La
intención de este relato es de entretener. Así que espero que los disfruten y
cualquier crítica constructiva, siempre será bienvenida ya que me ayuda a
mejorar como pseudo-escritor (pienso que el considerarme como escritor, es un
titulo que me queda demasiado grande).
Tengan
en cuenta que a la hora de escribir esta relato, mis conocimientos sobre
ortografía y el uso adecuados de los signos de puntuación, son más bien
limitados y la mayoría de la palabras
que llevan acentos (para que mentirles es mejor decir que todas sin excepción)
fueron corregidas por mi navegador Google Chrome, y en segunda instancia por
Word.
Sentimientos
Muertos
I
Hoy
es el gran día, después de tanto tiempo hundido hasta las cejas en esta mierda
apocalíptica, donde las personas perdieron la sana costumbre de quedarse
inmóviles al morir, hoy dejaba la cochina ciudad para siempre. Ahora que los
muertos se arrastraban por las calles y tienen el macabro pasatiempo de
perseguir a los vivos de verdad para devorarlos sin más, de forma salvaje y
violenta, mi integridad física y mental corría grave peligro.
Yo digo que nadie es perfecto, que todos
tenemos nuestras malas mañas, pero opino que poner a la especia humana en
peligro de extinción, es cuando menos exagerado y eso de caminar por ahí con
los vísceras afuera, con medio cara desfigurada a base de mordiscos, o el
descaro de algunos de pasearse desnudos ya que perdieron la ropa y buena parte
de la epidermis en un incendio, es insalubre y perturbador.
En otro orden de ideas, desde que esta locura
empezó, me pareció curiosa la total ausencia de respuesta por parte de las
autoridades, tanto nacionales como internacionales; nada de enormes ejércitos
dando la cara para defender al ciudadano de paso y ni siquiera una mísera
ambulancia asistiendo a las innumerables victimas que caían, despanzurradas por
doquier. ¿Donde se metieron todos? ¿Estarían escondidos? ¿O simplemente fui yo
el que tuvo la sarcástica suerte de ser el único sobreviviente? ¿Es que esta
locura golpeo con tanta fuerza que nadie quedo vivo para pode hacer algo? Otra
de las cosas extrañas que percibí es que después de varias semanas los
revividos empezaron a desaparecer, cada vez había menos, las calles pasaron de
estar abarrotadas de gente muerta, a en pocos días, quedarse desiertas; de
encontrar grupos de miles pasé a toparme con grupo de unas pocas decenas;
quizás emigraron al norte o al sur o vete a saber adónde.
Lo cierto es que inicié un largo viaje desde
mi ciudad natal a la zona costera, y después de pasar por innumerables
peligros, logre agenciarme un yate de tamaño mediano al que surtí de ingente
cantidades de comida y agua. En la lista contaba también una buena cantidad de
combustible, herramientas, armas de varios calibres con munición suficiente
para armar un pequeño ejército y, hasta tenía una suerte de laboratorio, dónde
me dedicaba a fabricar desde Napalm a Semtex casero que era detonado con un
teléfono celular; bastaba una llamada telefónica para activar la carga. Por
suerte los satélites de telecomunicaciones seguían en pie. También contaba con
un planta eléctrica portable y por último, poseía una lancha pesquera con la
cual me trasladaba del yate a la costa y viceversa.
Ahora que lo pienso, quizá la razón por la
cual yo sobreviví fue porque perdí todo aquello que nos hace humanos. Recuerdo
que en los primeros días encontré personas atrapadas en edificios rodeados por
decenas de no-muertos, imploraban porque les ayudase, gritaban, suplicaban,
lloraban rogando que les ayudara; yo simplemente pasaba de largo ignorando los
desgarradores gritos, rogando por una piedad que ni los muertos ni yo
sentíamos, no me importaba nada ni nadie, solo era mi pellejo el que importaba.
Puede que entendiera desde el primer momento en que vi uno de esos seres
caminando, que para salir con vida de esta locura tenía que abandonar todo lo
que me importaba; desde ese momento no volvería atrás para ver si mis amigos lo
habían logrado, no regresaría a mi casa para abrazar mi mama y a mi hermana en
caso de que siguieran vivas y decirles que todo estaría bien, el mundo estaba
muriendo y con el mi vida, mis sentimientos y
mi humanidad.
Siempre que los recuerdos amenazaban con
hacerme perder el control y derrumbarme en mí mismo, rápidamente ocupaba mi
mente en planear estrategias para las numerosas incursiones en busca de
suministros, que hacia diariamente en las poblaciones cercanas a la costa, mi
plan ultimo era localizar alguna islote, de los innumerables que rodean la
costa, equiparlo y fortificarlo contra cualquier peligro, después que terminara
con esa enorme tarea, podría relajarme y entregarme a la desesperación y a la
tristeza; ya en última instancia, podría enloquecer y morir de soledad,
llevándome a la tumba el único mérito de que triunfase donde los demás
perecieron, que no caí en el pozo de la locura y espere pacientemente a que los
muertos se entregaran a un frenesí alimenticio a costa de mi carne y mi sangre.
Después
de meses de innumerables idas y venidas, tenía todo lo necesario para largarme,
sólo necesitaba unas cartas náuticas para trazar la ruta más segura y como la
navegación no implicaba ningún misterio para mí, ya que había tenido un maestro
excelente que me enseño todo lo básico, mi padre; él fue un... mejor me pongo
en marcha.
Tenía localizada una librería especializada donde
podía conseguir las dichosas cartas, sería pan comido, Ahora como siempre he
hecho todas las veces que salgo del yate, me enfunde mi AK-47 y cuatro
cargadores de 30 balas cada uno,
guardados en mi bolso tipo bandolera; y en la cintura llevaba mi fiel Browning
hp con dos cargadores de 13 balas; en total tenía 120 municiones de AK y 39
balas para la Browning, en la espalda un bate de aleación de aluminio con
algunas hendiduras frutos del uso continuo. Nunca se es demasiado precavido en
este nuevo mundo.
Me internaba cada vez más en las calles,
cuando un grito capto mi atención; provenía del cuarto piso de un edificio, era
un hospital, ¡no! era una maternidad. Por una de las ventanas, una mujer morena
de unos veinte y pocos años hacia aspavientos con los brazos tratando de llamar
mi atención.
-¡Por
favor, por lo que más quieras, ayúdame!- gritaba con una nota de terror en su
voz.
No
tenía ninguna intención de arriesgar mi pellejo, es más, mi atención ya estaba
centraba en siete figuras, que se encontraban a una distancia aproximada de 30
metros y se acercaban con pasos tambaleantes.
No
quería delatar mi posición, así que tomé el bate y dejé el AK guindando de la
correa.
-Todo
estará bien si no dejo que me rodeen -me repetí mentalmente– no dejarme
rodear...-
Me acerque al primero que no tenía camisa, poseía
una horrible herida en el costado derecho; se notaba los huesos de las podridas
costillas. Le aseste un rápido golpe en la sien izquierda. Pude ver como el
cráneo se hundía levemente, y mientras se derrumbaba dejaba un rastro de
espesos goterones negros; el segundo que se encontraba ya a mi diestra, levanto
los brazos a la vez que me emitía un anhelante gemido; dejé que el bate se
estrellara en todo el centro de su cráneo, el contundente golpe hizo que sus
ojos brotaran levemente de sus orbitas, cayó de rodillas, se doblo hacia atrás
y queda boca arriba; venían otros tres juntos, no podía enfrentarlos al mismo
tiempo, detrás de mi había un auto. Me monte sobre el capo, para luego
deslizarme hacia la parte de atrás, tal como espere, se separaron. Dos venían
por la izquierda y uno por la derecha, los otros dos restantes también se
acercaban para unirse al grupo.
