangre fría?
Lo extraño de todo esto, es que salí de mi refugio a buscar las cartas y de repente esta chica me hace perder el control de mi mismo. Tanto tiempo siendo frio y calculador, tantas veces que me he mantenido sereno antes situaciones extremas; pero ahora es distinto, ahora me domina una rabia y odio inexplicable; quizás el tiempo que he pasado soportando toda esta porquería, me está pasando factura.
Pero al fin y al cabo, creo que no soy mejor que los muertos, soy peor que ellos- meditaba en este asunto mientras cruzaba la puerta del edificio. Afortunadamente para mí y fatalmente para ella estaba abierta.
Aunque la recepción estaba desierta, sabía muy bien que no estaba solo ya que el hedor delataba la presencia de zombis, tenía que estar el doble de alerta aquí adentro ya que al ser un espacio cerrado;  no tenía tanto espacio para esquivar los ataques y podía ser rodeado con mayor facilidad.
La primera planta consistía en la recepción, una sala de espera y un cafetín, solo me interese en ubicar las escaleras.
 Subí hasta la tercera planta sin ningún incidente, tal vez el olor a descomposición, provenía de los restos de algún desafortunado infeliz que fue despedazado con tal brutalidad, que no quedo nada lo suficientemente completo para ser reanimado.
Volviendo al tema de las escaleras no estaban las que seguían hasta el cuarto piso, solo había un largo pasillo; el mismo terminaba en unas puertas dobles, lo más seguro es que las escaleras estén en el otro extremo.
 Avance con cautela por el pasillo, sabía que me encontraría con varias de esas cosas al cruzar las puertas. Ya que a medida que me acercaba, la peste y el olor a podredumbre ganaba intensidad.
Cruce las puertas haciendo el menor ruido, una estampa sacada de la pesadilla más terrorífica y sádica jamás imaginada se presentaba ante mis ojos; un cuadro pintando por una mente perturbada y diabólica extraído de las profundidades del infierno.
Por todos lados había regados pequeños cuerpos en distintos estados de putrefacción y desmembrados con crueldad morbosa. Brazos, piernas, cabecitas y sangre a granel rebosaban la sala, era una visión insoportable, ya que una cosa es ver el cadáver de un adulto; pero el ver estas inocentes criaturas desperdigadas por toda la sala era algo que me superaba. Una visión grabada con fuego en mis pupilas y en mi mente.
Al parecer el horror no conoce límites, al parecer esta locura se esforzaba por superarse frecuentemente con más saña, para hacerme participe de escenas grotescas y macabras hasta límites de locura insospechada.
-¿Dios donde estas? ¿Por qué permites tantas atrocidades? ¿Dónde quedo la piedad o por lo menos el respeto por los seres humanos? ¡Esto ya es demasiado!- Me pregunte suplicante.
El tono de mi voz fue lo suficientemente alto para que el infierno despertara en la sala. Los restos que aún conservaban la cabeza unida al torso, comenzaran a reptar en mi dirección.
En ese momento, del otro extremo de la sala entraron cuatro mujeres totalmente desnudas; una arrastraba a su bebe que aun permanecía unido a ella por el cordón umbilical, otra de ellas se movía  con dificultad, ya que llevaba un amasijo de infantiles huesos y carne colgando entre las piernas. Las dos últimas embarazadas aun conservaban a sus repulsivas crías en el vientre; solo que una de ellas tenía abierto el abdomen,  por donde se asomaba la cabeza de un putrefacto infante.
Por mi perturbada mente pasaron las imágenes de un canguro.
Apunte a cada una de las mujeres a la cabeza antes de que tuvieran oportunidad de acercarse lo suficiente, jale el gatillo atormentándome cada vez más, por ejecutar a las antinaturales progenitoras. Al disparar a la que se encontraba en mejor estado de conservación, sucedió algo inesperado; de su vagina fluyo con violencia una gran cantidad de líquidos, una mezcla de sangre coagulada, partes irreconocibles del póstumo feto y la placenta.
Instantes después, los reptantes infantes me empezaban a rodear con lentitud, pero era poco lo que podían hacer con sus desdentadas mandíbulas. El olor a muerte era insoportable, penetrante y sumamente repulsivo, no soportaba más el hedor, así que me encamine hacia el extremo opuesto de la sala; dispuesto a terminar con esto de una buena vez.
Atravesé  lentamente la sala, apartando con cuidado los pequeños despojos que se empeñaban inútilmente en alimentarse de mí; a continuación deje la sala atrás para encontrarme con otro largo pasillo, había cuatro puertas a ambos lados, me era totalmente indiferente si eran oficinas, habitaciones o cualquier tipo de depósito, mi objetivo se encontraba al final del pasillo. Las escaleras que conducen al cuarto piso.
Una vez que alcance el cuarto piso, me detuve frente a la puerta donde suponía que se encontraba la chica. Mi mano temblaba incontroladamente, me encontraba estático frente a la puerta mirando con cara de idiota el pomo, más allá de esta, se encontraba la chica a la que quería quitarle la vida, podía oír sus sollozos. De nuevo me invadió una sensación extraña, podía escuchar ecos lejanos en mi mente, compasión, piedad, caridad, vida, humanidad…
-¡No! Ella es la culpable, debe morir, debo… me hizo perder el control, yo tengo…- mi monologo interior que se debatía entre matarla o dejarla vivir;  se vieron interrumpidos por una melodía que entonaba con dolor la chica.