En
todo este tiempo la chica profería un ensordecedor rosario de “auxilio con
ayúdame”, mientras yo me enfocaba en despachar a los no-muertos. No podía
perder la concentración ya que un segundo de descuido bastaría, para que me
hincaran sus podridas dentaduras.
-¡¡¡Ayúdame
te lo suplico, estoy atrapada!!!- la chica de la maternidad me estaba empezando
a sacar de quicio.
Encaré al que venía por la derecha. Le iba a
suministrar el mismo tratamiento que a los otros dos, pero en el último momento
se tambaleó y el bate se estrelló contra su hombro izquierdo desencajándoselo.
-¡Auxilio,
auxiliooo!- grito la chica alocadamente, poseída por el terror.
-
¡Maldita sea! -murmuré exasperado-
Levanté
de nuevo el bate y esta vez lo descargué con precisión sobre la coronilla y el
rostro, de tal manera que la frente y la nariz formaron un amasijo de carne y
sangre negruzca.
-¡¡¡AUXILIO!!!
-la voz chillona de la chica estaba empezando a ganar una aterradora cota de histeria- ¡no me dejes aquí por el
amor de Dios! -su voz se quebró por el llanto.
Esa fue la gota que calmo el vaso. Tire el
bate al suelo y saqué mi Browning, con los ojos inyectados en sangre por la
furia. Apunte al ser que tenía más cerca, un chico de unos 17 años con la cara
totalmente desfigurada, como si se la hubieran untado con algún tipo de
corrosivo acido; una anciana de indeterminada edad, totalmente desnuda andaba
con paso tambaleante a su lado, sus ancianos pechos salpicados de sangre le
colgaban a la altura del ombligo. Le dispare al joven, sus sesos salieron
despedidos por la parte de atrás de su cabeza formando un colorido spray de
cerebro y fragmentos pulverizados de huesos. Antes de caer, pude ver a través del
hueco que dejo la bala como una hoja de periódico revoloteaba a merced de la
brisa.
-¡A
la mierda el sigilo! - grité, saliendo disparadas con mis palabras, un generoso
chorro de saliva.
Pateé
la rodilla de la infesta vieja, que crujió por el impacto; no le di tiempo a
que tocara al suelo, efectué tres disparos dejándole horriblemente desfigurado
el rostro.
-¿Quieren
mi carne hijos de putas? ¡¡¡VENGAN POR MI MALDITOS!!!- grité fuera de sí, al
tiempo que le hacía señas con las manos para que se acercaran.
Enfundé
la pistola y acto seguido, me descolgué el AK y avancé decidido, apuntando a
los zombis mientras cambiaba la posición del selector al modo de ráfaga; les
descargué todo el cargador pero sin
apuntar a la cabeza; los disparos le arrancaron la mano derecha a uno de los
muertos y al otro le destrozaron las piernas y cayó el suelo. Sin importarle el
estado de sus piernas el engendro se arrastraba tratando de alcanzarme.
Saqué
el cargador vacío dejándolo caer al suelo e introduje uno nuevo, cambié el
selector a la posición de tiro a tiro, seguí avanzando al hacia el zombi que
seguía en pie, disparándole al pecho. Se
tambaleó inclinándose hacia atrás. Al cuarto disparo, cayó de espalda.
Le
pasé por un lado al minusválido pero insistente zombi; intentaba mordisquear la
punta de mi bota, pero como son de punta de hierro sus intentos eran inútiles.
Le descargué una furiosa patada en la boca volándole algunos dientes. Lo miré
con desprecio.
-Ya
te atiendo -le dije con frialdad.
Llegué
hasta el otro podrido ser que intentaba infructuosamente ponerse de pie. Lo
miré directo a los ojos que estaban cubiertos por una gelatinosa capa color
ocre. Observé sus miserables intentos por levantarse; al parecer le destrocé la
columna vertebral.
El
monstruo gemía lastimosamente. Puse fin a su existencia con un certero disparo
en el cráneo. Me quedé mirando cómo el asfalto se impregnaba con su sangre de
color rojo oscuro.
Me
volteé para terminar con el zombi restante, que seguía arrastrándose.
-¿Es
que no te cansas infeliz? -a pesar de lo inútil de mi pregunta continúe
hablándole -Responde desgraciado ¿es que
acaso nunca te vas a cansar? -obtuve por toda respuesta un gutural gemido
mientras nuevamente intentaba roer la punta de mi bota.
Estaba
harto de toda esta mierda, después de tanto tiempo manteniendo el control
de mis emociones, hoy no pude soportarlo
más, comencé a patear al cabrón en la
cara. Mis furiosas patadas se la deformaban tras cada impacto. Seguí pateándolo
aún después de dejar de moverse y cambié las patadas por salvajes pisotones,
partiéndole el cráneo.
-¡¡¡Maldito,
maldito, maldito, maldito, muérete maldito, hijo de las remil putas, jódete,
muérete infeliz desgraciado!!!- le grité hasta que por fin, no quedó de la
cabeza nada más que una masa pulposa.
-¡Por
favor...! - la puta de la maternidad seguía gritando con la voz rota por el
esfuerzo.
Me
giré mientras levanta el fusil. Al apuntarla no pude oír lo que dijo, pero creí
leer en sus labios la frase “te lo suplico”.
Lentamente
bajé el AK. Sentí una sensación que creí que había desaparecido hace tiempo, no
pude identificarla ¿lástima? ¿Piedad?
-Te
voy a ayudar perra desgraciada –murmuré- voy a entrar a pegarte un tiro en toda
la frente, para acabar con tu maldito sufrimiento -agregué decidido.
Me
encamine en dirección a la maternidad, ya me estaba calmando y estaba pensando
las cosas con la cabeza fría, ¿para qué me iba a molestar en un inútil gasto de
munición y tiempo; si podía simplemente dejar que la estúpida del cuarto se
pudriera o que los zombis la atraparan? Es cierto, me hizo poner los nervios de
punta con sus quejidos y suplicas, pero ¿realmente valía la pena atravesar todo
el edificio encontrándome quien sabe cuánta cantidad de esas cosas en el
trayecto, solo para darle una muerte rápida?
-No
me gusta ni dejar cabos sueltos ni dejar las cosas a medias- me respondí
mentalmente a mí mismo.
-¡Pero qué coño!- esto no era ningún cabo suelto, poco me
importaba la forma en que muriera, esto ya era algo personal.
Estaba
claro que hasta que no finiquitara este asunto no iba a poder continuar,
necesitaba esto para sentir algo de paz.
Es
irónico el hecho de que al matar a una persona que no conocía de nada me
aportara algo de tranquilidad ¿Cómo puedo pensar en esto con tanta sangre fría?
Lo
extraño de todo esto, es que salí de mi refugio a buscar las cartas y de
repente esta chica me hace perder el control de mi mismo. Tanto tiempo siendo
frio y calculador, tantas veces que me he mantenido sereno antes situaciones
extremas; pero ahora es distinto, ahora me domina una rabia y odio
inexplicable; quizás el tiempo que he pasado soportando toda esta porquería, me
está pasando factura.
Pero
al fin y al cabo, creo que no soy mejor que los muertos, soy peor que ellos-
meditaba en este asunto mientras cruzaba la puerta del edificio.
Afortunadamente para mí y fatalmente para ella estaba abierta.
Aunque la recepción
estaba desierta, sabía muy bien que no estaba solo ya que el hedor delataba la
presencia de zombis, tenía que estar el doble de alerta aquí adentro ya que al
ser un espacio cerrado; no tenía tanto
espacio para esquivar los ataques y podía ser rodeado con mayor facilidad.
La primera planta
consistía en la recepción, una sala de espera y un cafetín, solo me interese en
ubicar las escaleras.
Subí hasta la tercera planta sin ningún
incidente, tal vez el olor a descomposición, provenía de los restos de algún
desafortunado infeliz que fue despedazado con tal brutalidad, que no quedo nada
lo suficientemente completo para ser reanimado.
Volviendo al tema de
las escaleras no estaban las que seguían hasta el cuarto piso, solo había un
largo pasillo; el mismo terminaba en unas puertas dobles, lo más seguro es que
las escaleras estén en el otro extremo.
Avance con cautela por el pasillo, sabía que
me encontraría con varias de esas cosas al cruzar las puertas. Ya que a medida
que me acercaba, la peste y el olor a podredumbre ganaba intensidad.
Cruce las puertas
haciendo el menor ruido, una estampa sacada de la pesadilla más terrorífica y
sádica jamás imaginada se presentaba ante mis ojos; un cuadro pintando por una
mente perturbada y diabólica extraído de las profundidades del infierno.
Por todos lados había
regados pequeños cuerpos en distintos estados de putrefacción y desmembrados
con crueldad morbosa. Brazos, piernas, cabecitas y sangre a granel rebosaban la
sala, era una visión insoportable, ya que una cosa es ver el cadáver de un
adulto; pero el ver estas inocentes criaturas desperdigadas por toda la sala era
algo que me superaba. Una visión grabada con fuego en mis pupilas y en mi
mente.
Al parecer el horror
no conoce límites, al parecer esta locura se esforzaba por superarse
frecuentemente con más saña, para hacerme participe de escenas grotescas y
macabras hasta límites de locura insospechada.
-¿Dios donde estas?
¿Por qué permites tantas atrocidades? ¿Dónde quedo la piedad o por lo menos el
respeto por los seres humanos? ¡Esto ya es demasiado!- Me pregunte suplicante.
El tono de mi voz fue
lo suficientemente alto para que el infierno despertara en la sala. Los restos
que aún conservaban la cabeza unida al torso, comenzaran a reptar en mi
dirección.
En ese momento, del
otro extremo de la sala entraron cuatro mujeres totalmente desnudas; una
arrastraba a su bebe que aun permanecía unido a ella por el cordón umbilical,
otra de ellas se movía con dificultad,
ya que llevaba un amasijo de infantiles huesos y carne colgando entre las
piernas. Las dos últimas embarazadas aun conservaban a sus repulsivas crías en
el vientre; solo que una de ellas tenía abierto el abdomen, por donde se asomaba la cabeza de un
putrefacto infante.
Por mi perturbada
mente pasaron las imágenes de un canguro.
Apunte a cada una de
las mujeres a la cabeza antes de que tuvieran oportunidad de acercarse lo
suficiente, jale el gatillo atormentándome cada vez más, por ejecutar a las
antinaturales progenitoras. Al disparar a la que se encontraba en mejor estado
de conservación, sucedió algo inesperado; de su vagina fluyo con violencia una
gran cantidad de líquidos, una mezcla de sangre coagulada, partes
irreconocibles del póstumo feto y la placenta.
Instantes después,
los reptantes infantes me empezaban a rodear con lentitud, pero era poco lo que
podían hacer con sus desdentadas mandíbulas. El olor a muerte era insoportable,
penetrante y sumamente repulsivo, no soportaba más el hedor, así que me
encamine hacia el extremo opuesto de la sala; dispuesto a terminar con esto de
una buena vez.
Atravesé lentamente la sala, apartando con cuidado los
pequeños despojos que se empeñaban inútilmente en alimentarse de mí; a
continuación deje la sala atrás para encontrarme con otro largo pasillo, había
cuatro puertas a ambos lados, me era totalmente indiferente si eran oficinas,
habitaciones o cualquier tipo de depósito, mi objetivo se encontraba al final
del pasillo. Las escaleras que conducen al cuarto piso.
Una vez que alcance
el cuarto piso, me detuve frente a la puerta donde suponía que se encontraba la
chica. Mi mano temblaba incontroladamente, me encontraba estático frente a la
puerta mirando con cara de idiota el pomo, más allá de esta, se encontraba la
chica a la que quería quitarle la vida, podía oír sus sollozos. De nuevo me
invadió una sensación extraña, podía escuchar ecos lejanos en mi mente, compasión,
piedad, caridad, vida, humanidad…
-¡No! Ella es la
culpable, debe morir, debo… me hizo perder el control, yo tengo…- mi monologo
interior que se debatía entre matarla o dejarla vivir; se vieron interrumpidos por una melodía que
entonaba con dolor la chica.
Entre a la habitación
con el mayor sigilo, ella se encontraba de espaldas a la puerta; agachada y
sosteniendo algo entre sus brazos, no noto que yo estaba adentro, ya que seguía
balbuceando esa melodía y llorando al mismo tiempo.
Por el hedor a heces
y el penetrante olor de la orina, me hizo pensar en el tiempo que debió estar
atrapada aquí.
Al oírla, por un
fugaz instante mi mente voló lejos, al pasado, muchos años antes de que
comenzara toda esta locura. Me hizo recordar a mi ex-esposa, me hizo recordar
todo el dolor que sentí al verla postrada en aquella cama, y la noticia de que
había perdido nuestro bebe.
Algo dentro de mí se
quebró al ver a esa pobre mujer allí acurrucada, casi pude entender su
sufrimiento y el porqué de su actitud histérica. Ahora lo único que deseaba era
largarme de aquí, poner la mayor distancia entre los dos, pero lamentablemente
ella volteo, ella me vio.
Con sumo cuidado
deposito el bulto en el suelo, se incorporo y se lanzo hacia mí abrazándome. Me
quede parado; no sabía que decir o que hacer, ella lloraba desconsoladamente.
La aparte de mí con
un violento empujón, acto seguido la arrincone contra la pared, mientras que al
tiempo le ponía la Browning en la frente.
-Mira putita, me
importa una mierda lo que te haya pasado, yo…-
Hice una pausa el pulso me temblaba y mi dedo índice se tensaba sobre el
gatillo, deje la frase sin terminar, baje el arma y me aparte unos cuantos
pasos de ella.
Ella me contemplaba
con terror; no aguantaba verla a los ojos, lo único que pude hacer fue bajar la
mirada al suelo.
Levante la mirada
para encararla y me maldije por lo que estaba a punto de decirle.