Entre a la habitación con el mayor sigilo, ella se encontraba de espaldas a la puerta; agachada y sosteniendo algo entre sus brazos, no noto que yo estaba adentro, ya que seguía balbuceando esa melodía y llorando al mismo tiempo.
Por el hedor a heces y el penetrante olor de la orina, me hizo pensar en el tiempo que debió estar atrapada aquí.
Al oírla, por un fugaz instante mi mente voló lejos, al pasado, muchos años antes de que comenzara toda esta locura. Me hizo recordar a mi ex-esposa, me hizo recordar todo el dolor que sentí al verla postrada en aquella cama, y la noticia de que había perdido nuestro bebe.
Algo dentro de mí se quebró al ver a esa pobre mujer allí acurrucada, casi pude entender su sufrimiento y el porqué de su actitud histérica. Ahora lo único que deseaba era largarme de aquí, poner la mayor distancia entre los dos, pero lamentablemente ella volteo, ella me vio.
Con sumo cuidado deposito el bulto en el suelo, se incorporo y se lanzo hacia mí abrazándome. Me quede parado; no sabía que decir o que hacer, ella lloraba desconsoladamente.
La aparte de mí con un violento empujón, acto seguido la arrincone contra la pared, mientras que al tiempo le ponía la Browning en la frente.
-Mira putita, me importa una mierda lo que te haya pasado, yo…-  Hice una pausa el pulso me temblaba y mi dedo índice se tensaba sobre el gatillo, deje la frase sin terminar, baje el arma y me aparte unos cuantos pasos de ella.
Ella me contemplaba con terror; no aguantaba verla a los ojos, lo único que pude hacer fue bajar la mirada al suelo.
Levante la mirada para encararla y me maldije por lo que estaba a punto de decirle.
-Disculpa, yo no quería…-  no pude concluir la oración. Un incomodo silencio se apodero de la habitación -vamos, te sacare de aquí- dije al fin.
Ella me miraba recelosa, parecía pensar si le convenía irse con un sicópata que la acababa de amenazar con un arma, le tomo algunos segundos, pero al final se decidió por irse conmigo.
-Sí, tienes razón, deberíamos irnos- agrego ella, odie el “deberíamos” pero no proteste.
Salí de la habitación, ella se me unió. Note por el rabillo del ojo, como ella echaba una última mirada atrás y se secaba una lágrima con el dorso de la mano, no tenia con que otra cosa hacerlo,  ya que su única vestimenta era una sucia bata de hospital, que en un pasado fue azul.
-Espera, ¿no tendrás algo de comer?- pregunto mientras entrecerraba los ojos.
-No- respondí con la voz desprovista de cualquier emoción, medite un poco y respondí -solo cargo esta botella de agua, te conseguiré algo de comer en el próximo punto seguro- agregue con sequedad.
La chica tomo la botella y apuro el contenido con avidez. En cuanto escucho la palabra “punto seguro” se atraganto con el agua.
-¿Cómo dijiste? ¿Punto seguro? ¿O sea, hay más personas vivas?- sus ojos, brillaron con ilusión al imaginar las perspectivas.
-Tengo un concepto diferente sobre lo que significa un punto seguro- ella me miro extrañada, yo proseguí - para mí un punto seguro, es uno de varios sitios que aprovisione en esta zona, tienen comida, agua, y algunos enseres básicos. Son a prueba de los pocos zombis que pululan por ahí; los cree pensando en si algún día necesitase quedarme más de lo provisto, por estos lares.
Su miraba se torno triste de nuevo - ok, entiendo- agrego.
Bajamos las escaleras hasta el tercer piso, recordé el dantesco espectáculo que nos esperaba más adelante.
-Mira- le señale -detrás de esas puertas que ves al final, hay varios bebes muertos, bueno, no muertos; no sé si soportaras ver eso-
-Lo único que quiero es salir de aquí, no me importa nada mas-  fue su respuesta. Quizás la pérdida haya contribuido a endurecerla. Espero que hable en serio y no se ponga histérica cuando entremos.
Cruzamos las puertas, los bebés nos miraron anhelantes. Se acercaban con torpes movimientos, por lo que apretamos el paso. Cruzamos la sala sin ningún problema.
Cuando llegamos a las escaleras, voltee para comprobar si se encontraba bien; las lagrimas bajaban por sus mejillas. Era obvio que esto era demasiado para ella.
-Quizás debería decir algo para consolarla, o no se… ¿abrazarla?-  pensé por un instante, pero no se me ocurría nada -continuemos- fue lo único que alcance  a decir.
Salimos de la fúnebre maternidad sin ningún altercado, ahora tendría que pensar que haría con la chica.
-El punto seguro se encuentra a unos cuatro kilómetros, cerca de la zona comercial- le dije; al tiempo que le señalaba la dirección que debíamos tomar, ella estaba de espalda contemplado con la mirada fija la maternidad, seguían manando abundantes lágrimas de sus ojos.
La tome por los hombros y la mire directamente a los ojos  -escucha bien lo que te voy a decir, se que debe dolerte haber perdido a tu bebe, no puedo imaginar cuanto estas sufriendo, pero si quieres mantenerte con vida, tendrás que hacer exactamente lo que te digo; no planeo cargar con un estorbo, sino con una persona que quiera sobrevivir ¿entendido?-
Ella me miro con los ojos abiertos como plato pero pareció entenderme, se limito a asentir.