-Disculpa, yo no
quería…- no pude concluir la oración. Un
incomodo silencio se apodero de la habitación -vamos, te sacare de aquí- dije
al fin.
Ella me miraba
recelosa, parecía pensar si le convenía irse con un sicópata que la acababa de
amenazar con un arma, le tomo algunos segundos, pero al final se decidió por
irse conmigo.
-Sí, tienes razón,
deberíamos irnos- agrego ella, odie el “deberíamos” pero no proteste.
Salí de la
habitación, ella se me unió. Note por el rabillo del ojo, como ella echaba una
última mirada atrás y se secaba una lágrima con el dorso de la mano, no tenia
con que otra cosa hacerlo, ya que su
única vestimenta era una sucia bata de hospital, que en un pasado fue azul.
-Espera, ¿no tendrás
algo de comer?- pregunto mientras entrecerraba los ojos.
-No- respondí con la
voz desprovista de cualquier emoción, medite un poco y respondí -solo cargo
esta botella de agua, te conseguiré algo de comer en el próximo punto seguro-
agregue con sequedad.
La chica tomo la
botella y apuro el contenido con avidez. En cuanto escucho la palabra “punto
seguro” se atraganto con el agua.
-¿Cómo dijiste?
¿Punto seguro? ¿O sea, hay más personas vivas?- sus ojos, brillaron con ilusión
al imaginar las perspectivas.
-Tengo un concepto
diferente sobre lo que significa un punto seguro- ella me miro extrañada, yo
proseguí - para mí un punto seguro, es uno de varios sitios que aprovisione en
esta zona, tienen comida, agua, y algunos enseres básicos. Son a prueba de los
pocos zombis que pululan por ahí; los cree pensando en si algún día necesitase
quedarme más de lo provisto, por estos lares.
Su miraba se torno
triste de nuevo - ok, entiendo- agrego.
Bajamos las escaleras
hasta el tercer piso, recordé el dantesco espectáculo que nos esperaba más
adelante.
-Mira- le señale
-detrás de esas puertas que ves al final, hay varios bebes muertos, bueno, no
muertos; no sé si soportaras ver eso-
-Lo único que quiero
es salir de aquí, no me importa nada mas- fue su respuesta. Quizás la pérdida haya
contribuido a endurecerla. Espero que hable en serio y no se ponga histérica
cuando entremos.
Cruzamos las puertas,
los bebés nos miraron anhelantes. Se acercaban con torpes movimientos, por lo
que apretamos el paso. Cruzamos la sala sin ningún problema.
Cuando llegamos a las
escaleras, voltee para comprobar si se encontraba bien; las lagrimas bajaban
por sus mejillas. Era obvio que esto era demasiado para ella.
-Quizás debería decir
algo para consolarla, o no se… ¿abrazarla?-
pensé por un instante, pero no se me ocurría nada -continuemos- fue lo
único que alcance a decir.
Salimos de la fúnebre
maternidad sin ningún altercado, ahora tendría que pensar que haría con la
chica.
-El punto seguro se
encuentra a unos cuatro kilómetros, cerca de la zona comercial- le dije; al
tiempo que le señalaba la dirección que debíamos tomar, ella estaba de espalda
contemplado con la mirada fija la maternidad, seguían manando abundantes
lágrimas de sus ojos.
La tome por los
hombros y la mire directamente a los ojos
-escucha bien lo que te voy a decir, se que debe dolerte haber perdido a
tu bebe, no puedo imaginar cuanto estas sufriendo, pero si quieres mantenerte
con vida, tendrás que hacer exactamente lo que te digo; no planeo cargar con un
estorbo, sino con una persona que quiera sobrevivir ¿entendido?-
Ella me miro con los
ojos abiertos como plato pero pareció entenderme, se limito a asentir.
-Bueno- proseguí
-como te decía, el punto seguro se encuentra a cuatro kilómetros en esa
dirección- le señale -primero vamos a pasar por el punto seguro, ahí como te
dije te daré algo de comer, veré si te puedo conseguir ropa. Yo voy a recoger
unas cosas que me hacen falta, así que tú, mientras tanto me esperaras ahí, ya que estarás más segura-
-Está bien, vamos…- ella
hizo una breve pausa y luego agrego -prometo que no seré una carga para ti-
concluyo para luego dedicarme algo parecido a un mal intento de sonrisa.
Me sentí tentado a
corresponder su sonrisa con una mía, en vez de eso saque la Browning y le
pregunte -¿sabes manejar un arma?-
Ella me miro como si
le estuviera pidiendo que me explicara la teoría de la relatividad en chino.
-Pues… eh, No, nunca
he utilizado una de esas- fue su escueta
respuesta.
-Mira- le entregue el
arma y me puse detrás de ella y le tome la mano para enseñarle a empuñarla,
luego continúe - tienes que apuntar con esto así, y después pones el dedo en el
gatillo aquí, tienes que darle directo en la cabeza si no, continuaran avanzando
hacia ti. Cuando dispares sentirás un ligero retroceso. Tienes que agarrarla
con fuerza-
Mientras le seguía
explicando, la guiaba con las dos manos, en la posición que me encontraba, la
tenía casi abrazada. Era un cuerpo cálido; no frio como el de los zombis, era
un cuerpo vivo…
-¿Y sin son muchos
como hacemos?- pregunto ella sacándome de mis cavilaciones. -ya no hay muchos
por aquí- le respondí - no sé porque, pero desde hace algún tiempo los zombis
han abandonado este lugar; no se ha donde han ido, pero ya no hay grandes
grupos, como en el principio-
Me separe de ella
para agregar -en todo caso, no la uses a menos que yo te diga, si nos
encontramos algunos por el camino, yo me encargo de ellos-.
Ella se limito a
asentir con la cabeza y proseguimos.
Me encontraba
sumamente tenso y nervioso, cada dos por tres miraba hacia atrás para
cerciorarme de que la chica me seguía el paso. Era incomodo cargar con alguien
más, es muy diferente cuando andaba solo, ya que solo tenía que cuidar de mi
mismo, solo tenía que vigilar que los podridos no se acercaran mucho y caminar
los más rápido posible.
La chica suponía un
lastre para mí, pero algo dentro de mí me decía que no la dejara a su suerte,
-que buen momento eligió mi conciencia para despertar- pensé.
Algunas decenas de
metros más adelante, se divisaban cuatros figuras tambaleantes.
-¡Alto! quédate donde
estas- le susurre a mi acompañante, mientras le señalaba a los no-muertos que
teníamos más adelante.
Apunte a uno de los
zombis a la cabeza, inspire hondo y contuve la respiración. Efectué el primer
disparo. Una lluvia de sesos y sangre baño a los otros tres seres que de
inmediato clavaron su vista (si es que eran capaces de ver) en nosotros. Apunte
al siguiente no muerto, una vez en la mira, dispare; un disparo perfecto le
vació la cabeza. Como detalle extraño el putrefacto cadáver quedo de pie unos
segundos, como si no acabara de asimilar que ya no tenía cerebro, para
finalmente derrumbarse en el suelo.
-Dos menos, quedan
dos- murmure, coloque en la mira al siguiente paciente, para suministrarle una
saludable dosis de plomo, cuando alcance a ver por el rabillo del ojo que a mi
izquierda una figura borrosa se acercaba velozmente. No me dio tiempo de ver
que era lo que venía en mi dirección cuando algo me golpeo en las costillas
derribándome en el acto.