-Bueno- proseguí -como te decía, el punto seguro se encuentra a cuatro kilómetros en esa dirección- le señale -primero vamos a pasar por el punto seguro, ahí como te dije te daré algo de comer, veré si te puedo conseguir ropa. Yo voy a recoger unas cosas que me hacen falta, así que tú, mientras tanto me esperaras ahí,  ya que estarás más segura-
-Está bien, vamos…- ella hizo una breve pausa y luego agrego -prometo que no seré una carga para ti- concluyo para luego dedicarme algo parecido a un mal intento de sonrisa.
Me sentí tentado a corresponder su sonrisa con una mía, en vez de eso saque la Browning y le pregunte -¿sabes manejar un arma?-
Ella me miro como si le estuviera pidiendo que me explicara la teoría de la relatividad en chino.
-Pues… eh, No, nunca he utilizado una de esas-  fue su escueta respuesta.
-Mira- le entregue el arma y me puse detrás de ella y le tome la mano para enseñarle a empuñarla, luego continúe - tienes que apuntar con esto así, y después pones el dedo en el gatillo aquí, tienes que darle directo en la cabeza si no, continuaran avanzando hacia ti. Cuando dispares sentirás un ligero retroceso. Tienes que agarrarla con fuerza-
Mientras le seguía explicando, la guiaba con las dos manos, en la posición que me encontraba, la tenía casi abrazada. Era un cuerpo cálido; no frio como el de los zombis, era un cuerpo vivo…
-¿Y sin son muchos como hacemos?- pregunto ella sacándome de mis cavilaciones. -ya no hay muchos por aquí- le respondí - no sé porque, pero desde hace algún tiempo los zombis han abandonado este lugar; no se ha donde han ido, pero ya no hay grandes grupos, como en el principio-
Me separe de ella para agregar -en todo caso, no la uses a menos que yo te diga, si nos encontramos algunos por el camino, yo me encargo de ellos-.
Ella se limito a asentir con la cabeza y proseguimos.
Me encontraba sumamente tenso y nervioso, cada dos por tres miraba hacia atrás para cerciorarme de que la chica me seguía el paso. Era incomodo cargar con alguien más, es muy diferente cuando andaba solo, ya que solo tenía que cuidar de mi mismo, solo tenía que vigilar que los podridos no se acercaran mucho y caminar los más rápido posible.
La chica suponía un lastre para mí, pero algo dentro de mí me decía que no la dejara a su suerte, -que buen momento eligió mi conciencia para despertar- pensé.
Algunas decenas de metros más adelante, se divisaban cuatros figuras tambaleantes.
-¡Alto! quédate donde estas- le susurre a mi acompañante, mientras le señalaba a los no-muertos que teníamos más adelante.
Apunte a uno de los zombis a la cabeza, inspire hondo y contuve la respiración. Efectué el primer disparo. Una lluvia de sesos y sangre baño a los otros tres seres que de inmediato clavaron su vista (si es que eran capaces de ver) en nosotros. Apunte al siguiente no muerto, una vez en la mira, dispare; un disparo perfecto le vació la cabeza. Como detalle extraño el putrefacto cadáver quedo de pie unos segundos, como si no acabara de asimilar que ya no tenía cerebro, para finalmente derrumbarse en el suelo.
-Dos menos, quedan dos- murmure, coloque en la mira al siguiente paciente, para suministrarle una saludable dosis de plomo, cuando alcance a ver por el rabillo del ojo que a mi izquierda una figura borrosa se acercaba velozmente. No me dio tiempo de ver que era lo que venía en mi dirección cuando algo me golpeo en las costillas derribándome en el acto.
Caí de espaldas, el AK resbalo de mis manos quedando a escasos centímetros. Acto seguido sentí una mordida en el hombro derecho -¡Mierda!- pensé, -es una de esas cosas, de los rápidos. No lo pude ver- . Por fortuna el podrido ser que tenía montado en mi espalda había mordido la gruesa correa de cuero de mi bolso. La masticaba con fruición mientras zarandeaba la cabeza de un lado al otro tratando de arrancarla.
Estaba en realidad jodido; si hacia un movimiento el cadáver andante se daría cuenta y no fallaría el siguiente mordisco, la cuestión era si me mordería en el cuello o en el hombro. Resignado me prepare mentalmente, solo espero que me muerda en el hombro así me dará tiempo de coger el AK, luego le daría su merecido y acabaría con los otros dos, que aun a lo lejos se acercaban. Lo que único que sabía es que mi destino estaba sellado.
Un disparo me estremeció de pies a cabeza.
La chica, a la cual había olvidado, había jalado al no muerto por lo cabellos, para luego dispararle en la sien ¡me había salvado! Me voltee quitándome al bulto apestoso que tenia encima. Ella me miraba con una expresión de pánico mientras me ofrecía la mano para ayudarme a levantarme.
¡Rápido quedan esos dos! Agrego con voz temblorosa mientras los señalaba. Rápidamente recogí el fusil. Apunte al no muerto que estaba más cerca. Un hombre sumamente obeso, llevaba puesta una braga de mecánico chorreada en partes iguales de grasa y sangre seca. Me fije en la horrible herida que tenía en la tráquea; ¡error! No tenía tráquea, se la habían arrancado completamente, mientras su cabeza bailaba sobres sus hombros. Apunte, pero dos nuevos disparos me sorprendieron.
Quite el ojo de la mira para ver como los no muertos caían al suelo, Voltee para encarar a la chica, que tenía los ojos abiertos como platos sorprendidas tanto o más que yo por lo que acababa de hacer.
La mire esperando que me diera una respuesta convincente -Me habías dicho que nunca había manejado un arma, pero acabas de eliminar a tres sin siquiera despeinarte ¡explícame!-
-Paintball- murmuro presa de los nervios –antes de que los muertos volvieran a la vida yo practicaba, Paintball, era mi pasatiempo todos los fines de semana-
Hice memoria tratando de recordar que era Paintball, Algunos segundos después, recordé de que se trataba. Si mi memoria no me fallaba, era una especie de deporte en la que varias personas se enfrentaban con Rifles de aire comprimido, que disparaban bolas de pintura. Mire a la chica no muy convencido, no creo que una pistola de Paintball tenga ni el mismo peso ni retroceso, que una real.
-Cuanto tiempo tenias practicando Paintball?- le pregunte un poco tenso.
Ella entorno los ojos como si estuviera recordando -creo que cuatro años y algo más o menos-
-¿Y a qué velocidad salen disparadas las bolitas de pintura? deben de pegar duro- pregunte poniendo cara de ingenuo.
- Pegan duro- afirmo -pero siempre usábamos el equipo de protección, y a la velocidad  a la que salen disparadas la de las marcadoras que nosotros usábamos, no era mayor de 90 metros por segundo, aunque creo que era menos- agrego mientras miraba al alrededor con actitud nerviosa.
-¿Esas marcadoras con que impulsan las bolas de pintura?- pregunte todavía algo reacio a creerle.
-Usan gas comprimido, CO2, mira ¿podemos llegar ya  a ese punto seguro tuyo? no me gusta estar aquí afuera con todos esos bichos sueltos por ahí. Cuando lleguemos te puedo contestar todo lo que tú quieras- contesto con angustia.
 Estudie las facciones de su rostro cuando contesto mis preguntas y parecía sincera, decidí no darle importancia al asunto.
-Bien, movámonos- le respondí.
Caminamos un buen rato sin ningún incidente. Mis sentidos estaban agudizados al máximo, no sabía si había alguno de los rápidos en la zona.
-¿Cómo es que ese zombi corrió? Todos los que he visto hasta ahora apenas si podían caminar- pregunto la chica en voz baja.
-No sé, supongo que; o bien son los que murieron recientemente o son los que en mejor estado se conservan. No sé cuál es la respuesta-  conteste sin dejar de prestar atención al entorno.
Pasado cinco minutos volvió a abrir la boca.
-¿Por qué siempre andan en grupos? Digo, a pesar de que son pocos los que andan por ahí, siempre se ven mínimo dos-
Me estaba comenzando a irritar, pero me contuve de soltarle una parrafada de improperios y solo me limite a responderle.
-Van siempre en grupos porque le temen a la soledad-
-¿No les gusta estar solos? ¿Cómo es que sabes eso? Me pregunto con ingenua curiosidad-
Me voltee para mirarla, mientras esbozaba una gran sonrisa.
-Lo sé, porque hace algunos días me encontré a una simpática pareja de zombis, con los cuales entable una animada conversación mientras tomábamos te y comíamos galletas. Me hablaron de los beneficios de la resurrección y de lo caro que está la Hemoglobina en el banco de sangre ¡una barbaridad!-
Continúe caminando sin esperar a que respondiera.
Al parecer mi respuesta mantuvo sus preguntas al margen; no volvió a abrir la boca durante todo el trayecto. Veinte minutos después llegamos a mi punto seguro, un gran depósito de buhoneros ubicado en un estrecho callejón en toda la mitad de la cuadra.
La puerta estaba impregnada de sangre seca, al lado había dos cadáveres, con una bala alojada en el cráneo. Como toque final había una tabla pegada a la puerta que decía:

ADENTRO ESTA INFECTADO

Cada vez que leía el anuncio me hacia sonreír; no sé cómo no se me ocurrió algo más creativo, para mantener alejados a los posibles saqueadores, pero apuesto que la sangre y los cuerpos si persuadirán a más de uno.

La puerta tenía un grueso pasador, al que supongo que un pasado le pondría un grueso candado anti cizalla, tanto por dentro como por fuera; lo deslice a la izquierda y entre. Voltee y la chica todavía se encontraba afuera, suspire y agregue -pasa, es seguro, aquí adentro solo estoy yo-

La chica entro con paso vacilante, todavía dudando si era seguro o no.










II
Cerré la puerta de golpe, la chica dio un brinco del susto que le di.
-¿Por qué lo hiciste? Casi me da un infarto- protesto la chica con la cara pálida por el miedo.
-No sé, de repente sentí la tentación de hacerlo- respondí con cara de inocente.
-¿Si? muy inocente tu ¿no? No vuelvas hacerlo- respondió al tiempo que me dama un golpecito en el brazo.