Caí de espaldas, el
AK resbalo de mis manos quedando a escasos centímetros. Acto seguido sentí una
mordida en el hombro derecho -¡Mierda!- pensé, -es una de esas cosas, de los
rápidos. No lo pude ver- . Por fortuna el podrido ser que tenía montado en mi
espalda había mordido la gruesa correa de cuero de mi bolso. La masticaba con
fruición mientras zarandeaba la cabeza de un lado al otro tratando de
arrancarla.
Estaba en realidad
jodido; si hacia un movimiento el cadáver andante se daría cuenta y no fallaría
el siguiente mordisco, la cuestión era si me mordería en el cuello o en el
hombro. Resignado me prepare mentalmente, solo espero que me muerda en el
hombro así me dará tiempo de coger el AK, luego le daría su merecido y acabaría
con los otros dos, que aun a lo lejos se acercaban. Lo que único que sabía es
que mi destino estaba sellado.
Un disparo me
estremeció de pies a cabeza.
La chica, a la cual
había olvidado, había jalado al no muerto por lo cabellos, para luego dispararle
en la sien ¡me había salvado! Me voltee quitándome al bulto apestoso que tenia
encima. Ella me miraba con una expresión de pánico mientras me ofrecía la mano
para ayudarme a levantarme.
¡Rápido quedan esos
dos! Agrego con voz temblorosa mientras los señalaba. Rápidamente recogí el
fusil. Apunte al no muerto que estaba más cerca. Un hombre sumamente obeso,
llevaba puesta una braga de mecánico chorreada en partes iguales de grasa y
sangre seca. Me fije en la horrible herida que tenía en la tráquea; ¡error! No
tenía tráquea, se la habían arrancado completamente, mientras su cabeza bailaba
sobres sus hombros. Apunte, pero dos nuevos disparos me sorprendieron.
Quite el ojo de la
mira para ver como los no muertos caían al suelo, Voltee para encarar a la chica,
que tenía los ojos abiertos como platos sorprendidas tanto o más que yo por lo
que acababa de hacer.
La mire esperando que
me diera una respuesta convincente -Me habías dicho que nunca había manejado un
arma, pero acabas de eliminar a tres sin siquiera despeinarte ¡explícame!-
-Paintball- murmuro
presa de los nervios –antes de que los muertos volvieran a la vida yo practicaba,
Paintball, era mi pasatiempo todos los fines de semana-
Hice memoria tratando
de recordar que era Paintball, Algunos segundos después, recordé de que se
trataba. Si mi memoria no me fallaba, era una especie de deporte en la que
varias personas se enfrentaban con Rifles de aire comprimido, que disparaban
bolas de pintura. Mire a la chica no muy convencido, no creo que una pistola de
Paintball tenga ni el mismo peso ni retroceso, que una real.
-Cuanto tiempo tenias
practicando Paintball?- le pregunte un poco tenso.
Ella entorno los ojos
como si estuviera recordando -creo que cuatro años y algo más o menos-
-¿Y a qué velocidad
salen disparadas las bolitas de pintura? deben de pegar duro- pregunte poniendo
cara de ingenuo.
- Pegan duro- afirmo
-pero siempre usábamos el equipo de protección, y a la velocidad a la que salen disparadas la de las marcadoras
que nosotros usábamos, no era mayor de 90 metros por segundo, aunque creo que
era menos- agrego mientras miraba al alrededor con actitud nerviosa.
-¿Esas marcadoras con
que impulsan las bolas de pintura?- pregunte todavía algo reacio a creerle.
-Usan gas comprimido,
CO2, mira ¿podemos llegar ya a ese punto
seguro tuyo? no me gusta estar aquí afuera con todos esos bichos sueltos por ahí.
Cuando lleguemos te puedo contestar todo lo que tú quieras- contesto con
angustia.
Estudie las facciones de su rostro cuando
contesto mis preguntas y parecía sincera, decidí no darle importancia al
asunto.
-Bien, movámonos- le
respondí.
Caminamos un buen
rato sin ningún incidente. Mis sentidos estaban agudizados al máximo, no sabía
si había alguno de los rápidos en la zona.
-¿Cómo es que ese
zombi corrió? Todos los que he visto hasta ahora apenas si podían caminar-
pregunto la chica en voz baja.
-No sé, supongo que;
o bien son los que murieron recientemente o son los que en mejor estado se
conservan. No sé cuál es la respuesta-
conteste sin dejar de prestar atención al entorno.
Pasado cinco minutos
volvió a abrir la boca.
-¿Por qué siempre
andan en grupos? Digo, a pesar de que son pocos los que andan por ahí, siempre
se ven mínimo dos-
Me estaba comenzando
a irritar, pero me contuve de soltarle una parrafada de improperios y solo me
limite a responderle.
-Van siempre en
grupos porque le temen a la soledad-
-¿No les gusta estar
solos? ¿Cómo es que sabes eso? Me pregunto con ingenua curiosidad-
Me voltee para
mirarla, mientras esbozaba una gran sonrisa.
-Lo sé, porque hace
algunos días me encontré a una simpática pareja de zombis, con los cuales
entable una animada conversación mientras tomábamos te y comíamos galletas. Me
hablaron de los beneficios de la resurrección y de lo caro que está la
Hemoglobina en el banco de sangre ¡una barbaridad!-
Continúe caminando
sin esperar a que respondiera.
Al parecer mi
respuesta mantuvo sus preguntas al margen; no volvió a abrir la boca durante
todo el trayecto. Veinte minutos después llegamos a mi punto seguro, un gran depósito
de buhoneros ubicado en un estrecho callejón en toda la mitad de la cuadra.
La puerta estaba
impregnada de sangre seca, al lado había dos cadáveres, con una bala alojada en
el cráneo. Como toque final había una tabla pegada a la puerta que decía:
ADENTRO ESTA INFECTADO
Cada vez que leía el
anuncio me hacia sonreír; no sé cómo no se me ocurrió algo más creativo, para
mantener alejados a los posibles saqueadores, pero apuesto que la sangre y los
cuerpos si persuadirán a más de uno.
La puerta tenía un
grueso pasador, al que supongo que un pasado le pondría un grueso candado anti
cizalla, tanto por dentro como por fuera; lo deslice a la izquierda y entre.
Voltee y la chica todavía se encontraba afuera, suspire y agregue -pasa, es
seguro, aquí adentro solo estoy yo-
La chica entro con
paso vacilante, todavía dudando si era seguro o no.
II
Cerré la puerta de
golpe, la chica dio un brinco del susto que le di.
-¿Por qué lo hiciste?
Casi me da un infarto- protesto la chica con la cara pálida por el miedo.
-No sé, de repente
sentí la tentación de hacerlo- respondí con cara de inocente.
-¿Si? muy inocente tu
¿no? No vuelvas hacerlo- respondió al tiempo que me dama un golpecito en el
brazo.
De manera
inconsciente se me dibujo una sonrisa en el rostro. Me quede viéndola a los
ojos y por primera vez en muchos meses, me sentí instigado a bajar la guardia
ya que la cara de la chica, me inspiraba confianza
-¡Noooo! Jamás bajes
la guardia, no cometas ese error- me grito lo más profundo de mi subconsciente.