De manera inconsciente se me dibujo una sonrisa en el rostro. Me quede viéndola a los ojos y por primera vez en muchos meses, me sentí instigado a bajar la guardia ya que la cara de la chica, me inspiraba confianza
-¡Noooo! Jamás bajes la guardia, no cometas ese error- me grito lo más profundo de mi subconsciente.
-¡Es verdad! ¡Dios! Que estoy haciendo- pensé mientras que la sonrisa que esboce, se borraba rápidamente de mi cara y era remplazada por un semblante de seriedad absoluta.
-¡Bien! Supongo que tienes hambre, en esas cajas de allá- señale -encontraras atún enlatado, creo que ahí también hay galletas- hice una pausa, tratando de recordar la última vez que estuve aquí -¡ah! Si, al fondo, hay una cocinilla de gas sobre una mesa, de esas de camping, ahí también encontraras harina de trigo, pasta, café, te, azúcar y algunos sobres de sopa, por si quieres comer algo caliente. Por último en las cajas azules que están a la izquierda, hay ropa, ve si consigues algo de tu talla, y a la derecha de la improvisada cocina hay un diminuto baño, aunque no te aconsejo que lo uses ya que no tiene agua y apesta a millón-
La chica me miro impresionada y pregunto -¿Cómo es que trajiste todo esto hasta aquí?-
-Yo no lo traje- conteste -todo esto estaba aquí guardado; cuando llegue encontré, herramientas, medicinas y todo tipo de utensilios mas lo que ves aquí, también encontré varios tipos de fruta pero todo estaba podrido-
-Pero ¿Quien guardo todo esto aquí?- me interrogo de nuevo.
Tuve la sarcástica idea de responderle que Santa Claus paso por aquí con los siete enanitos, huyendo de los zombis y se le cayeron unas cuantas cajas de regalos, que es todo lo que ves aquí, pero me contuve.
-No lo sé, hasta donde sé, creo que esto era un depósito donde los buhoneros de la zona, guardaban su mercancía por las noches-
-¡Ah! Pero…-
-No me preguntes mas nada- la interrumpí -solo limítate a comer y a buscarte algo de ropa, yo vuelvo más tarde, tengo que buscar algo-
-Pero ¿a dónde vas?- me pregunto angustiada.
-Te dije, que no más preguntas- conteste.
- Pero, pero ¿volverás, verdad?- me interrogo, con una mirada suplicante. Era una pregunta difícil de responder, ya que no había contemplado hasta el momento si la llevaría conmigo o la dejaría tirada a su suerte.
Lo pensé por un instante. Después de unos segundos de meditarlo y en los que ella me taladra con una mirada anhelante, de esas que solo una mujer sabe dedicar, respondí -Volveré, pero deja de molestarme con tu preguntas, odio estar…-
La chica no me dejo terminar ya que se me lanzo encima, rodeándome el cuello con sus delgados brazos.
-¡Gracias! ¡Gracias! No sabes cuánto te lo agradezco, te prometo que no te preguntare mas nada ¡Gracias!-
Yo me quedo parado sin saber qué hacer, sintiendo su aliento sobre mi hombro mientras hablaba.
-Te prometo que hare lo que me pidas, ya no te hare más preguntas y te ayudare en todo lo que pueda- su voz estaba cargada de emoción y llena de sincera gratitud hacia mí.
-Está bien- le conteste mientras lentamente me zafaba de sus brazos -ahora tengo que irme, pero volveré pronto, ahora ve y come algo-
-Ok. Este… yo me llamo Ledis y tu ¿te llamas?- me pregunto.
-Creí haberte dicho que no quería mas pregunta- le reproche, pero lo pensé mejor y conteste -Edward, me llamo Edward-
No era mi verdadero nombre, pero desde que comenzó todo esto adopte ese nombre. Tome como costumbre el no dar mi verdadero nombre, aunque después que paso el tiempo, ya me había acostumbrado a ese nombre.
-Bueno me voy-  luego agregue -Volveré pronto- acto seguido Salí y escuche cuando ella cerró la puerta por dentro.
La librería adonde me dirigía, quedaba a escasas tres cuadras de donde me encontraba. Esto será un trabajo rápido, entrar buscar las cartas marinas de las costas Venezolanas, aunque sería mejor encontrar un GPS, pero no sabía dónde encontrar uno ¡en fin! Buscar las condenadas cartas, volver por Ledis… -En realidad ¿me estoy planteando seriamente en llevarla conmigo?- pensé detenidamente por un momento.
-No tengo tiempo para pensar en eso, tengo que estar alerta- resolví decidido mientras abandonaba el callejón.
El camino hasta la librería era todo recto. La avenida estaba totalmente desierta a excepción de un par de autos estampados contra un edificio y una moto totalmente destrozada su antiguo ocupante, yacía con la cabeza estampada contra un poste de electricidad, de resto, ni un alma viva o muerta merodeaba por los alrededores. De vez en cuando algunas hojas revoloteaban a merced de la brisa pero nada más, por lo demás todo se encontraban inmóviles. Demasiado calmado diría yo.
Avanzaba cautelosamente por la  segunda cuadra, cuando sucedió, primero oí un gemido lejano que se acercaba rápidamente a mi posición. Voltee nervioso en todas las direcciones, tratando de localizar al no muerto que venía y de repente enfrente de mi sonó un impacto sordo en la acera, acompañado de una violenta salpicada de sangre corrupta en mis pantalones -¡Mierda!- exclame.