-¡Es verdad! ¡Dios!
Que estoy haciendo- pensé mientras que la sonrisa que esboce, se borraba
rápidamente de mi cara y era remplazada por un semblante de seriedad absoluta.
-¡Bien! Supongo que
tienes hambre, en esas cajas de allá- señale -encontraras atún enlatado, creo
que ahí también hay galletas- hice una pausa, tratando de recordar la última
vez que estuve aquí -¡ah! Si, al fondo, hay una cocinilla de gas sobre una
mesa, de esas de camping, ahí también encontraras harina de trigo, pasta, café,
te, azúcar y algunos sobres de sopa, por si quieres comer algo caliente. Por
último en las cajas azules que están a la izquierda, hay ropa, ve si consigues
algo de tu talla, y a la derecha de la improvisada cocina hay un diminuto baño,
aunque no te aconsejo que lo uses ya que no tiene agua y apesta a millón-
La chica me miro
impresionada y pregunto -¿Cómo es que trajiste todo esto hasta aquí?-
-Yo no lo traje-
conteste -todo esto estaba aquí guardado; cuando llegue encontré, herramientas,
medicinas y todo tipo de utensilios mas lo que ves aquí, también encontré
varios tipos de fruta pero todo estaba podrido-
-Pero ¿Quien guardo
todo esto aquí?- me interrogo de nuevo.
Tuve la sarcástica
idea de responderle que Santa Claus paso por aquí con los siete enanitos,
huyendo de los zombis y se le cayeron unas cuantas cajas de regalos, que es
todo lo que ves aquí, pero me contuve.
-No lo sé, hasta
donde sé, creo que esto era un depósito donde los buhoneros de la zona,
guardaban su mercancía por las noches-
-¡Ah! Pero…-
-No me preguntes mas
nada- la interrumpí -solo limítate a comer y a buscarte algo de ropa, yo vuelvo
más tarde, tengo que buscar algo-
-Pero ¿a dónde vas?-
me pregunto angustiada.
-Te dije, que no más
preguntas- conteste.
- Pero, pero
¿volverás, verdad?- me interrogo, con una mirada suplicante. Era una pregunta
difícil de responder, ya que no había contemplado hasta el momento si la
llevaría conmigo o la dejaría tirada a su suerte.
Lo pensé por un
instante. Después de unos segundos de meditarlo y en los que ella me taladra
con una mirada anhelante, de esas que solo una mujer sabe dedicar, respondí
-Volveré, pero deja de molestarme con tu preguntas, odio estar…-
La chica no me dejo
terminar ya que se me lanzo encima, rodeándome el cuello con sus delgados
brazos.
-¡Gracias! ¡Gracias!
No sabes cuánto te lo agradezco, te prometo que no te preguntare mas nada
¡Gracias!-
Yo me quedo parado
sin saber qué hacer, sintiendo su aliento sobre mi hombro mientras hablaba.
-Te prometo que hare
lo que me pidas, ya no te hare más preguntas y te ayudare en todo lo que pueda-
su voz estaba cargada de emoción y llena de sincera gratitud hacia mí.
-Está bien- le
conteste mientras lentamente me zafaba de sus brazos -ahora tengo que irme,
pero volveré pronto, ahora ve y come algo-
-Ok. Este… yo me
llamo Ledis y tu ¿te llamas?- me pregunto.
-Creí haberte dicho
que no quería mas pregunta- le reproche, pero lo pensé mejor y conteste
-Edward, me llamo Edward-
No era mi verdadero
nombre, pero desde que comenzó todo esto adopte ese nombre. Tome como costumbre
el no dar mi verdadero nombre, aunque después que paso el tiempo, ya me había
acostumbrado a ese nombre.
-Bueno me voy- luego agregue -Volveré pronto- acto seguido
Salí y escuche cuando ella cerró la puerta por dentro.
La librería adonde me
dirigía, quedaba a escasas tres cuadras de donde me encontraba. Esto será un
trabajo rápido, entrar buscar las cartas marinas de las costas Venezolanas,
aunque sería mejor encontrar un GPS, pero no sabía dónde encontrar uno ¡en fin!
Buscar las condenadas cartas, volver por Ledis… -En realidad ¿me estoy
planteando seriamente en llevarla conmigo?- pensé detenidamente por un momento.
-No tengo tiempo para
pensar en eso, tengo que estar alerta- resolví decidido mientras abandonaba el
callejón.
El camino hasta la librería
era todo recto. La avenida estaba totalmente desierta a excepción de un par de
autos estampados contra un edificio y una moto totalmente destrozada su antiguo
ocupante, yacía con la cabeza estampada contra un poste de electricidad, de
resto, ni un alma viva o muerta merodeaba por los alrededores. De vez en cuando
algunas hojas revoloteaban a merced de la brisa pero nada más, por lo demás
todo se encontraban inmóviles. Demasiado calmado diría yo.
Avanzaba
cautelosamente por la segunda cuadra,
cuando sucedió, primero oí un gemido lejano que se acercaba rápidamente a mi
posición. Voltee nervioso en todas las direcciones, tratando de localizar al no
muerto que venía y de repente enfrente de mi sonó un impacto sordo en la acera,
acompañado de una violenta salpicada de sangre corrupta en mis pantalones
-¡Mierda!- exclame.
¡Un zombi se había
estrellado contra la acera! Gire la cabeza hacia arriba y venían en camino dos
más. Estupefacto por lo que veían mis ojos no tuve tiempo a reaccionar. Uno de
los No muertos se estrello contra el faro que estaba sobre mi cabeza, una
lluvia de filosos cristales me baño enseguida, uno de ellos me hizo un corte en
la frente, mientras que el otro zombi se estrello en el suelo, no sin antes
darme un violento latigazo en la espalda con uno de sus brazos.
Mi sangre caliente se
deslizaba abundantemente por mi cara -¡mierda! ¡Malditos!- maldije sonoramente.
Me lleve una mano a la frente, para tratar de parar el sangrado, acto seguido
patee como poseso al zombi que me había
golpeado a pesar de que estaba rematadamente muerto pero pare al instante, ya
que una oleada de dolor me invadió en toda la espalda.
-¿Qué te paso? ¿Cómo
que se lanzaron de un edificio? ¿Y cómo te cortaste?- ya me imaginaba la
retahíla interminable de preguntas con las que me acosaría Ledis.
Busque en todas las
direcciones algo con que limpiarme la herida de la frente; afortunadamente más
adelante había una tienda de ropa. Entre en el destrozado escaparate a ver que
encontraba; a mis pies estaba tirado un maniquí, vestía una camisa rosa y una
falda de blue jeans, le quite la camisa
y me la puse en la frente, espere unos minutos
a que parara el sangrado, luego cogí uno de los vidrios del escaparate y
corte una larga tira de la falda y me lo coloque en la frente a modo de bandana.
Mi aspecto cuando
menos debería de parecer cómico, con la tira de falda amarrada a mi frente
-¿Rambo?- Pensé para mis adentros.
Sin darle mucha
importancia al asunto, decidí continuar hacia mi destino. El trayecto hasta la
librería fue relativamente calmado sin zombis ni aéreos, submarinos o
terrestres de por medio.