¡Un zombi se había estrellado contra la acera! Gire la cabeza hacia arriba y venían en camino dos más. Estupefacto por lo que veían mis ojos no tuve tiempo a reaccionar. Uno de los No muertos se estrello contra el faro que estaba sobre mi cabeza, una lluvia de filosos cristales me baño enseguida, uno de ellos me hizo un corte en la frente, mientras que el otro zombi se estrello en el suelo, no sin antes darme un violento latigazo en la espalda con uno de sus brazos.
Mi sangre caliente se deslizaba abundantemente por mi cara -¡mierda! ¡Malditos!- maldije sonoramente. Me lleve una mano a la frente, para tratar de parar el sangrado, acto seguido patee como poseso  al zombi que me había golpeado a pesar de que estaba rematadamente muerto pero pare al instante, ya que una oleada de dolor me invadió en toda la espalda.
-¿Qué te paso? ¿Cómo que se lanzaron de un edificio? ¿Y cómo te cortaste?- ya me imaginaba la retahíla interminable de preguntas con las que me acosaría Ledis.
Busque en todas las direcciones algo con que limpiarme la herida de la frente; afortunadamente más adelante había una tienda de ropa. Entre en el destrozado escaparate a ver que encontraba; a mis pies estaba tirado un maniquí, vestía una camisa rosa y una falda de blue jeans, le quite  la camisa y me la puse en la frente, espere unos minutos  a que parara el sangrado, luego cogí uno de los vidrios del escaparate y corte una larga tira de la falda y me lo coloque en la frente a modo de bandana.
Mi aspecto cuando menos debería de parecer cómico, con la tira de falda amarrada a mi frente -¿Rambo?-  Pensé para mis adentros.
Sin darle mucha importancia al asunto, decidí continuar hacia mi destino. El trayecto hasta la librería fue relativamente calmado sin zombis ni aéreos, submarinos o terrestres de por medio.
La librería era un pequeño local en toda la esquina de esa cuadra, la puerta era de vidrio, por lo que la entrar era sumamente fácil.
Entre a la librería, estaba medio oscura, eche un pequeño vistazo al interior y enseguida exclame -¡oh dios santo! Esto no puede ser- tanto la cabeza como la espalda empezaron a dolerme enseguida.
Parece que un huracán hubiera pasado por la librería, montañas de libros y documentos revueltos de cualquier manera y estanterías volcadas por doquier adornaban el local, era un completo desastre y yo tenía que encontrar entre ese completo desorden unas cartas marinas, corriendo el riesgo de que no hubiera o alguien más se las haya llevado.
-¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Porque no pude encontrar la librería ordenada?- esos eran mis pensamientos mientras revisaba libro por libro, documento por documento, revista por revista.
Las horas pasaban y yo seguía en la puta librería buscando y rebuscando entre los libros las malditas cartas de mierda, para largarme de este jodido infierno de porquería en el que se había convertido todo. Para colmo de males el dolor en la espalda, hacia aun mas difícil mi búsqueda. De improviso encontré un objeto que no debía estar en una librería.
-¿Que hace un paquete de preservativos aquí?- me pregunte mientras lo observaba con manifiesta curiosidad.
“PLACER GARANTIZADO”
-Bastante sugerente- pensé. Mi imaginación hecho a volar a una isla paradisiaca, el sol y las olas junto con la arena, un cuadro de los mas relajante, y el punto más interesante de la escena, Ledis y yo tumbados sobre la arena… -¿Pero qué coño estoy pensando? Eso no sucederá, pero… ¿Por qué no? ¿Por qué no llevármela? Mi otra opción es irme solo y después que todo esté listo… ¿Qué sería mejor? ¡Uff!  Pensare en eso después que termine aquí- tire el paquete a un lado y proseguí con mi búsqueda
Cada vez había menos luz y aun no encontraba las benditas cartas marinas -Pronto será de noche y yo sigo aquí metido- pensé en voz alta-
Un crujido me desviar la atención de la pila de libros que revisaba en ese momento. Tres zombis me miraban desde el umbral de la puerta  -Nunca será fácil ¿verdad?- pregunte a nadie en particular.
Mi dedo índice acariciaba con deseo el gatillo del AK, pero examinando mis opciones con rapidez, decidí tirar a un lado mi arma.
-Esto va ser terapéutico- pensé mientras saboreaba la oleada de adrenalina que fluía por mis venas. Acto seguido me abalance contra el zombi del medio, mi hombro impacto contra su cadera con violencia, del empujón, los fuimos a parar a la calle mientras que los otros dos apenas se daban la vuelta.
Ambos caímos en el duro asfalto, sentí un raspón en el codo que decidí ignorar. Me levante con rapidez y sin darle tiempo a que el zombi se incorporara desenfunde el bate de mi espalda, lo sostuve con fuerza y lo estrelle con placer en la sien derecha del pobre diablo que quedo inmóvil en el acto.
-¡¡¡STRIKE UNO SEÑORES!!!!- grite enloquecido dejándome llevar por la situación. Los otros dos se acercaban gimiendo y con los brazos extendidos batee los brazos del que tenía más cerca para bajárselos al instante y luego le estampe la bota en el pecho haciéndolo caer de espaldas.
Tenía a el otro casi encima pero lo empuje con la punta del bate, el no muerto era un adolecente sumamente delgado; deje caer el bate en  su hombro derecho, el zombi se tambaleo lastimosamente, sin darle chance de que recuperara el equilibrio, mi bate fue a parar a su quijada destrozándole la boca en el acto.
Alcé los brazos con júbilo cual cantante que espera la ovación del público; me acerque al desdentado zombi, mientras vigilaba por el rabillo del ojo al otro que ya estaba de pie. Levante el bate con un gesto teatral y lo descargue con furor  sobre la cabeza del no muerto, hundiéndola de tal manera que desfigure su frente y su nariz.
-¡Uff! es el segundo strike damas y caballeros- exclame con los ojos brillándome de placer y una sonrisa demente.
El último zombi se acercaba hacia mí con los brazos zarandeándole de cualquier manera al lado de los costados, no los podía levantar.
Me acerque a la carrera y sin más ceremonia,  descargue un contundente batazo en la cabeza del último no muerto que se derrumbo aparatosamente.
-¡Señoras y señores, se acabo el partido con un resultado de tres cabezas partidas, por parte de los zombis y aun Edward se mantiene invicto!-  exclame totalmente emocionado.
Una risilla histérica e incontrolable se apodero de mí, -estoy perdiendo poco a poco la razón- pensé, como si fuera lo más normal del mundo
Faltaba poco para que el sol finalmente se ocultara, mientras yo ya más calmado me enfundaba del nuevo el bate en la espalda y volvía de nuevo a la librería a reiniciar mi búsqueda.
-Estoy enloqueciendo, cada vez estoy perdiendo mas el control de mi mismo- razone algunos minutos después de haber recobrado la calma -no me puedo permitir tener estos arranques de locura, es preciso que mantenga la cabeza fría, y sobre todo ahora que hay alguien que depende de mí-
Me detuve por un instante -¿Qué voy hacer? ¿Buscare a Ledis para escapar juntos o la dejare a su suerte? Creo que será más sano para mi llevarla conmigo, quizás me ayude el tener algo de compañía para mantenerme cuerdo- concluí.
Estaba analizando los pros y los contras de llevarme a Ledis cuando las vi, detrás del mostrador donde estaba  la caja registradora, estaban las cartas marinas depositadas en un expositor, en el lugar más accesible y en el que menos pensé en buscar al ver todo este desorden.
Sonriendo por mi despiste fui derecho al expositor y tome las cartas que necesitaba -más de medio día perdido buscando esto, pero por fin las tengo, aunque tendré que esperar a que amanezca para ir al yate- medite, ir de noche hacia la playa representaba poco riesgo, dada la baja cantidad de esas cosas que pululan por ahí, pero prefiero no arriesgarme.
Una vez fuera de la librería era momento de decidir de una vez por todas ¿la dejo o me la llevo?
-¡vamos no puede ser tan malo tener a alguien de compañía aunque sea ella, me voy con ella- decidí de una vez por todas, por primera vez en mucho tiempo, tenía fe en que las cosas iban a salir bien para variar.
Ya resuelto el asunto inicie el camino de regreso al punto seguro, cruce la calle y camine del lado opuesto por donde había venido, para evitar sorpresas aéreas. Pase por una casa de empeño y me llamo la atención lo que había detrás de la vitrina, una preciosa cimitarra. No soy muy conocedor de espadas y esas cosas pero esa no parecía una imitación, se veía bastante real. Era tan perfecta, tan preciosa, que me invadieron unas ganas enormes de entrar a la casa de empeño, y llevármela, observe que la puerta estaba hundida y había una pequeña abertura por la que me podía arrastrar para entrar. Pero finalmente desistí de mi empeño, era demasiado trabajoso entrar y salir, además ya estaba bastante oscuro y no era algo que necesitara con urgencia.
Algunos minutos después me desvié para entrar en el callejón, al final vi la puerta abierta, me alarme porque se suponía que Ledis la tendría que haber dejado cerrada por dentro.

Recorrí la distancia que me separaba de la puerta en una frenética carrera, al llegar, contemple que habían encendido unas cuantas velas, por lo que el interior estaba ligeramente iluminado.
Un putrefacto olor  me golpeo en la cara  -esto… esto no el olor característico que perfuma el depósito, el olor a fruta podrida, esto es…- mis nerviosos pensamientos se vio interrumpido por un cuarteto de furiosos gruñidos.
-¡¡¡Noooo!!!- grite, alce el AK y las cabezas de los no muertos estallaron cual melones estrellándose contra el suelo, decorando las paredes del depósito con sangre corrupta y diminutos fragmentos de cerebro.
Caí de rodillas, tirando al lado mi fusil, -otra vez solo- razone -pensé que las cosas iban a ser diferentes, después de todo… tener algo de compañía no podría ser tan malo ¿verdad? Pero… ya no tiene sentido pensar en eso, una de esas cosas debe de ser ella y… quizás sea mejor así-
Me levante lentamente, no había tiempo para lamentarme por una desconocida, a fin de cuentas, ella no representaba alguien importante para mí, además desde hace tiempo no había cabida en mi mente para la tristeza o el dolor, solo hay espacio para una idea fundamental “sobrevivir”, si hubiera cedido al sentimentalismo desde hace tiempo estuviera vagando por las calles con los ojos vacios, el cuerpo en pleno proceso de descomposición y buscando hincarle el diente a algún ser vivo.