La librería era un
pequeño local en toda la esquina de esa cuadra, la puerta era de vidrio, por lo
que la entrar era sumamente fácil.
Entre a la librería,
estaba medio oscura, eche un pequeño vistazo al interior y enseguida exclame
-¡oh dios santo! Esto no puede ser- tanto la cabeza como la espalda empezaron a
dolerme enseguida.
Parece que un huracán
hubiera pasado por la librería, montañas de libros y documentos revueltos de cualquier
manera y estanterías volcadas por doquier adornaban el local, era un completo
desastre y yo tenía que encontrar entre ese completo desorden unas cartas
marinas, corriendo el riesgo de que no hubiera o alguien más se las haya
llevado.
-¿Por qué todo tiene
que ser tan difícil? ¿Porque no pude encontrar la librería ordenada?- esos eran
mis pensamientos mientras revisaba libro por libro, documento por documento,
revista por revista.
Las horas pasaban y
yo seguía en la puta librería buscando y rebuscando entre los libros las
malditas cartas de mierda, para largarme de este jodido infierno de porquería
en el que se había convertido todo. Para colmo de males el dolor en la espalda,
hacia aun mas difícil mi búsqueda. De improviso encontré un objeto que no debía
estar en una librería.
-¿Que hace un paquete
de preservativos aquí?- me pregunte mientras lo observaba con manifiesta
curiosidad.
“PLACER GARANTIZADO”
-Bastante sugerente-
pensé. Mi imaginación hecho a volar a una isla paradisiaca, el sol y las olas
junto con la arena, un cuadro de los mas relajante, y el punto más interesante
de la escena, Ledis y yo tumbados sobre la arena… -¿Pero qué coño estoy
pensando? Eso no sucederá, pero… ¿Por qué no? ¿Por qué no llevármela? Mi otra
opción es irme solo y después que todo esté listo… ¿Qué sería mejor? ¡Uff! Pensare en eso después que termine aquí- tire
el paquete a un lado y proseguí con mi búsqueda
Cada vez había menos
luz y aun no encontraba las benditas cartas marinas -Pronto será de noche y yo
sigo aquí metido- pensé en voz alta-
Un crujido me desviar
la atención de la pila de libros que revisaba en ese momento. Tres zombis me
miraban desde el umbral de la puerta
-Nunca será fácil ¿verdad?- pregunte a nadie en particular.
Mi dedo índice
acariciaba con deseo el gatillo del AK, pero examinando mis opciones con
rapidez, decidí tirar a un lado mi arma.
-Esto va ser
terapéutico- pensé mientras saboreaba la oleada de adrenalina que fluía por mis
venas. Acto seguido me abalance contra el zombi del medio, mi hombro impacto
contra su cadera con violencia, del empujón, los fuimos a parar a la calle
mientras que los otros dos apenas se daban la vuelta.
Ambos caímos en el
duro asfalto, sentí un raspón en el codo que decidí ignorar. Me levante con
rapidez y sin darle tiempo a que el zombi se incorporara desenfunde el bate de
mi espalda, lo sostuve con fuerza y lo estrelle con placer en la sien derecha
del pobre diablo que quedo inmóvil en el acto.
-¡¡¡STRIKE UNO
SEÑORES!!!!- grite enloquecido dejándome llevar por la situación. Los otros dos
se acercaban gimiendo y con los brazos extendidos batee los brazos del que
tenía más cerca para bajárselos al instante y luego le estampe la bota en el
pecho haciéndolo caer de espaldas.
Tenía a el otro casi
encima pero lo empuje con la punta del bate, el no muerto era un adolecente
sumamente delgado; deje caer el bate en
su hombro derecho, el zombi se tambaleo lastimosamente, sin darle chance
de que recuperara el equilibrio, mi bate fue a parar a su quijada destrozándole
la boca en el acto.
Alcé los brazos con
júbilo cual cantante que espera la ovación del público; me acerque al
desdentado zombi, mientras vigilaba por el rabillo del ojo al otro que ya
estaba de pie. Levante el bate con un gesto teatral y lo descargue con
furor sobre la cabeza del no muerto,
hundiéndola de tal manera que desfigure su frente y su nariz.
-¡Uff! es el segundo
strike damas y caballeros- exclame con los ojos brillándome de placer y una
sonrisa demente.
El último zombi se
acercaba hacia mí con los brazos zarandeándole de cualquier manera al lado de
los costados, no los podía levantar.
Me acerque a la
carrera y sin más ceremonia, descargue
un contundente batazo en la cabeza del último no muerto que se derrumbo
aparatosamente.
-¡Señoras y señores,
se acabo el partido con un resultado de tres cabezas partidas, por parte de los
zombis y aun Edward se mantiene invicto!-
exclame totalmente emocionado.
Una risilla histérica
e incontrolable se apodero de mí, -estoy perdiendo poco a poco la razón- pensé,
como si fuera lo más normal del mundo
Faltaba poco para que
el sol finalmente se ocultara, mientras yo ya más calmado me enfundaba del
nuevo el bate en la espalda y volvía de nuevo a la librería a reiniciar mi
búsqueda.
-Estoy enloqueciendo,
cada vez estoy perdiendo mas el control de mi mismo- razone algunos minutos
después de haber recobrado la calma -no me puedo permitir tener estos arranques
de locura, es preciso que mantenga la cabeza fría, y sobre todo ahora que hay
alguien que depende de mí-
Me detuve por un
instante -¿Qué voy hacer? ¿Buscare a Ledis para escapar juntos o la dejare a su
suerte? Creo que será más sano para mi llevarla conmigo, quizás me ayude el
tener algo de compañía para mantenerme cuerdo- concluí.
Estaba analizando los
pros y los contras de llevarme a Ledis cuando las vi, detrás del mostrador
donde estaba la caja registradora,
estaban las cartas marinas depositadas en un expositor, en el lugar más
accesible y en el que menos pensé en buscar al ver todo este desorden.
Sonriendo por mi
despiste fui derecho al expositor y tome las cartas que necesitaba -más de
medio día perdido buscando esto, pero por fin las tengo, aunque tendré que
esperar a que amanezca para ir al yate- medite, ir de noche hacia la playa
representaba poco riesgo, dada la baja cantidad de esas cosas que pululan por
ahí, pero prefiero no arriesgarme.
Una vez fuera de la
librería era momento de decidir de una vez por todas ¿la dejo o me la llevo?
-¡vamos no puede ser
tan malo tener a alguien de compañía aunque sea ella, me voy con ella- decidí
de una vez por todas, por primera vez en mucho tiempo, tenía fe en que las
cosas iban a salir bien para variar.
Ya resuelto el asunto
inicie el camino de regreso al punto seguro, cruce la calle y camine del lado
opuesto por donde había venido, para evitar sorpresas aéreas. Pase por una casa
de empeño y me llamo la atención lo que había detrás de la vitrina, una
preciosa cimitarra. No soy muy conocedor de espadas y esas cosas pero esa no
parecía una imitación, se veía bastante real. Era tan perfecta, tan preciosa,
que me invadieron unas ganas enormes de entrar a la casa de empeño, y
llevármela, observe que la puerta estaba hundida y había una pequeña abertura
por la que me podía arrastrar para entrar. Pero finalmente desistí de mi
empeño, era demasiado trabajoso entrar y salir, además ya estaba bastante
oscuro y no era algo que necesitara con urgencia.
Algunos minutos
después me desvié para entrar en el callejón, al final vi la puerta abierta, me
alarme porque se suponía que Ledis la tendría que haber dejado cerrada por
dentro.
Recorrí la distancia
que me separaba de la puerta en una frenética carrera, al llegar, contemple que
habían encendido unas cuantas velas, por lo que el interior estaba ligeramente
iluminado.
Un putrefacto
olor me golpeo en la cara -esto… esto no el olor característico que
perfuma el depósito, el olor a fruta podrida, esto es…- mis nerviosos
pensamientos se vio interrumpido por un cuarteto de furiosos gruñidos.
-¡¡¡Noooo!!!- grite,
alce el AK y las cabezas de los no muertos estallaron cual melones
estrellándose contra el suelo, decorando las paredes del depósito con sangre
corrupta y diminutos fragmentos de cerebro.
Caí de rodillas,
tirando al lado mi fusil, -otra vez solo- razone -pensé que las cosas iban a
ser diferentes, después de todo… tener algo de compañía no podría ser tan malo
¿verdad? Pero… ya no tiene sentido pensar en eso, una de esas cosas debe de ser
ella y… quizás sea mejor así-
Me levante
lentamente, no había tiempo para lamentarme por una desconocida, a fin de cuentas,
ella no representaba alguien importante para mí, además desde hace tiempo no
había cabida en mi mente para la tristeza o el dolor, solo hay espacio para una
idea fundamental “sobrevivir”, si hubiera cedido al sentimentalismo desde hace
tiempo estuviera vagando por las calles con los ojos vacios, el cuerpo en pleno
proceso de descomposición y buscando hincarle el diente a algún ser vivo.
Un ruido proveniente
de la cocina me alarmo, agarre rápidamente el AK y avance sutilmente -quizás aun queda alguna de esas cosas-
concluí.
-¿Edward? ¿Eres tú?-
Me sobresalte de
sobremanera, mientras que mis ojos se abrían como platos por la sorpresa, sabia
quien era la dueña de esa voz femenina que provenía del baño.
-Si Ledis-
respondí con voz inexpresiva tratando de
disimular el alivio y la alegría que sentía por saber que estaba viva -ya
puedes salir-
La puerta se abrió y
allí estaba ella, vestida con un Jeans verde bastante ajustado y una camisa
azul que le quedaba tres tallas más grande. Me miro a la cara y pude notar que
dos tímidas lágrimas resbalaban por sus mejillas. Nos quedamos varios incómodos
segundos mirándonos sin decirnos nada hasta que ella no se contuvo más e
irrumpió en un torrente de sollozos al tiempo que me abrazaba fuertemente.
-¿Porque tardaste tanto?
¿Qué estabas haciendo?- me pregunto en medio del llanto.
-recuerda que te dije
que no me…-
-¡Sí! se que prometí
no hacerte más preguntas- me interrumpió –pero ¡estaba tan asustada! Pensé que
te había pasado algo y luego oí que golpeaban la puerta y corrí a abrir
pensando que eras tú, yo no imagine que eran… deje la pistola al lado de la
cocina no pensé, yo no pensé, yo…- no pudo continuar, el llanto se lo impedía.
Yo me quede parado
como una estatua mientras ella continuaba llorando, pero en ese momento no pude
aguantar más y la rodee con mis brazos.
-¿A quién quiero
engañar? Estoy feliz de que este viva, estoy feliz porque no estoy solo y
porque mañana me la llevare lejos de este infierno, no puedo seguir ocultándolo
más, ella me cae bien y quiero hacer algo que tenía tiempo sin hacer. Quiero
confiar en alguien, quiero confiar en ella, a pesar de lo despistada y torpe que es- pensé
liberándome de toda la presión que me había auto impuesto desde que toda esta locura
comenzó; pensé que era la manera más acertada de sobrevivir, pensé que estando
solo tendría más oportunidades de salir adelante y de vivir-
Quiero creer que estaba
equivocado. Quiero creer que con ella las
cosas irán mejor.
-Tranquila Ledis, ya
estoy aquí ¿ves? No me paso nada, estoy bien y gracias a dios tu también lo
estas- puso una mano sobre su cabeza y la apreté suavemente contra mi pecho.
Me quede largo rato
abrazado a ella hasta que finalmente se tranquilizo -Es mejor que me ayudes a
sacar los cuerpos y a cerrar la puerta, no queremos más visitas- le sugerí y le
dedicaba una sonrisa.
-Vamos, no soporto el
olor- me contesto mientras se limpiaba las lagrimas.
Sacamos los bultos
apestosos a la calle y acto seguido, tratamos de limpiar los restos de sangre
que habían dejado regado por todo el depósito. Me quite el bolso donde guardaba
la munición y las cartas, me desenfunde el bate de la espalda, luego me recosté
de una de las paredes y me deje caer lentamente.
-Hoy fue un día de
locos- agregue – pero por fin mañana se acabara todo esto-
-¿Que quieres con que
mañana se acabara todo esto?- me pregunto mientras se me acercaba.
Estudio mi cara e
imagine que está pensando en una excusa para disculparse por preguntar. Sonreí
y le respondí -ya no me molesta que me preguntes cosas, despreocúpate ¡es más!
deberías saberlo ya que tú te vienes conmigo-
Me miro extrañada al
no saber a que me refería -No muy
alejado de la costa tengo anclado un yate, tiene agua comida y todo lo
necesario para sobrevivir- respondí revelándole
mi plan.
Su boca formo una “o”
perfecta por la sorpresa -Dime que no están jugando conmigo Edward ¿En verdad
tienes todo eso que has dicho?- pregunto aun reacia a creerme.
-¿Por qué iba a
mentirme? Es verdad por eso fui a buscar estas cartas marinas, y mañana tu y yo nos largamos de aquí-
conteste; le enseñe las cartas para darle más credibilidad a mis palabras.
-No lo puedo creer-
murmuro, después de estudiar las cartas por unos instantes, luego me las
devolvió y se sentó a mi lado.
-¿Crees que podremos
conseguir algún lugar donde estemos a salvo de esas cosas?- me pregunto con un
gesto grave.
-No lo sé, quizás si
o quizás no, pero ten por seguro que de ahora en adelante no permitiré que nada
te haga daño- alegué con convicción.
Ella se acerco a mí y
yo la rodeo con mis brazos; en ese
momento note que temblaba de frío Su cálido cuerpo alejaba el frio de manera
efectiva. Se sentía realmente bien.
-Saldremos adelante
Edward- agrego con voz soñolienta.
En ese momento, vino
a mi mente el recuerdo del paquete de
preservativos y la isla paradisíaca Mire a Ledis que estaba cabeceando del
sueño. La tome de los hombros y la coloque de tal manera que su cabeza reposara
sobre mis piernas.
-Duérmete- le dije
con dulzura –Si sucede algo yo te despierto, yo soy de sueño ligero- Mientras que pensaba -Todo a su debido
momento, quizás en un futuro…-
Sonreí por las
perspectivas que me deparaban el futuro, ya estaba empezando a ver la luz
después de vivir por tanto tiempo en la oscuridad.