Un ruido proveniente de la cocina me alarmo, agarre rápidamente el AK y avance sutilmente  -quizás aun queda alguna de esas cosas- concluí.
-¿Edward? ¿Eres tú?-
Me sobresalte de sobremanera, mientras que mis ojos se abrían como platos por la sorpresa, sabia quien era la dueña de esa voz femenina que provenía del baño.
-Si Ledis- respondí  con voz inexpresiva tratando de disimular el alivio y la alegría que sentía por saber que estaba viva -ya puedes salir-
La puerta se abrió y allí estaba ella, vestida con un Jeans verde bastante ajustado y una camisa azul que le quedaba tres tallas más grande. Me miro a la cara y pude notar que dos tímidas lágrimas resbalaban por sus mejillas. Nos quedamos varios incómodos segundos mirándonos sin decirnos nada hasta que ella no se contuvo más e irrumpió en un torrente de sollozos al tiempo que me abrazaba fuertemente.
-¿Porque tardaste tanto? ¿Qué estabas haciendo?- me pregunto en medio del llanto.
-recuerda que te dije que no me…-
-¡Sí! se que prometí no hacerte más preguntas- me interrumpió –pero ¡estaba tan asustada! Pensé que te había pasado algo y luego oí que golpeaban la puerta y corrí a abrir pensando que eras tú, yo no imagine que eran… deje la pistola al lado de la cocina no pensé, yo no pensé, yo…- no pudo continuar, el llanto se lo impedía.
Yo me quede parado como una estatua mientras ella continuaba llorando, pero en ese momento no pude aguantar más y la rodee con mis brazos.
-¿A quién quiero engañar? Estoy feliz de que este viva, estoy feliz porque no estoy solo y porque mañana me la llevare lejos de este infierno, no puedo seguir ocultándolo más, ella me cae bien y quiero hacer algo que tenía tiempo sin hacer. Quiero confiar en alguien, quiero confiar en ella, a pesar  de lo despistada y torpe que es- pensé liberándome de toda la presión que me había auto impuesto desde que toda esta locura comenzó; pensé que era la manera más acertada de sobrevivir, pensé que estando solo tendría más oportunidades de salir adelante y de vivir-
Quiero creer que estaba equivocado. Quiero  creer que con ella las cosas irán mejor.
-Tranquila Ledis, ya estoy aquí ¿ves? No me paso nada, estoy bien y gracias a dios tu también lo estas- puso una mano sobre su cabeza y la apreté suavemente contra mi pecho.
Me quede largo rato abrazado a ella hasta que finalmente se tranquilizo -Es mejor que me ayudes a sacar los cuerpos y a cerrar la puerta, no queremos más visitas- le sugerí y le dedicaba una sonrisa.
-Vamos, no soporto el olor- me contesto mientras se limpiaba las lagrimas.
Sacamos los bultos apestosos a la calle y acto seguido, tratamos de limpiar los restos de sangre que habían dejado regado por todo el depósito. Me quite el bolso donde guardaba la munición y las cartas, me desenfunde el bate de la espalda, luego me recosté de una de las paredes y me deje caer lentamente.
-Hoy fue un día de locos- agregue – pero por fin mañana se acabara todo esto-
-¿Que quieres con que mañana se acabara todo esto?- me pregunto mientras se me acercaba.
Estudio mi cara e imagine que está pensando en una excusa para disculparse por preguntar. Sonreí y le respondí -ya no me molesta que me preguntes cosas, despreocúpate ¡es más! deberías saberlo ya que tú te vienes conmigo-
Me miro extrañada al no saber a que me refería  -No muy alejado de la costa tengo anclado un yate, tiene agua comida y todo lo necesario para sobrevivir- respondí revelándole  mi plan.
Su boca formo una “o” perfecta por la sorpresa -Dime que no están jugando conmigo Edward ¿En verdad tienes todo eso que has dicho?- pregunto aun reacia a creerme.
-¿Por qué iba a mentirme? Es verdad por eso fui a buscar estas cartas marinas,  y mañana tu y yo nos largamos de aquí- conteste; le enseñe las cartas para darle más credibilidad a mis palabras.
-No lo puedo creer- murmuro, después de estudiar las cartas por unos instantes, luego me las devolvió y se sentó a mi lado.
-¿Crees que podremos conseguir algún lugar donde estemos a salvo de esas cosas?- me pregunto con un gesto grave.
-No lo sé, quizás si o quizás no, pero ten por seguro que de ahora en adelante no permitiré que nada te haga daño-  alegué con convicción.
Ella se acerco a mí y yo la rodeo con  mis brazos; en ese momento note que temblaba de frío  Su cálido cuerpo alejaba el frio de manera efectiva. Se sentía realmente bien.
-Saldremos adelante Edward- agrego con voz soñolienta.
En ese momento, vino a mi mente el recuerdo del  paquete de preservativos y la isla paradisíaca  Mire a Ledis que estaba cabeceando del sueño. La tome de los hombros y la coloque de tal manera que su cabeza reposara sobre mis piernas.
-Duérmete- le dije con dulzura –Si sucede algo yo te despierto, yo soy de sueño ligero-  Mientras que pensaba -Todo a su debido momento, quizás en un futuro…-
Sonreí por las perspectivas que me deparaban el futuro, ya estaba empezando a ver la luz después de vivir por tanto tiempo en la oscuridad.